Lo de España y la constitución de un nuevo gobierno a partir de las fallidas elecciones de diciembre y junio últimos, se ha convertido en un caso político de orden antológico y en una creciente carga para la paciencia de sus ciudadanos.
Y es que en materia de lograr acuerdos, las fuerzas políticas ibéricas semejan a paquidermos metidos hasta el cuello en un lodazal, con la característica de que nadie acaba de asumir la tarea de mover la trompa en el intento de evitar la asfixia de la mayoría de la manada.
Ciertamente, hay un denominador común entre las fuerzas que han tomado parte en la citada doble batalla electoral, y es el de no dar su respaldo a la vuelta del presidente del gobierno en funciones Mariano Rajoy, líder del derechista Partido Popular, PP, a pesar de haber logrado esa agrupación una mayoría simple de escaños en el Parlamento, insuficiente; sin embargo, para legitimar un renovado inquilinato en La Moncloa.
Y esta coincidencia no es un asunto de caprichos. Aun los sectores menos progresistas ajenos al PP temen un matrimonio de conveniencia con una entidad marcada por mayúsculos escándalos de corrupción y por una ejecutoria causante de la grave crisis económica y social que hoy viven los españoles.
Pero lo preocupante para los observadores es que la convergencia en torno al NO a Rajoy tampoco ha logrado que sus oponentes establezcan compromisos para presentar una opción de gobierno coaligada, lo que retorna al país a la disyuntiva de realizar una tercera vuelta electoral que, al decir de no pocos estudiosos, repetiría más o menos el mismo controvertido escenario que subsiste desde diciembre. En pocas palabras, lo de nunca acabar.
Y en esas aguas siguen las declaraciones, interpelaciones, críticas y contramarchas, pero sin resultados tangibles en una u otra dirección.
Por su parte, Mariano Rajoy se entrevistó otra vez con la dirección el movimiento centroderechista Ciudadanos, en el inútil afán de sumarlo a sus intenciones de retomar el gobierno. De manera que si bien Ciudadanos dijo que se abstendría en el legislativo frente al intento del PP de integrar gabinete, nunca se consideraría aliado formal de su máximo dirigente.
Del otro lado de la barra, la coalición Unidos Podemos insiste en demandar del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, el segundo más votado luego del PP, que active una coalición de tendencia izquierdista que dispute La Moncloa, aunque anteriores conversaciones entre los responsables de las dos agrupaciones no lograron entendimiento positivo alguno.
De manera que, al decir de un viejo bolero, “el cuartico está igualito” en el escenario político español, donde la trabazón parece ser la palabra de orden para un país que, además, suma el apremio de la Unión Europea para que solucione el tema del ejecutivo y presente su plan financiero para el cercano 2017, en el cual tendrá un peso clave la tan llevada y traída cláusula comunitaria que demanda de sus miembros la reducción de su déficit fiscal a menos del tres por ciento del Producto Interno Bruto.
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