En efecto. Luego de más de cien días del debut de la administración demócrata estadounidense, Islandia fue sede, este mayo, del primer diálogo directo entre el experimentado canciller ruso, Serguei Labrov, y el debutante Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, al que observadores clasifican como un halcón de las políticas agresivas Made in USA.
Ambos asistieron en Reykiavik, la capital islandesa, a la reunión del Consejo Ártico, donde Rusia ocupó la presidencia temporal del grupo, integrado además por Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia.
En declaraciones previas, Labrov había indicado que el encuentro permitiría una valoración de las posiciones norteamericanas con respecto a las relaciones bilaterales con Moscú y a otros asuntos claves en materia internacional, aún cuando ya había demasiada retórica desde Washington y es importante pasar a los hechos. En ese sentido reiteró la voluntad del Kremlin de un acercamiento bilateral constructivo y honesto.
Y de alguna manera, el encuentro de Reykiavik ha semejado un primer roud en el cual los oponentes fijaron sus posiciones, intercambiaron algunos golpes y sentaron posibles premisas para el futuro.
Hay que advertir que la cita se realiza en instantes de una tirantez extrema entre Moscú y la Oficina Oval, a partir de que desde su llegada a la Casa Blanca, al presidente Joe Biden y sus funcionarios reiteraron la “lógica hegemonista” de que Rusia y China son sus dos y agresivos grandes rivales mundiales.
Y justo, en su primer cara a cara, Lavrov indicó a Blinken lo positivo de que Washington corrija todo lo negativo heredado de la era Trump en materia de vínculos mutuos, y asuma una política sensata, objetiva, seria y constructiva en favor de un escenario global menos complicado y riesgoso.
Blinken, por su parte, y siempre según los medios de prensa, subrayó también la importancia de un entendimiento entre ambas naciones, sin dejar de mencionar que los Estados Unidos “devolverá” todo golpe proveniente del Kremlin, en lo que observadores indicaron como línea innecesaria y poco elegante en materia de diplomacia de alto nivel, además de proyectar la idea de que el unilateral capricho político seguirá siendo un componente del futuro mediato en el comportamiento internacional gringo.
La agenda también pasó revista al cúmulo de entuertos y dilemas que hoy caracterizan el devenir planetario (las tensiones de USA con Corea del Norte, la agresión sionista a los palestinos, la virtual carrera armamentística impuesta desde la Casa Blanca, el posible reingreso de Washington en el pacto nuclear con Irán, y la cadena de sanciones gringas contra Rusia reflejada en las recientes expulsiones mutuas de diplomáticos, entre otros entuertos provocados por la tesis de orden supremacista que rige la actual “diplomacia” norteamericana.
Otro aspecto clave fue el pronunciamiento favorable a debatir en torno al equilibrio estratégico entre ambas naciones para alejar el riesgo de un conflicto nuclear, justo a unos días de la declaración de la cancillería rusa de que Moscú “contrarrestará la hegemonía del poder militar de EE.UU. a cualquier nivel” mediante el desarrollo sus propias armas avanzadas ante los manejos de la Casa Blanca para intentar la supremacía bélica.
El Kremlin se refería entonces al renovado impulso al titulado programa antimisiles norteamericano, y la entrega por Biden al Pentágono de 18 mil millones de dólares para instalar lanzaderas de cohetes interceptores en Alaska.
Por otra parte, y mientras se esperaba la cita de Islandia, la Oficina Oval anunció que por “razones de interés nacional” ligadas a desacuerdos no deseados con Alemania, serán obviadas las anunciadas sanciones contra las oficinas del director ejecutivo de las obras del gasoducto Nord Stream 2 próximo a concluirse entre Rusia y territorio germano. No obstante, al unísono Washington ordenó medidas coercitivas contra cuatro barcos y entidades rusas involucradas en el proyecto.
Voceros oficiales y legislativos gringos también adelantaron que esa decisión no obvia el rechazo a la citada obra energética, a la que consideran un arma del Kremlin para acrecentar la dependencia energética de Europa Occidental con respecto a los envíos de gas ruso, trasiego que los Estados Unidos desea sustituir con sus propias ventas a través de buques cisternas, una vía mucho más cara e insegura para los clientes del oeste del Viejo Continente.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.