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viernes, 15 de noviembre de 2024

¿Forbes tiene presidentes a la carta?

¿Estarán los gobiernos en el menú de los ricos mientras la humanidad sufre hambre y miseria?...

Enrique Manuel Milanés León en Exclusivo 13/01/2017
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Caricatura Forbes
La cercana investidura de Trump no será la primera certificación del ascenso del capital al poder, ni tampoco la última. (Alfredo Lorenzo Martirena Hernández / Cubahora)

Como si el millonario desparpajo de Donald Trump no hubiera dado suficientes titulares, en menos de una semana dos noticias nos recuerdan que sobre el lomo del asombro siempre caben nuevas rayas. Cientos de usuarios mexicanos han instado en las redes sociales al multimillonario Carlos Slim a presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, mientras Mark Zuckerberg, otro hombre de chequera inmensa, anunció para este año una gira por Estados Unidos en la que los suspicaces ven la posibilidad de que el joven papá de Facebook quiera presentarse a la puja de votos por la Casa Blanca, en noviembre de 2020.     

La cercana investidura de Trump —aún increíble para muchos  politólogos, periodistas y personas comunes que no dejan de pellizcarse y pedirles milagros protectores a deidades diversas— no será la primera certificación del ascenso del capital al poder, ni tampoco la última.

Ese México airado que protesta por el gasolinazo decretado por su Gobierno y que hace recordar, con su espíritu incendiario, el título del magistral libro de cuentos de Juan Rulfo (El llano en llamas), presenta en su abanico de reacciones a la perenne amenaza del norte una muy singular: frenar a Trump con Slim, capital con capital.

Como les digo: en Twitter y Facebook circula un video, con los hashtags #AnímateSlim y #SlimparaPresidente, para alentar al dueño del Grupo Carso a postularse, y cita entre sus argumentos estas perlas: su rivalidad empresarial con Trump y sus garantías en el manejo honrado de los recursos públicos porque según la revista Forbes él es, con 50 000 millones de dólares… el cuarto hombre más rico del mundo.

Los autores del material sostienen que el multimillonario "es la única persona a la que Trump teme" y llegan a considerarlo la antítesis del polémico sucesor de Obama. ¡Alta política… pero así andamos!

Parece que el asunto no pasará de ahí, porque hace apenas un mes, en una entrevista, Slim desechó la posibilidad de aspirar a la presidencia mexicana y lo hizo con un razonamiento digno de sus millones: "… en política, las cosas suceden muy lentamente".

En Facebook no, allí todo se resuelve a puro click y Mark Zuckerberg, uno de sus fundadores y la pistola más rápida de esa red, no solo se ha propuesto en año nuevo una gira nacional para hacer "el mayor impacto positivo cuando el mundo entra en un importante período nuevo", sino que ha tomado las prevenciones legales que le garanticen conservar el control de su gallina de dorados huevos, aun si llegara a trabajar… para el Gobierno.

Con más millones que años vividos —44 600 a sus 32 mayos, dice Forbes tras contarle dólar a dólar— el sexto terrícola más acaudalado parece mirar arriba. La noche previa a la victoria de Trump, Zuckerberg escribió: "Abrazando a (mi hija) Max pensé en todo el trabajo que tenemos por delante para crear el mundo que queremos para nuestros hijos", frase que hizo pensar a muchos en la avasalladora posibilidad de seducir votantes que, si se lanzara por la Casa Blanca, tendría nada menos que el dueño de Facebook. ¿Me gusta? ¡Quién sabe!

En Europa, el italiano Silvio Berlusconi y el ucraniano Petro Poroshenko, ambos con grandes fortunas, se hicieron con el poder en momentos diferentes, con un saldo nada enriquecedor para las mayorías; pero también América Latina, durante décadas el continente más desigual —y en el que los proyectos de Gobierno empeñados en reducir tal brecha han sido fieramente acorralados por la derecha en 2016— tiene casos de plutogobernantes que mostrar. 

Vicente Fox, en México; Ricardo Martinelli, en Panamá; Sebastián Piñera, en Chile; Horacio Cartes, en Paraguay… integran la relación de millonarios que, con un saldo de cuentas empresarial bajo el brazo, se lanzaron por — ¿la compra de?— el Gobierno y, en coyunturas dispares, lo lograron. Lo mismo puede decir otro pre$idente muy de derechas: el argentino Mauricio Macri, cuyo padre, el ejecutivo de origen italiano Franco Macri, llegó a afirmar que "casi no hay diferencia" entre manejar una empresa y gobernar una nación. 

Pepe Mujica, el respetado expresidente uruguayo, considera que "al que le guste mucho la plata hay que meterlo en la industria o en el comercio, no en la política", pero ya se sabe que su luz personal no es tesoro que abunde hoy día.

El planeta de Donald Trump orbita al sol-capital. Sus ¿3 700? millones —ya se sabe que sus finanzas son un misterio tan bien guardado como su tono de tinte de pelo— lo ubicarán como el mandatario más rico en una nación en la que George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt, Andrew Jackson, James Madison, Lyndon B. Jonhson, Herbert Hoover, Bill Clinton, Franklin Delano Roosevelt y John F. Kennedy, todos millonarios, integran después de él el decálogo de la riqueza presidencial.

Si renunció a su salario anual de 400 000 dólares no fue más que otro farolazo. Trump ve la política en números y como desafío personal, de ahí que pareció tan natural hace justamente un año, cuando Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York y poseedor de 36 000 millones de dólares, mencionó la posibilidad de emprender el camino a la Casa Blanca como independiente,y Trump no habló de agendas políticas sino que se limitó a decir que le encantaría y que creía que "lo haría muy bien contra él".

No hay que asombrase de que, con presidentes semejantes, millones de ciudadanos comunes vean relegadas su necesidades frente a las veleidades de quienes les gobiernan.

Allá por los años ’80 del siglo pasado, Donald Trump y Mauricio Macri jugaron en partido de golf. Al final, el magnate yanqui, molesto, rompió uno a uno todos los hierros y maderas. Macri olvidó entonces —seguro hoy no lo haría— la lección que pretenden aplicar los que alientan a Carlos Slim: la mayor fortuna nunca deberá perder. 


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Enrique Manuel Milanés León

Con un cuarto de siglo en el «negocio», zapateando la provincia, llegando a la capital, mirando el mundo desde una hendija… he aprendido que cada vez sé menos porque cada vez (me) pregunto más. En medio de desgarraduras y dilemas, el periodismo nos plantea una suerte de ufología: la verdad está ahí afuera y hay que salir a buscarla.


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