Es una lástima geopolítica que un polo internacional como el europeo se deshaga en desatinos, contradicciones, autoflagelación y riesgos importados para no hacer enojar al socio mayor.
Parecería que luego de las incontroladas y bochornosas reprimendas públicas que le propinara Donald Trump al otrora orgulloso Viejo Continente, y con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, la “solución” de dicho conglomerado regional ante la experiencia de semejante cadena de desprecios es hacer el uso más frecuente posible de la complaciente genuflexión ante un líder en apariencia menos hosco, y aun al precio de colocar el pescuezo bajo la guillotina para gozo ajeno…es al menos lo que no pocos aprecian.
Porque a la verdad, desde que se forjó la alianza con los Estados Unidos apenas cesados los fuegos de la Segunda Guerra Mundial, el gran hegemonista del otro lado del mar ha dado no pocos testimonios de que el mito de “garantizar la seguridad europea” ante la embestida del Oriente, no pasa del propósito de contar con “municiones desechables” inmediatas a las fronteras enemigas, de manera de sumar más tiempo y posibilidades de salir indemne de un conflicto bélico de proporciones incalculables.
¿O a que responden entonces los misiles y superbombarderos nucleares gringos desplegados en suelo euro occidental por largos decenios; su rosario de bases militares; el descabellado interés de plantar en aquellos patios sus “famosas” bombas de neutrones, esas tan “sabias y sanas” que solo barrerían a los humanos y dejarían intactas calles, industrias, edificios y otras estructuras del oponente; o los aditamentos de su pretendida sombrilla global antisimiles para darle el chace del primer golpe atómico sin recibir una respuesta defensiva inmediata? Y es que Europa era y es vista por EEUU como un simple instrumento despreciable en caso de urgencia…y nada más.
No por gusto avizores líderes europeos de aquellos tiempos gastaron infructuosamente no pocas gestiones políticas para intentar fomentar sus propios mecanismos de defensa regional sin injerencia directa Made in USA. De hecho, el Mercado Común Europeo, antecesor de la UE, fue el producto semi integracionista de aquellas inquietudes.
Otro paso funesto en las inclinaciones predominantes en Europa fue la masiva incorporación, a los mecanismos económicos y militares de Occidente, de los estados del Este ex socialista luego del descalabro de la URSS, paso que no solo agrió la tirantez con Moscú producto de la aguda ceguera anti rusa de muchos de los recién surgidos gobiernos (de tendencia derechista, oportunista y hasta fascista en ciertos casos), sino que además multiplicó el control norteamericano con la sumatoria de un número importante de nuevos comparsas ansiosos de hacer méritos en la Oficina Oval.
Y aquellos vientos no hicieron otra cosa que multiplicar las tempestades hasta nuestros complicados días.
Ahí está la actual disputa diplomática contra el Kremlin desatada desde los Estados Unidos y amplificada por varios de los más nuevos ingresos a la UE y los predios otanistas, y el sabotaje de corte multiplicado que se intenta, mediante burdas manipulaciones políticas, de acuerdos económicos con el Kremlin que son vitales para sus socios del Oeste europeo.
Hablamos concretamente de la terminación y puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania, que se pinta como instrumento para la “dependencia energética” occidental con respecto a los suministros “enemigos”, cuando a estas alturas y desde hace mucho, según afirma la publicación El Economista, “más de un tercio del consumo total de gas en Europa proviene de Rusia. En Alemania, el 62 por ciento anual es de origen ruso, en Austria asciende hasta el 72 por ciento, y en países como Francia o Italia el volumen llega a casi 40 por ciento.”
¿Los verdaderos móviles del alboroto? El interés norteamericano por suplir a Moscú mediante sus ventas de gas transportado por barco a través de todo el Atlántico a sus socios del Viejo Continente, en lo que algunos chotean como un “cambio de dependencia”, solo que a precios mucho más elevados que los del geográficamente más cercano energético ruso.
Por su parte, añade la misma fuente, ciertos nuevos “patriotas europeístas” del Este agrian también el escenario, porque la apertura del Nord Stream 2 supondría la afectación de los ingresos millonarios que hoy cobran por el paso de gas ruso hacia el Occidente a través de las tuberías que cruzan sus respectivos y territorios.
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