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domingo, 24 de noviembre de 2024

Cantar de un “elegido”

Barack Obama juramentó su segundo mandato y se proyectó como un renovador del imperio...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 25/01/2013
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Juramentación Obama
Obama no cuenta con el control demócrata sobre la Cámara de Representantes.

Cuatro días después del llamado Martin Luther King Day, instituido como feriado especial cada 17 de enero en homenaje al asesinado luchador por los derechos civiles de la población negra norteamericana, el reelecto Barack Obama juró nuevamente su cargo como presidente de los Estados Unidos.

Asumió así, el día 21, su segunda y última ronda en la Oficina Oval, llevando en la cartera no pocas promesas electorales pendientes de sus primeros cuatro años al frente del gobierno, y la etiqueta de haber sido reelecto por constituir la menos mala de las opciones proyectadas sobre el electorado por los partidos que dominan el escenario político local.

Y Obama no desaprovechó la ocasión, aún cuando, tal como escribía un analista español en torno al nuevo mandato del primer presidente no blanco en la historia norteamericana, a los Estados Unidos “no lo van a salvar los salmos ni las plegarias” y es “entre la admiración y el desengaño que se sitúa la figura de este personaje en esta encrucijada de la historia.”

De manera que en su discurso a la nación, justo al reasumir su cargo, el jefe de estado intentó una retórica muy propia de una suerte de “elegido” en la tarea de establecer una nueva imagen nacional.

Sus permanentes alusiones a los sacrificios de los fundadores de la Unión, a la participación norteamericana en los dos grandes conflictos bélicos mundiales, a los valores de la “democracia y la libertad”, y a “la iniciativa, la ingeniosidad y el esfuerzo de los ciudadanos” en el desarrollo del país como potencia capitalista de primer orden, intentaron sin dudas, en medio del pantano, insuflar a los oyentes la primera dosis de una suerte de “suero moral” al estilo de Franklin Delano Roosevelt y John F. Kennedy.

Y para algunos observadores, esa podría ser el perfil, al menos en su incidencia pública, de los próximos cuatro años de mandato de Obama, ahora sin la presión de optar por un nuevo período presidencial, aunque siempre atento a no establecer precedentes negativos que cierren el paso al aspirante demócrata que pretenda sucederlo en la Casa Blanca.

Todo ello, desde luego, se inscribe en el lado del imaginario. Pero el asunto es que el martillar en lo subjetivo no lo es todo para gobernar. Son indispensables además escenarios y respuestas tangibles, y allí es donde se enreda la madeja.

De hecho, Obama no cuenta con el control demócrata sobre la Cámara de Representantes, mientras entre los republicanos, molestos aún por la derrota electoral, se extiende la falta de disposición para asumir concesiones.

Ello impondrá al presidente el ejercicio de fuertes presiones sobre el legislativo, o de lo contrario resignarse al inmovilismo y a la eternización de diferendos como los relativos al techo presupuestario, los programas sociales, o el control a la venta y uso de armas de fuego, por solo citar tres espinosos ejemplos.

Por demás, y a pesar de haber proclamado en su discurso que para los norteamericanos “va llegando a su fin una década de guerra”, está por ver si en los próximos cuatro años, por ejemplo, la Casa Blanca cejará en sus intentos por establecer un escudo antimisiles que le permita ataques nucleares sin repuesta de los agredidos, o si frenará sus agresiones desestabilizadoras en Asia Central, Oriente Medio y África a cuenta de la cruzada antiterrorista que inauguró George W. Bush poco después de los controvertidos atentados del 11 de septiembre de 2001.

Y es que solo el tiempo y la vida pondrán en claro lo que hay de verdad o no en la retórica desplegada este 21 de enero por Barack Obama, y hasta dónde podrá o no componer el rompecabezas de una potencia imperial que cada vez parece serlo menos.

Porque, vale insistir nuevamente en el juicio expuesto en párrafos anteriores, del abismo no se sale a cuenta de bellas palabras, exaltadas invocaciones o ropajes mesiánicos.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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