Denostar de la hoy ex Unión Soviética fue y es todavía una tarea permanente de los centros capitalistas de poder. No olvidar que en la lucha por sobrevivir como primer estado de obreros y campesinos de la historia, la joven república de los soviets tuvo que enfrentar incluso irrupciones en su propia geografía nacional de tropas occidentales, incluidas las norteamericanas, todas firmemente aliadas de una activa contrarrevolución interna.
Desde entonces Moscú fue “divulgada” por los muchos antecesores de ciertas y actuales “redes sociales” como la capital del absolutismo y de la dictadura roja, la promotora del crimen y la subversión comunistas, la cortina de hierro, y otra extensa sarta de improperios.
Por demás, y en torno a su papel mundial, se la ha intentado incluso endilgar la culpa por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y un desempeño de cola en la decisiva derrota de la Alemania nazi en mayo de 1945.
Por añadidura, cada error y cada insuficiencia soviética fueron, han sido y son amplificados muchas veces, de la misma forma que se silencian, esconden y simulan sus tremendos logros en todos los sentidos.
Una “esclarecedora” tarea a mano de un ejército de escritorzuelos, presuntos analistas, pretendidos estudiosos y multitud de instituciones de toda laya, junto a miles de medios de divulgación, desde la prensa en todos los formatos, hasta comics infantiles y juveniles, la industria occidental (y especialmente gringa) del cine, y la actual telaraña llena de nichos tramposos de internet y sus subproductos.
De todas formas, el veneno no ha podido aún, a estas alturas de la historia, paralizar la memoria. Hace poco pude ver un documental de cómo, a 76 años de la victoria de la Gran Guerra Patria, en pleno corazón de Austria, se rinde tributo de recuerdo y admiración a los miles de soldados soviéticos caídos en la liberación del país del yugo nazi, y cuyos restos descansan en más de un cementerio de esa nación euro occidental.
Y en esa misma cuerda, y por estos días, llegó hasta nosotros un resumen de revelador libro Campanadas de Traición, del historiador Pierre E. Caquet, de la Universidad de Cambridge, en el cual se desnuda el impúdico complot de los gobiernos de Gran Bretaña y Francia con Hitler para la ocupación militar nazi de los Sudetes checoslovacos en 1938, como intento de apaciguar al egocéntrico líder germano y promover su avance bélico hacia el Este.
Ese obsceno trasiego, vale recordar, estuvo precedido por la total inmovilidad occidental, apenas dos años antes, frente el derrocamiento de la República Española por el fascista general Francisco Franco con la ayuda militar de Alemania e Italia, también otra burda concesión para desviar los futuros golpes nazis hacia las fronteras soviéticas.
En la ciudad alemana de Munich, el primer ministro británico Neville Chamberlain, y el presidente francés, Édouard Daladier, pactaron entonces con Hitler la entrada nazi en territorio checoslovaco, mientras la delegación del gobierno de Praga quedó recluida bajo control policial en una habitación de hotel y solo fue informada de las decisiones extranjeras sin derecho a objeción alguna.
Así, precisa textualmente Caquet en su libro, “Gran Bretaña, Francia y Alemania decidían el futuro de un país ajeno”, que finalmente en 1939 resultó ocupado por completo por los ejércitos nazis.
Vale indicar que las propias autoridades checoslovacas, y en primer lugar el presidente de entonces, Edvard Beneš, calificaron al pacto occidental-nazi de “la traición de Munich” como contrapartida del apelativo “la paz para nuestros días” con el que pretendió adornarle verbalmente el premier inglés Neville Chamberlain, recibido en Londres como un “héroe” a su vuelta de Alemania tras entregar a los checoeslovacos a las llamas del fascismo.
Pero tamaña traición no se juzga por el aparato mediático occidental. Para tales “informadores” la URSS es la “culpable del inicio de la Guerra Mundial” porque, en uso de su derecho a la defensa y a la alternativa de ganar tiempo, aceptó, después de la conjura de Munich, la propuesta de Berlín de un pacto de no agresión que hizo que Hitler dirigiera sus golpes contra Gran Bretaña y Francia con la intención de ocupar el oeste de Europa y lanzarse con esa fuerza añadida contra Moscú en 1941.
Nada, pasajes de la historia que algunas personas serias y responsables se atreven a poner al desnudo en medio de la marea de mentiras y tergiversaciones que hoy se venden y se tragan a borbotones a través de las profusas rutas mediáticas.
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