Ciertamente, la segunda vuelta electoral realizada este junio en España, en el interés de formar gobierno, no ha sido hasta hoy un episodio feliz en términos de avance de las ideas menos retrógradas hacia la conquista de La Moncloa.
De manera que, luego del fracaso de una posible concertación de la izquierda moderada y la liberal para formar ejecutivo luego de los ineficaces comicios de diciembre pasado, para no pocos observadores locales parecería que ha quedado atrás la hora de un posible triunfo de ambos segmentos.
El Partido Socialista Obrero Español, PSOE, cuyo líder Pedro Sánchez fue convocado por la Corona para goberanar el país, no logró acuerdos con el movimiento Podemos ni con otras fuerzas radicales, por lo que la ciudadanía debió acudir otra vez a las urnas.
Ahora, han sido el derechista Partido Popular (de gobierno) y su jefe, el repudiado Mariano Rajoy, los que han logrado un innegable avance al acumular la mayoría parlamentaria, aún cuando no resulta suficiente para otorgarle el derecho automático a la presidencia del gobierno y a crear gabinete.
Y si bien los sectores de izquierda y otros grupos políticos han reiterado que no apoyarían un nuevo período de Rajoy al frente de los destinos nacionales, parecería que dentro de ese amplio y variopinto sector opositor ya empiezan a sonar voces conservadoras que, alegando “el bien y la estabilidad públicos”, se inclinarían por al menos no obstaculizar las aspiraciones del cabeza del PP de volver a liderar el ejecutivo.
Se trata precisamente del ex jefe de gobierno y ex líder del PSOE, el controvertido Felipe González, quien no solo ha hecho críticas a la “falta de flexibilidad” de la izquierda, sino que además ha pedido a su partido una “mayor responsabilidad con el país” y, por tanto, de ser necesario, no establecer obstáculos para que la derecha retome La Moncloa, toda vez que, en su criterio, definitivamente fue la fuerza más votada en los comicios de junio último, y por tanto la que debe realizar las gestiones claves para establecer los mecanismos de gobierno.
En ese sentido urgió a Mariano Rajoy a dialogar con un programa concreto en mano, y a sus interlocutores a abrirse a la posibilidad de conversar e, incluso, de no entorpecer —vale repetirlo— un posible desenlace favorable a la continuidad del PP en el poder.
Así las cosas, ya aparecen las declaraciones de quienes consideran “lógico y sensato” el “comedido” llamamiento de un Felipe González cuya trayectoria política (hay que decirlo) ha dejado mucho que desear en materia de consecuencia con las ideas que dice profesar, y que —según las opiniones de ciertos sectores— ha terminado por convertirse en un “camaján” empeñado en perpetuar el juego político tradicional instaurado en España desde el llamado “retorno a la democracia” tras la muerte del dictador Francisco Franco.
Lo cierto es que esta posición no deja de ser un espaldarazo a la derecha y apunta a que, como ya decíamos, el PSOE no altere el bipartidismo y la alternancia política que a visto roidas sus bases a partir de la severa crisis económica y social de los últimos años, y el surgimiento de otras alternativas en disputa por la conducción nacional, como el izquierdista Podemos, y Ciudadanos, de centro derecha.
Habrá que ver entonces qué decide la actual direción del PSOE, cuya posición hasta hoy no altera el esquema inicial de rechazar la vuelta de Rajoy, pero que nadie puede asegurar no asuma un cambio de timón y se decida, bajo el argumento de “responsabilidad con el país”, a admitir y validar la peregrina tesis del “decano” Felipe González.
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