Este viernes, cuando los relojes marquen en México las 15:00 (hora local), el gobierno de Venezuela y la llamada Plataforma Unitaria de la oposición, incluida la más beligerante, retomarán la agenda de la mesa de diálogo que busca un camino para alcanzar la paz interna, quebrada por los enemigos de la Revolución Bolivariana.
Quizás nunca las partes, consideradas antagónicas hasta ahora en determinados puntos políticos, han llegado a alcanzar un entendimiento para normalizar el desarrollo nacional y continuar con el actual proceso democrático fomentado desde 1998 por el presidente Hugo Chávez, ya fallecido. Si eso ocurre, como desean los líderes socialistas, significa que, entre bastidores, Estados Unidos (EE. UU.) reconocería su traspiés en Venezuela, ya que esa poderosa nación es la principal orquestadora y organizadora de los planes de desestabilización contra el gobierno venezolano.
Es más, para alcanzar un acuerdo firme y duradero —dado que la oposición está derrotada en sus planes contrarrevolucionarios— la Casa Blanca tendría que ceder en sus posiciones draconianas contra un sistema político legítimo, escogido por su pueblo en elecciones democráticas.
Es muy probable que los asesores del presidente Joseph Biden —apabullado por su revés en Afganistán— le aconsejen eliminar al menos algunas sanciones y medidas extremas, decididas por su antecesor Donald Trump y rectifique ante la posibilidad de un nuevo desprestigio para su diplomacia.
Los gobiernos de los presidentes Chávez y Maduro poseen pruebas, y así lo han denunciado, de la intervención estadounidense en Venezuela mediante la financiación de los grupos opositores más radicales, y la formación de mercenarios radicados en Colombia con la anuencia del régimen ultraderechista de Iván Duque, su principal aliado en América Latina y el Caribe.
Estas fuerzas militares pagadas intentaron asesinar al presidente Maduro y a otros líderes revolucionarios, trataron de invadir el país por mar, realizaron atentados contra importantes empresas petroleras, incendiaron edificios institucionales y crearon grupos integrados por delincuentes que secuestraron ciudades y territorios. Desde Colombia entran por las fronteras con Venezuela grupos armados que crean el pánico entre la población, trasladan armas e incitan al odio.
Detrás de esta guerra no declarada, EE. UU. deviene el principal obstáculo para lograr la paz en Venezuela. Su política injerencista, rechazada por la mayoría de la población, impuso al país suramericano un bloqueo económico, financiero y comercial similar al que sufre el pueblo cubano desde hace casi seis décadas. Las medidas coercitivas aplicadas por EE. UU. y la Unión Europea han costado al país suramericano un aproximado de 30 000 millones de dólares.
Enemigo jurado de cualquier nación socialista o progresista, Washington es también un ladrón vestido de etiqueta. Con la colaboración de Reino Unido, su antigua metrópoli, en el Banco de Inglaterra hay retenidas más de 31 toneladas de lingotes de oro depositados allí por las autoridades de Caracas —y así lo dijo Maduro—, que en medio de la pandemia de la COVID-19 serían utilizados en alimentos y medicinas a las que ahora no tienen acceso debido al bloqueo. El valor de ese oro equivale a 1000 millones de dólares. Ese dinero no se ha devuelto a su legítimo propietario, que es el gobierno y pueblo venezolano, mientras EE. UU acepta y defiende que su protegido, el ex diputado Juan Guaidó, lo reclame como suyo.
Guaidó, autoproclamado presidente interino de Venezuela, está consciente de que sus empeños y los millones de dólares gastados por sus padrinos de la Casa Blanca de nada sirvieron, pues al aceptar participar en la mesa de diálogo también reconoce la legitimidad de Maduro en el Palacio de Miraflores, y de la Asamblea Nacional (AN) actual, con mayoría de delegados chavistas, pero también con la presencia de políticos de partidos opositores.
