Es evidente que lo que viene ocurriendo en la divisoria entre Bielorrusia y Polonia no es precisamente una tirantez de orden estrictamente bilateral.
Y, según analistas, esa conclusión procede porque Varsovia sola no se lanzaría en semejante aventura provocadora, y porque quienes están detrás gozan con aquello de ponérsela bien mala a Moscú y a Minks a las puertas de casa, como lo ejecutan ellos mismos en vivo y en directo en el Mar Negro o en las costas rusas del Pacífico.
El asunto es que, de una manera inusual e inesperada, tropas polacas en número de miles de efectivos, han sido desplegadas frente a la divisoria con Bielorrusia para frenar lo que califican de “provocación” a la OTAN y la UE, de las que Varsovia forma parte muy a gusto, mediante el intencionado “tráfico de migrantes” hacia Occidente.
Se trata de que poco más de cuatro mil ciudadanos extranjeros, básicamente de Asia Central y Oriente Medio, ambas regiones bajo belicoso asedio hegemonista desde hace decenios, se reunieron frente a suelo polaco con la intención de adentrarse en aquel país y seguir su camino al Oeste del Viejo Continente en busca de una vida más llevadera ante el drama que Washington y sus díscolos aliados han instalado históricamente en sus tierras de origen.
Desde luego, no es asunto nuevo, pero sin dudas ha sido asumido por Polonia y algunos dentro de las repúblicas bálticas ex soviéticas, todos muy apegados a la hostilidad hacia el Kremlin, para extender el fuego en la frontera Este del gigante euroasiático, golpear además a la incómoda Bielorrusia por su identificación con el Kremlin, y ganar renovados créditos con la Casa Blanca y los socios más recalcitrantes dentro del engendro otanista. Un empeño enfermizo de quienes llegaron tarde a la mesa y aspiran a sentarse más cerca de su cabecera.
Apúntese además como pronunciamiento nada elegante, indiscreto, y poco táctico, la reciente y textual afirmación pública del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, acerca de la “entera responsabilidad de Rusia en el desplazamiento de migrantes” desde Bielorrusia hacia su país, de manera de perjudicar a Europa Occidental con el estallido de una crisis inducida a partir de la presunta invasión de refugiados en dirección al Oeste.
Varsovia incluso ha declarado que “está bajo agresión” y por tanto tiene autorización legal para invocar sus vínculos con la Alianza Atlántica para repeler “la embestida de que está siendo objeto.”
En pocas palabras, un abierto reclamo a la OTAN para que prosiga su avance provocador y fortalezca su presencia militar en los predios inmediatos a Rusia y Bielorrusia, de manera de llevar las tensiones mutuas a límites extremos y explosivos.
Se sabe que Minks está desde hace rato en la mira hegemonista, y que como consecuencia ha enfrentado disímiles acciones desestabilizadoras y una cadena de sanciones a cuya “fundamentación” se une ahora el presunto trasiego de personas.
Las mismas víctimas que la “Europa humanitaria y sensible” rechaza y empuja a otras zonas, o que mueren por miles en las aguas del Mediterráneo en su empeño por desembarcar en hostil “prosperidad” de quienes tienen mucho que ver con el origen y la extensión en el tiempo de las desgracias que les agobian y espolean hacia el exterior.
Lo cierto es que lo que viene aconteciendo ante las fronteras polacas se ha convertido en un nuevo foco de serias tensiones, porque Bielorrusia como espacio inmediato, y Rusia como aliada comprometida con Minsk, no permanecerían impasibles si los fuegos se extienden a donde no deben.
De hecho Moscú ha ratificado sus compromisos defensivos con el gobierno que lidera Alexander Lukashenko y cumplimenta la solicitud de envió a Bielorrusia de poderosos medios de combate para disuadir los ardores expansivos de los oponentes, y sus miras de encender mechas que pueden activar el polvorín sin vuelta atrás.
Ray
17/11/21 11:01
Nestor, sólo dos precisiones sobre omisiones de su artículo:
1. Polonia se ha negado persistentemente al acceso de refugiados del Medio Oriente. Eso le trajo discrepancias con la Unión Europea y Alemania que quisieron imponerles una cuota de admisión, asi que el negarse a recibirlos por el este no es una novedad, es una política de Estado que se inició al negarse a recibirlos por el oeste. Hay varios paises de la UE que tienen una política similar y que están agrupados en el Grupo de Bratislava.
2. La identificación bielorusa con Rusia no ha sido estable, Lukashenko ha tenido serias diferencias con ellos en el pasado y ha coqueteado con Occidente. Si ahora estan tan identificados con Putin ha sido por su apoyo a raíz de la crisis generada por las elecciones no reconocidas por USA y la UE.
Por otra parte, Polonia está en todo su derecho a negar la entrada a su pais a quienes considere no elegible. Además Rusia se ha convertido en un puente para la entrada de refugiados a la UE, de lo que dan fe los intentos de acceso de refugiados por Escandinavia.
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