Estira y encoge ibérico

Todavía no se dice en voz muy alta, pero todo indica que en Madrid toma cuerpo una crisis de gobernabilidad, luego que en los comicios generales del pasado 20 de diciembre ninguno de los partidos que acudieron a las urnas lograron hacerse con la mayoría parlamentaria.

Una situación que implica —a ojos de todos— la necesidad de concertación a la hora de designar a un nuevo jefe del ejecutivo, so pena de volver a convocar a las urnas si no aparecen acuerdos al respecto, algo que podría ser muy probable.

El asunto es que luego del conteo de votos el oficialista Partido Popular, PP, altamente cuestionado por su actuación política, económica y social en los últimos años, se hizo con 123 escaños, monto que no le permite gobernar en solitario como hubiese sido su deseo y conveniencia.

Mientras, el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, se alzó con noventa diputados, y las novísimas agrupaciones Podemos y Ciudadanos, surgidas en medio de la crisis nacional aún vigente, sumaron 69 y 40 escaños respectivamente.

En pocas palabras, que ya sea el PP o el PSOE, que tienen las mayores bancadas, requieren de negociar con las fuerzas políticas restantes si desean aspirar a los máximos rangos nacionales.

El problema radica en que, hasta el momento en que se escriben estas líneas, ni hay acuerdo ni aparente intención de concretarlo.

Voceros de la derecha afirman que España requiere de un “gobierno estable” que dé continuidad a las políticas puestas en marcha por el hasta hoy jefe del gobierno Mariano Rajoy, a partir —aducen— de “evidentes logros que apuntan a la recuperación del país”.

Sin embargo, más allá de tal verborrea, la realidad en las calles es otra, y una buena cantidad de españoles no olvida que bajo el mando del PP el desempleo supera hoy el 20 por ciento, es de más de 40 por ciento en el caso de trabajadores menores de 25 años, y que los fondos nacionales se nutren en más del 80 por ciento de los impuestos y recortes que pesan sobre los ciudadanos comunes, mientras solo una ínfima parte proviene de los gravámenes a las grandes empresas y corporaciones financieras. En dos palabras, ricos más ricos, y pobres más depauperados.

Por su parte, representantes de los otros grupos del legislativo difieren en materia de alianzas y acuerdos, sobre todo si insinúan algún acercamiento al Partido Popular, que insiste en buena medida en la norma casi tradicional de designar presidente del gobierno al cabeza de la agrupación más votada.

Una posición a la que por ahora se oponen figuras de primera línea del PSOE, para las cuales no es posible “investir nuevamente a Mariano Rajoy”, y por tanto la opción pasa únicamente por establecer, dicen textualmente, “un gobierno progresista y reformista” que además no se desentienda de Podemos y Ciudadanos, los dos nuevos partidos políticos que lograron un evidente peso en el parlamento.

Y en medio de la barahúnda, el Rey Felipe VI, a tono con sus deberes, lleva a cabo las tradicionales consultas con los partidos políticos representados en el parlamento en busca de un candidato aceptable a la jefatura del gobierno, una tarea que resulta sin dudas muy difícil en las condiciones actuales.

De manera que el estira y encoge parece ser por estos días la dinámica política en España, mientras la gente de a píe añade la incertidumbre política a la batalla cotidiana por al menos sobrevivir, no perder su techo y asegurarse una entrada financiera estable por limitada que sea.