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viernes, 15 de noviembre de 2024

De perros y gatos

Cuando faltan apenas unos días para el cambio de jefe en la Oficina Oval, la escena interna de los Estados Unidos exhibe sus bochornos...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 14/01/2017
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Donald Trump para De perros y gatos
El frente mediático controlado por los opositores a Trump insiste, con fuerza, en establecer la imagen de un nuevo presidente que debe su triunfo al presunto injerencismo informático ruso

A estas alturas es evidente que el cercano cambio de gobierno norteamericano resulta una lúcida vitrina en torno a cuanto de turbio y retorcido  acumula el aparataje político local.

Y los signos son más que evidentes…chillones, para ser más exactos en su descripción.

La tradicional dirigencia del Partido Demócrata, por ejemplo, apaleada y resentida luego de los comicios de noviembre último,  está haciendo todo lo posible por crearle las más grandes dificultades posibles al controvertido Donald Trump una vez instalado como mandatario.

Empeño en el cual, además, se involucra seriamente el saliente presidente Barack Obama, quien en el último mensaje a sus correligionarios les alentó para que “no dejen perder su legado” en manos del magnate electo.

Por demás, el frente mediático controlado por los opositores a Trump insiste, con fuerza, en establecer la imagen de un nuevo presidente que debe su triunfo al presunto injerencismo informático ruso, e incluso propaga que Moscú posee evidencias comprometedoras para la moral de Trump, lo que le hace susceptible de chantaje, aun cuando todavía no haya expuesto una sola evidencia que avale tales acusaciones.

Todo aderezado, además, con la apresurada imposición de nuevas sanciones económicas al Kremlin y  provocadores movimientos militares de última hora en Polonia, de manera de crear un clima tenso y difícil que justifique la mayor demonización de Rusia  y agudice la ojeriza sobre el díscolo mandatario de estreno y sus pretendidos lazos y débitos con el gigante euroasiático.

De hecho, las presiones vienen incluso del sucio oportunismo de figuras republicanas entronizadas en el Congreso, que hasta último momento renegaron de la candidatura de Trump, y que objetivamente le deben hoy, desde el mantener sus cargos y privilegios oficiales, hasta la propia supervivencia de ese Partido.

Y hablamos, por ejemplo, de determinados congresistas cubanoamericanos de ultraderecha que desdijeron del magnate y ahora pretenden imponer sus resabios políticos en el curso de la futura política exterior local en consonancia con sus desaliñados intereses sectoriales, tal como acaba de ocurrir en la sesión de aprobación del empresario petrolero Rex Tillerson como Secretario de Estado, más allá de lo que el nuevo equipo esté considerando o no acerca de los vínculos futuros con La Habana.

Desde luego, y vale repetirlo, ni Donald Trump ni muchos de sus seguidores son simples e indefensas palomas.

Y ciertamente, imbuido de una desbordada suficiencia  e irreverencia, el presidente electo sin dudas se ha extralimitado más de una vez en frases, calificativos y juicios, pasando por alto que conducir los destinos de un país, y mucho más de una potencia global, no tiene mucho que ver con armar o desarmar negocios.

Lo cierto y puesto a la luz es que  los demócratas no le van a perdonar por mucho tiempo el haberles desbancado en los más recientes comicios generales, ni los Clinton ni sus sargentos políticos estarán finalmente conformes con el desastroso fin de las aspiraciones de Hillary, que por un momento se concibió como la primera mujer que asumiría la Casa Blanca en la historia del imperio estadounidense.

En cuanto a lo que sucederá con Trump una vez investido todavía no parece haber nada seguro, a pesar de las declaraciones, insinuaciones, juicios, marchas y contramarchas que caracterizan estos días previos a la ceremonia de juramentación.

Al menos así lo estiman no pocos analistas (con los que personalmente concuerdo), a partir de la inexperiencia política del inminente jefe de la Casa Blanca, de su apego al clásico "pragmatismo” Made in USA, de su desbordado temperamento, y de lo enredado del panorama general que le circunda y que de alguna forma se intentó reflejar en párrafos anteriores.

Es, al decir de alguien, una riña entre perros y gatos donde la bulla llega casi al cielo y los traspiés y golpes de mano siguen estando a la orden del día, apegados a los intereses de cada  individuo o grupo involucrado en tan crucial asunto.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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