El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al presidente colombiano Juan Manuel Santos, uno de los principales impulsores del cese de la guerra interna de su país, representa un espaldarazo mundial al proceso de reconciliación nacional, ahora en un delicado momento por diferencias de enfoques en el Acuerdo Final suscrito en Cartagena de Indias el pasado mes.
La designación de Santos (Bogotá, 1951), ocurre pocos días después de que por un mínimo de votos (50,22-49,78) la población no refrendó el documento surgido luego de cuatro años de conversaciones en La Habana, con Cuba y Noruega como garantes del proceso, y Venezuela y Chile como acompañantes.
Este galardón, acompañado por un premio de 930 000 dólares, también merecido por su compatriota Gabriel García Márquez en Literatura, le fue concedido por un Comité integrado por personas elegidas por el parlamento noruego: “Por sus esfuerzos decididos por terminar la guerra civil de más de 50 años”, según documento oficial.
Para algunos analistas, el Premio Nobel de la Paz —polémico, controvertido, pues le ha sido otorgado a algunas figuras de manera inmerecida— debió ser compartido con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), que con humildad, desinterés y decisiva contribución con los negociadores gubernamentales garantizaron el Acuerdo Final de Paz firmado el pasado 26 de septiembre. Sin embargo, la postura de las FARC-EP, antes, durante y después del negativo plebiscito, no fue considerada por el Comité noruego. La empresaria y política conservadora Kaci Kullmann Five, su presidenta, aclaró ante periodistas en Oslo que la decisión fue tomada tras el resultado de la consulta, pues fue observada “la reacción del presidente a su derrota” e interpretaron “la victoria del NO como un obstáculo salvable”.
“El presidente ha dejado claro que va a seguir trabajando por la paz hasta su último día en el cargo. El Comité espera que el premio le dé fuerzas para tener éxito en esa dura tarea”, explicó Kullmann Five, palabras que brindan un apoyo a Santos para proseguir en la búsqueda de un entendimiento con los votantes del NO, y una inmediata continuidad del diálogo en La Habana, como ocurre en estos momentos, con su contraparte, las FARC-EP.
El jefe de la organización guerrillera más antigua de América Latina, Rodrigo Londoño, fue uno de los primeros en felicitar al nuevo Nobel de la Paz en la red social Twitter, en la que destacó el papel de las naciones garantes y acompañantes “sin los cuales sería, dijo, imposible la paz”.
En otro tuit, Londoño, también conocido como Timoleón Jiménez, manifestó que “el único premio al cual aspiran las FARC-EP es la paz con justicia social para Colombia sin paramilitarismo, retaliaciones ni mentiras”.
Otro líder guerrillero que también se pronunció ante el Nobel de Santos fue Iván Márquez, jefe de la delegación del grupo rebelde en las negociaciones. “Esperamos que el Nobel de Paz le dé al presidente Santos fuerza para darle vida al Acuerdo Final y dignidad a todos los colombianos”.
También el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien participó de manera activa en el proceso de reconciliación, interpretó el Premio como “un mensaje de estímulo para todos los colombianos que buscan el fin del conflicto”.
SANTOS CAMINO AL NOBEL
Juan Manuel Santos es un hombre de 65 años que se preparó, según su historia personal, para ocupar los más altos escaños de la política colombiana, desde la posición conservadora mantenida por su familia —antigua propietaria de uno de los emporios periodísticos del país, El tiempo, y de otros millonarios negocios.
El mandatario, que cumple su segundo mandato, aseguró en una intervención especial desde la Casa de Nariño este viernes que recibió el Nobel de la Paz con humildad, “en nombre de todos los colombianos, en especial de las millones de víctimas dejadas por la confrontación de más de medio siglo”.
Se estima, pues cifras oficiales no existen, que la guerra intestina de 52 años deja un saldo hasta ahora de 240 000 muertos, 45 000 desaparecidos, y más de siete millones de desplazados de sus lugares de residencia debido a la crueldad de la confrontación.
Aún cuando tanto las FARC-EP como el gobierno reiteraron su compromiso para el análisis de una salida negociada, a pesar de la negativa popular al acuerdo, será necesario aún conciliar los intereses de estas partes con las exigencias del partido Centro Democrático, de derecha extrema, que propugnó el NO bajo el liderazgo del expresidente Álvaro Uribe.
Las delegaciones negociadoras anunciaron este viernes en La Habana —una vez conocidas las exigencias del Partido uribista y de otros grupos— que tomarán en cuenta las voces de diferentes sectores de la sociedad para conocer sus preocupaciones y seguir avanzando en el proceso de paz, indica un comunicado conjunto.
