“Líder” de la primera potencia capitalista de nuestro tiempo, Joe Biden, acaba de hacerse presente en Roma en una nueva cumbre del privilegiado G-20, y luego en Glasgow, en la sesión de alto nivel de la COP 26, destinada a intentar salvar al planeta de los multiplicados rigores del cambio climático.
Desde luego, nada fue innovador ni positivamente trascendente en su recorrido bajo la severa y estridente custodia de al menos un centenar de vehículos policia-les y de los servicios secretos. En todo caso sí hubo más de un suceso como para disparar las alarmas, ampliar las dudas y sumar los desconciertos.
Uno de los primeros se remite al encuentro de Biden y el presidente francés, Emmanuel Macrom, en torno al dislate bilateral provocado por la creación en voz baja por el trío USA, Gran Bretaña y Australia, de la alianza antichina AUKUS, cuyo surgimiento provocó la reacción por Camberra de la compra de varios submarinos convencionales galos a cambio de los de propulsión atómica que hora deben llegarle de la industria militar estadounidense.
Lo inaudito, según observadores, es que, luego de convocar a su embajador en Washington y calificar el desaguisado de “puñalada por la espalda a Francia”, Macrom aceptase sin más la insulsa justificación de Biden de que “personalmente no estaba al tanto de que París no supiese de las tratativas sobre el AUKUS”, y diese por “olvidado el incidente” para sumar otra vez a la nación gala, sin reserva alguna, a las agresivas y extr-mistas andanzas mundiales de hechura Made in USA.
Como bien apuntó al respecto el analista internacional Carlos Martínez, “la confesión de Biden es grave”, porque “si es verdad, entonces resulta un presidente al que le hacen cosas muy graves a sus espaldas”, y “si no es verdad, entonces es una manipulación” del dignatario gringo con relación a un pretendido socio.
Pero resulta que en Roma también Biden pifió en un encuentro con los líderes de Alemania y Gran Bretaña al hablar sobre el llevado y traído pacto nuclear con Irán de 2015, del cual Donald Trump retiró unilateralmente a Washington tres años después, y al cual al demócrata prometió regresar durante su campaña elec-toral.
Así, en su dialogo con Angela Merkel y Boris Johnson, el inquilino de la Casa Blanca afirmó que en este caso “los Estados Unidos sufre aún la nociva herencia de los días de la presidencia republicana”, pero lejos de anunciar una vuelta inmediata al pacto, insistió en intentar un nuevo texto de neto corte injerencista con relación a Teherán, e hizo mutis en torno a las consuetudinarias sanciones contra Irán impuestas por su administración para logar, precisamente, uno de los principales propó-sitos trumpistas.
Algo similar a lo que ocurre con otros ofrecimientos electoreros previos a su llegada a la Casa Blanca, como la “normalización de las relaciones con La Habana” hoy tan tensas y agresivas como en la era Trump, por solo citar un ejemplo adicional de sus sonadas inconsecuencias.
Por demás, la presencia del presidente norteamericano en Glasgow durante la COP-26 no pudo ser más desajustada y dañina.Si bien Washington volvió al Pacto de París sobre cambio climático, del cual también fue sacado unilateralmente por la administración precedente, Biden ocupó su turno para dedicarse de lleno a culpar a Rusia y China por la desmesurada contaminación atmosférica causante del acelerado calentamiento global, lo que derivó su discurso, al que se adhirieron no pocos de sus feudatarios internacionales, en una diatriba insulsa y a mil millas de la sustancia del foro que le sirvió de tribuna.
Una de las razones claves para que el Secretario General de la ONU, el lusitano Antonio Guterres, se mostrara textualmente “desesperanzado” sobre el desempeño de la conferencia en su segmento cumbre, devenida trampolín para la elucubración política insana cuando el mundo se aboca a severos trastornos medioambien-tales de los cuales el cabecilla del “Occidente industrial” y subdesarrollante y su coro de expotencias venidas a menos, acumulan las más abultadas culpas históricas.Afirman agencias de prensa que con su tradicional y aguda parsimonia, el Papa Francisco, al recibir a Biden por estos días, y luego de reclamar en su presencia un mundo en paz y con justicia para todos, solo le calificó amablemente de “un buen católico”…pero hasta ahí.
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