Seis décadas atrás el hombre rompió por primera vez, en su historia como especie, la sempiterna atadura con la madre Tierra.
El 12 de agosto de 1961, el jovial Yuri Gagarin, un ciudadano de la Unión Soviética, oficial de la fuerza aérea, e hijo de una humilde familia de la región de Smolienks, al oeste de Moscú, se convirtió en un héroe universal al viajar al espacio exterior en la nave cósmica Vostok 1, y circunvalar nuestro planeta por casi dos horas.
Entonces la computación estaba aún en ciernes, nadie imaginaba siquiera la telefonía inalámbrica o digital, y mucho menos las redes de internet o el universo de las conexiones wifi.
Pero hay más, su vuelo eternamente histórico, ejecutado a la perfección en medio de los avatares de la Guerra Fría liderada por Washington contra la URSS, evidenció claramente los trascendentes logros de la ciencia en el primer país de obreros y campesinos de la historia, vilipendiado por Occidente como un escenario atroz, amenazante, burdo, y embozado tras un ríspida cortina de hierro.
Y si Gagarin abrió el cosmos a la raza humana, ciertamente horadó también profundamente la continua catarata de mentiras tejidas por las fuentes embustero-hegemónicas actuantes contra el socialismo y sus avances y aportes concretos al progreso mundial.
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Y vale insistir en estos elementos históricos, porque para no pocos entre las nuevas generaciones del orbe, el devenir de la conquista del espacio exterior proyectado por los monopolios mediáticos en textos, documentales, filmes y redes digitales, oculta, tergiversa, reduce, o apenas pasa la mano sobre el objetivo papel líder de la URSS en esa materia.
Gagarin fue, en efecto, el primer humano en ver nuestra vapuleada cuna común desde el silencio estelar, pero la ciencia soviética se anota además la primacía de haber abierto el hasta entonces ignoto espacio exterior con la puesta en órbita, en 1957, del primer satélite artificial de la Tierra, y del envío al cosmos, en ese mismo año, del primer ser vivo, la universalmente conocida perra Laika, a bordo del Sputnik 2.
La nave soviética Luna 2, lanzada en septiembre de 1959, marcó el primer contacto de una creación técnica del hombre con nuestro satélite natural, al que arribó 36 horas después de su despegue. Mientras, la Luna 3, semanas después, envió a la Tierra las primeras fotos conocidas sobre la cara oculta del cercano vecino estelar. En 1966 la Luna 9 conseguía completar el primer descenso suave de una nave terrestre sobre la superficie lunar.
Más adelante, en 1970, la Luna 16 extrajo unos 113 gramos de suelo lunar en un recipiente sellado, que fue devuelto a la Tierra y recuperado por los científicos soviéticos, y poco después el Luna 17 desplegó por primera vez un vehículo automático de exploración, el Lunajod 1, que equipado con una cámara de televisión y baterías solares, recorrió por varios días diferentes parajes lunares.
Soviética fue también la primera mujer en viajar al cosmos. Valentina Tereshkova, quien ejecutó casi cincuenta vueltas a la Tierra en 1963 a bordo de la Vostok 6, y fueron también dos soviéticos, Alexei Yeliseyev y Efgueni Khrunov en 1969, y otra soviética, Svetlana Savítskaya en 1984, los ejecutores de las primeras “caminatas espaciales” masculinas y femenina realizadas por cosmonautas.
La URSS fue además la primera en instalar estaciones espaciales en el cosmos, desde la Saliut 1, en abril de 1971, hasta la Mir en 1986, esta última con rango permanente. A ello se une además el programa Intercosmos, que permitió a ciudadanos de otras naciones hermanas, incluida Cuba, integrarse al selecto club de personas que han podido viajar al espacio exterior y cumplir misiones científicas de alto rigor en tan especial entorno.
Una historia, en fin, que tuvo como pionero al representante de una nación y un pueblo que no puede permitirse sean borrados ni desdibujados intencionalmente por quienes, a cuenta de sus bajas pasiones, su prepotencia, su desprecio por lo ajeno, y su irracionalidad, abogan por el absolutismo y por la anulación de cuanto revela, denuncia y les echa en cara su real catadura.
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