La serenidad retornó paulatinamente a la norteña aldea de Solhan, en Burkina Faso, aunque aún persiste el temor de otra matanza como la del 5 de junio, que causó más de 160 muertos y una estampida de miles de personas.
De ese evento aún se desconocen los móviles aparentes y reales, así como si entrañó un objetivo político inmediato más allá de conflicto confesional, antipatías comunitarias o rencillas económicas, y fue un terrible golpe en la conciencia pública africana.
Identificado como el peor suceso de su tipo en la trayectoria del país, el hecho se convirtió en innegable ejemplo de acción terrorista, la cual no deberá quedar impune y que durante este año le precedieron otros asaltos causantes de más de un centenar de occisos en el oeste saheliano
Según los hechos reconstruidos a partir de testimonios, los agresores llegaron al poblado el 4 para el 5 de junio en tres autos y unas 30 motocicletas y primero atacaron a los trabajadores en una mina de oro informal en las afueras de la aldea, y luego fueron contra el mercado del pueblo, mientras quemaban negocios y viviendas.
Una fuente, sin embargo, concedió más importancia al hecho de que el asalto comenzó con un asedio a un puesto de milicias progubernamentales, los Voluntarios para la Defensa de la Patria (VPD), colaboradores del Ejército en su enfrentamiento a los grupos terroristas.
Lo de Solhan se inscribe en un ambiente de inseguridad subregional con un incremento de acciones de terror y espectacularidad en el espacio semidesértico, que desde 2011 sufre inestabilidad por la guerra desatada por países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra la vecina Libia y en la cual asesinaron al líder Muamar el Gadafi.
Observadores opinan que la franja territorial colindante con el Sahara sufre un 'efecto colateral' de aquella contienda contra Trípoli que tomó fuerza y maduró, y ahora perjudica a toda esa zona ecoclimática que atraviesa al continente, aunque los Estados más afectados por el terrorismo son Níger, Mali, Chad y Burkina Faso.
La cifra oficial de muertos en la masacre proporcionada por el gobierno fue de 132, pero medios de prensa aseguraron que la cifra de víctimas fatales fue 160, como precisó un trabajador humanitario, mientras un testigo de las inhumaciones se refirió a más de 130 cadáveres.
El impacto que causó en la subregión saheliana la matanza de Solhan le confirió a ese asesinato masivo de civiles un dramático carácter de mecanismo de presión (circunstancial o permanente) contra los Estados: los cadáveres amontonados suelen causar reacciones valientes contra intereses mezquinos, pero también rompen los diques de la cordura.
Heni Nsaibia, analista del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados, que monitorea los ataques en Burkina Faso, afirmó que la masacre mostró cómo la seguridad en el Sahel no mejoró pese a la presencia de miles de soldados internacionales y del entorno inmediato.
En declaraciones recogidas por el sitio aljazeera.com, el especialista señaló al vecino Níger como víctima de la violencia y donde el número de civiles muertos en los primeros cinco meses del año superó la cifra de ciudadanos asesinados por grupos armados de cualquier período anterior.
Sin embargo, un razonamiento “seco y puro” resulta inconsistente ante el dolor humano. Del Estado se esperan conductas equilibradas, aunque efectivas para de defensa y seguridad, de ahí se desprende la decisión del gobierno en Uagadugú de crear una fuerza especial dentro del Ejército.
El presidente, Roch Marc Christian Kaboré, aprobó establecer una unidad con tales características por la escalada de la violencia en el país, unas tropas facultadas para actuar en todo el territorio nacional e, incluso, en el extranjero, siempre y cuando haya acuerdo con los respectivos países.
Como parte de las medidas de contención de las agresiones, las fuerzas de seguridad y el Ejército de Burkina Faso continúan desplegadas en las regiones del Norte y Sahel, donde en el mes de mayo perecieron decenas de personas a causa de diversos ataques y donde se empoderó la intimidación de los grupos yihadistas.
Conforme con cifras oficiales, más de 1400 muertos causó la espiral de violencia en esa parte del país y originó más de un millón los desplazados desde el 2015, entre estos se hallan quienes huyeron del infierno de Solhan.
En resumen, algunos estudiosos opinan que muchos actores en el conflicto en el Sahel emplean la brutalidad para controlar a la población civil, a la cual utilizan como rehén de sus más oscuros intereses, con lo que ahondan la crisis general en la subregión, cuya fragmentación en mandos y doctrinas van contra el corazón de Estados como Burkina Faso.
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