Evidentemente, ni Rusia ni sus vecinos inmediatos están dispuestos a ser mordidos dos veces por el mismo perro.
De manera que desde bien temprano, en medio del desbarajuste que significó la torpe salida de tropas norteamericanas de Afganistán luego de veinte años de inútil ocupación, Moscú advirtió sobre los riegos que suponían los miles de terroristas del Estado Islámico y otros grupos extremistas que Washington trasladó a ese país sistemáticamente desde escenarios adversos en Siria, Iraq y otros puntos de Asia Central y Oriente Medio, no precisamente por pretendida vocación humanitaria, y a pesar de proclamarse inapelable redentor global contra el extremismo confesional islámico.
Y como la historia es la historia, vale recordar a estas horas que unos cuarenta años atrás, Al Qaeda, uno de los “partners” gringos en la guerra contra las autoridades progresistas de Kabul y las tropas soviéticas que acudieron en su ayuda, actuó en concierto con la CIA a favor de los intereses norteamericanos y de sus aliados en la injerencia en Bosnia y Kosovo como parte de la forzada desintegración de Yugoslavia; infiltró sus bandidos en Chechenia contra Rusia; apuntó sus miras desestabilizadoras sobre la ex repúblicas asiáticas de la URSS ( Kazakhstán, Turkmenistán, Kirgistán, Uzbekistán y Tayikistán), y alargó su brazo criminal para intentar dar apoyo a grupos extremistas en China. Era la violencia desnuda a favor del soñado control gringo de Eurasia, que equivale, según los términos geopolíticos hegemonistas, a “gobernar el mundo.”
En consonancia, la actual alerta de Vladímir Putin sobre los trances que se acumulan a las puertas de las fronteras de las naciones de Asia Central no tiene nada de inaudito.
El jefe del Kremlin explicó a las naciones amigas del área mediante tele conferencia, que los servicios rusos detectaron recientes concentraciones de contingentes terroristas con base en Afganistán, entre ellos no menos de dos mil miembros del Estado Islámico, con la intención nada oculta de desestabilizar a los países vecinos y ganar espacio en dirección a las fronteras rusas.
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Los grupos extremistas y terroristas apuestan por "incitar conflictos étnicos y confesionales y el odio religioso", sostuvo Putin, y añadió que incluso intentan infiltrarse “bajo la apariencia de refugiados.”
Los líderes centroasiáticos sumados a la tele conferencia coincidieron en la necesidad de resguardar sus territorios de forma mancomunada y trabajar en favor del apoyo al pueblo afgano en sus más ingentes necesidades.
De todas formas, y como una previsora acción ante lo que podría desembocar en una serie de peligrosos conflictos armados, apenas unos días atrás los ejércitos de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, OTSC, que suma a Rusia y varias repúblicas asiáticas aledañas, realizaron ejercicios destinados el fortalecimiento de las repuestas bélicas mancomunadas a cualquier agresión externa. Moscú además inició el incremento y modernización de la maquinaria militar de sus aliados para el logro de una defensa más impenetrable.
En tanto, el alerta de Putin ha provocado no pocas disquisiciones entre los analistas, en el sentido de que, a pesar de que puede ser una jugada de altísimo riesgo para los talibanes, hoy en el gobierno de Afganistán, no es descartable que una tolerancia con respecto a acciones terroristas contra espacios limítrofes con Rusia resulte una condición no pública del acuerdo con los Estados Unidos para su calamitosa retirada de Afganistán días atrás.
Vale recordar que uno de los “paradigmas” de Donald Trump en ese sentido era “salirse de las estúpidas guerras” provocadas por sus antecesores, y “pasarle los problemas” a otros, con más razón si resultan oponentes incómodos y con ello se facilita complicarles la vida en todo lo posible.
De hecho, el acuerdo trumpista con los talibanes para entregarles el poder en exclusivo tras la evacuación militar, no ha sido más que un contrahecho espantajo bilateral con ese grupo armado que desconoció deliberadamente la existencia de las propias autoridades de Kabul y de otros beligerantes locales.
Con todo, y si los terroristas llegaran a sacar el píe más allá de sus bases, no parece que contarían con pronósticos favorables en sus intenciones, ni tampoco aquellos que pudiesen estar cuidándole las espaldas a cuenta de hacer valer aspiraciones expansionistas foráneas. Entonces…vivir para ver.
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