“Reconocemos, sin embargo, que quienes participaron en el Plebiscito del pasado 2 de octubre se pronunciaron mayoritariamente a favor del No, así fuera por estrecho margen (...) es conveniente que sigamos escuchando, en un proceso rápido y eficaz, a los diferentes sectores de la sociedad, para entender sus preocupaciones y definir prontamente una salida por los caminos señalados (...) Las propuestas de ajustes y precisiones que resulten de ese proceso, serán discutidos entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP para dar garantías a todos”, según publicó la multinacional Telesur.
Asimismo, se anunció un protocolo para prevenir incidentes en las zonas de pre-agrupamiento y asegurar un clima de seguridad y tranquilidad con la plena aplicación de todas las reglas que rigen el actual cese al fuego y de hostilidades definitivo.
No todos están de acuerdo, empero, con este nuevo matiz de entendimiento. En la reunión de organizaciones de promotores por el Si en el Palacio de Nariño, este viernes, Diana Gómez, representante de víctimas de crímenes de estado, exhortó a no renegociar el acuerdo de paz ni aplicar cambios fundamentales al texto.
Gómez insistió en que Santos está obligado a mantener el cese el fuego definitivo, y aseguró que las víctimas “no quieren ser excluidos del momento histórico por el que atraviesa el país y colaborar en la construcción de la paz en Colombia”. Expresó su preocupación de que la nueva coyuntura concluya en un pacto entre élites y reiteró que defenderán el Acuerdo Final ya suscrito en las calles.
Los días 3 y 4, apenas concluido el plebiscito, Santos se reunió con los exmandatarios Uribe y Andrés Pastrana —con quien estudió— para tratar de reconocer los puntos del Acuerdo de Paz en que disentían. Uno de ellos, planteado por Uribe, jefe del paramilitarismo colombiano, es la amnistía general a todos los participantes en la guerra, tratando de salvar con ello a miles de militares que cometieron crímenes de lessa humanidad.
Al felicitar a Santos, su ministro de Defensa en su segundo mandato, Uribe, con su habitual sarcasmo, expresó su deseo de “que conduzca a cambiar acuerdos dañinos para la democracia”, en alusión a las transformaciones que a su favor y de la derecha pretende introducir en el Acuerdo Final de Paz.
En la familia del mandatario hay también una tradición de políticos descollantes. Su tío-abuelo Eduardo Santos Montejo ocupó la presidente entre 1938 y 1942, en tanto su primo Francisco Santos Calderón ocupó la vicepresidencia del país entre 2002 y 2010.
Para politólogos, Santos se preparó durante su vida para ocupar también un lugar cimero en la dirección política de Colombia.
Sus estudios son sólidos: Licenciado en Economía y Administración de Empresas por la Universidad de Kansas, se especializó como Máster de Economía y Desarrollo Económico y Administración Pública en la London School of Economics, en el Reino Unido y Harvard, respectivamente.
También representó ante la Organización Internacional del Café, en Londres, a la colombiana Federación Nacional de Cafeteros. Cuando regresó a Bogotá, fue subdirector de El Tiempo, un gran consorcio de prensa, entonces bajo el liderazgo familiar.
En su escalada hacia la Casa de Nariño, como miembro del Partido Liberal Colombiano, fue ministro de Comercio Exterior (1991-1993) y Hacienda y Crédito Público (2000-2002) en los mandatos de César Gaviria y el conservador Andrés Pastrana. Fue uno de los fundadores del Partido de la U, de Uribe, y lideró esa organización hasta julio de 2006, cuando fue nombrado ministro de Defensa Nacional.En esa cartera permaneció hasta mayo del 2009, cuando pasó a ser presidenciable.
Durante los tres años que permaneció como titular dirigió la operación en que murió, mientras pernoctaba en suelo ecuatoriano, el canciller de las FARC-EP Raúl Reyes, uno de sus máximos líderes, junto a otros guerrilleros y varios civiles; también se vio envuelto en el escándalo de los llamados falsos positivos, que eran civiles inocentes asesinados por el Ejército y contados como bajas en las guerrillas para que los soldados cobraran recompensas.
En su actual mandato, asestó otro duro golpe a las FARC-EP al dar muerte a Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, en un bombardeo en el Meta, en tanto ya había anunciado un reforzamiento en el Departamento de Inteligencia con ayuda de Estados Unidos, que posee en territorio colombiano siete bases militares.
Ojalá este Premio Nobel le brinde a Santos el suficiente aliento para no lanzar por la borda el proceso de paz, aunque nadie piensa en que suprimirá su vieja amistad con los derechistas de siempre, que le han acompañado durante muchos años en su carrera política.
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