A unos tres meses de su pausa ante la realización en Irán de elecciones presidenciales, ya en los corrillos diplomáticos se habla de la continuación de los encuentros que se venían ejecutando en Viena acerca del Plan Integral de Acción Conjunta sobre el uso por Irán de la energía nuclear con fines pacíficos.
Como se recuerda, ese protocolo fue suscrito en 2015 tras largas negociaciones por Irán, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China, más Alemania, y tres años después el entonces presidente Donald Trump ordenó la salida unilateral de Washington por considerarlo “un pésimo compromiso.”
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De entonces a la fecha, y aún cuando el demócrata Joe Biden hizo de la vuelta al acuerdo una de sus promesas electorales en materia exterior, los círculos gobernantes gringos se mantienen al margen del documento y han arreciado las sanciones de toda índole contra la República Islámica por su vertical posición en torno a ese y otros asuntos de marcada matriz geoestratégica.
Y aún cuando buena parte de los firmantes occidentales han obrado pasivamente ante la persistente bravuconada de su prepotente aliado, ello no ha evitado que en Viena los aún miembros del Plan se hayan visto las caras al menos en seis ocasiones anteriores para debatir en torno a la reticencia de la Casa Blanca.
No obstante, en esta séptima ocasión existen elementos nuevos que no dejan de ser importantes.
De hecho, Irán dio luz verde por estas fechas a una ley denominada “Acción Estratégica para Levantar las Sanciones” que, ha dicho Teherán, será la guía de acción de sus representantes en el diálogo, y que estipula que el fin de los sucesivos embargos gringos contra la República Islámica es condición inviolable para un arreglo sobre el regreso norteamericano al protocolo nuclear.
Voceros oficiales iraníes concuerdan en que no habrá acomodo posible sin que las sanciones norteamericanas sean erradicadas, toda vez que Estados Unidos las ha implementado como inaceptable medio de presión contra Irán para lograr ilegales cambios en un acuerdo que, por si fuera poco, cuenta con la aprobación expresa de la Organización de Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad.
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Y así, en sucesivos intercambios realizados en estos meses con representantes internacionales, de la Unión Europea y de otros firmantes, Teherán ha recordado e insistido en que la divisa negociadora del país persa en Viena es la política de “acción por acción” en lo referente al levantamiento de las sanciones y el posible regreso de Washington al acuerdo.
En pocas palabras, que no habrá soluciones si los Estados Unidos no acaba antes con sus paquetes agresivos y sus pretensiones de reescribir el Plan Integral de Acción Conjunta para modificar y añadir cuantos acápites y demandas satisfagan sus propios intereses hegemonistas y anti iraníes.
Y precisamente en ese sentido, y a tono con la próxima reanudación de los diálogos en Viena, funcionarios rusos de alto nivel declararon que la reapertura de dichos encuentros no debe implicar, para nada, empezar todo de cero.
Las fuentes recordaron que ya hay un buen trecho andado, y por tanto de lo que se trata es de insistir en los escollos claves surgidos a partir de la salida unilateral de los Estados Unidos y su programa de agresivas sanciones contra Irán como medio para “ablandar” las posiciones persas vigentes desde 2015, y que entonces fueron admitidas, redactadas y asumidas con total beneplácito por todos los firmantes, incluida la Casa Blanca.
No obstante, y si no sucede nada diferente en los próximos días, es posible que un Washington irresponsable y bilioso -por aquello de su congénita vocación de baladrón impenitente- no reaccione aún ante la evidencia de que, o retorna sin griterío ni insolencia a lo que quiso recoser a su capricho, o tendrá que entallarse con más fuerza la fama de contumaz matrero, violador de tratados, e interlocutor sin honor.
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