SEGUNDA AGENDA
El gobierno bolivariano ratificó su agenda para el diálogo en México, en la que aparece, en primer lugar, que los problemas deben ser resueltos entre venezolanos, sin intervención extranjera, aunque analistas coinciden en que cada paso dado por los opositores es orientado por la Casa Blanca.
De nuevo con la mediación de Noruega, la delegación oficial de nueve miembros priorizará las peticiones de índole económico-social a favor de la población, víctima principal de las extremas medidas imperiales.
El doctor Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y jefe de la representación bolivariana, expresó el pasado miércoles que “…existen una serie de propuestas bien definidas, sobre todo enfocadas en los aspectos económico y social, y en la atención del pueblo de Venezuela”.
En entrevista a la cadena multinacional TeleSur, Rodríguez indicó que el memorando de entendimiento firmado por las partes en agosto pasado, cuando se celebró el primer encuentro, signará la ruta de estas conversaciones. Además, precisó que la devolución de los recursos venezolanos que están bloqueados en el extranjero será crucial para poder solventar las necesidades de la población, principal beneficiaria en este proceso de diálogo.
Analistas internacionales coinciden en que la injerencia estadounidense lacera incluso el desarrollo interno de la oposición venezolana. Al decir de Rodríguez, sus partidos “están a merced y solicitando permiso constantemente a funcionarios y al gobierno de EE. UU.”, lo que llevó al fracaso dos anteriores intentos de diálogo.
Hasta ahora, luego de centenares de llamados de Maduro a negociaciones, dos de ellas lograron concretarse, pero fueron frustradas por la actitud de la oposición, que abandonó de manera inesperada y abrupta la mesa de diálogo.
Son siete puntos los de esta segunda agenda, que podrían dar un vuelco a la tensa situación interna por la que atraviesan los venezolanos, aunque nadie duda que Washington pondrá obstáculos y dilatará las negociaciones, sobre todo luego del error cometido por Biden en Afganistán. Ahora será más precavido y solo dará su brazo a torcer cuando logre que la parte venezolana también ceda en alguna de sus propuestas.
Tanto México, como anfitrión y auspiciador del diálogo, como Noruega mantienen absoluta discreción sobre la cita, que se efectuará a puertas cerradas.
VUELVE LA OPOSICIÓN RADICAL A ELECCIONES
El próximo 21 de noviembre, Venezuela celebra elecciones regionales, en los que serán electos 3082 cargos, entre ellos gobernadores y alcaldes, concejos legislativos y concejos municipales.
De cara a esos comicios, los sectores de la oposición que hasta ahora no reconocían a entes constitucionalmente designados y electos, como el Consejo Nacional Electoral y la AN, ya confirmaron su participación en la lid, lo que se considera otra victoria revolucionaria.
La Plataforma Unitaria anunció a principios de esta semana que se presentará bajo la tolda de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que agrupa a sectores de Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Nuevo Tiempo.
El anuncio lo hizo Jorge Ramos Allup, reconocido enemigo del gobierno venezolano, quien fue presidente de la AN y en su primera reunión suprimió los retratos de Chávez y de Simón Bolívar que prestigiaban el recinto. Allup señaló en conferencia de prensa que tanto EE. UU. como la Unión Europea estaban de acuerdo con la decisión opositora, lo que ratifica la dependencia de los conservadores a grupos de poder extranjeros.
Esos partidos fueron también instigadores de la violencia desatada en el país, que causó centenares de muertos y miles de heridos. Es un logro que los ultraderechistas, después de tantos llamados a invasiones, a medidas coercitivas, a sanciones, a bloqueos, asuman que no queda otra vía diferente que la constitucional y democrática.
Debido a la decisión opositora, el CNE extendió por 24 horas las inscripciones a los comicios para darle oportunidad a los eventuales candidatos.
Este de ahora es un momento de suma importancia para Venezuela, pues, si los opositores actúan de buena fe —lo que muchos no creen, dadas sus posiciones beligerantes— quizás haya una chance para que ese bello y pacífico país recobre su brillo.
Si no ocurre algún imprevisto, el próximo día 6 el mundo conocerá cuánto se ha avanzado o no en esta circunstancia política.
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