Y en efecto, llegados incluso desde la mismísima Casa Blanca, donde el presidente Barack Obama no tardó en dar su resplado personal a la aspirante demócrata Hillary Clinton, luego que esta asegurase su virtual nominación en los más recientes comicios parciales.
Obama elogió la figura de la posible candidata de su partido, y proclamó llegada la hora de trabajar unidos y más allá de posibles diferencias de criterios, de manera de evitar un triunfo republicano.
Nada casual, pues sus declaraciones tuvieron lugar luego de una conversación en la Oficina Oval con Bernie Sanders, el otro contendiente demócrata en la lucha por la nominación oficial, quien sin renunciar a seguir en campaña frente a la Clinton, reiteró que colaborará con ella para que la Casa Blanca no sea ocupada por los conservadores.
De hecho, no pocos políticos demócratas se han inmutado por la decisión de Sanders de seguir adelante en sus aspiraciones a pesar del ya reconocido triunfo de Hillary Clinton, y hasta aducen que la Convención Demócrata podría verse enriquecida con el intercambio de pereceres de ambas tendencias.
Lo cierto es que más allá de cuanto se colija sobre el tema, ya puede darse como un hecho consumado que la Clinton encabezará la boleta de su partido en noviembre, y está por ver a quien escogería como compañero o compañera de candidatura, toda vez que, según medios de prensa, en los últimos días la aspirante “describió a la senadora Elizabeth Warren, líder del ala progresista del Partido Demócrata, como calificada para ser su compañera de fórmula.”
No obstante, asegurar nuevamente la presidencia de los Estados Unidos no parece ser en esta ocasión una batalla relativamente fácil para el partido que aspira a continuar al frente del ejecutivo, con más razón si el bando republicano acata el arrolador avance del controvertido aspirante Donald Trump y lo convierte en su candidato oficial.
Es una realidad que sin dudas está presionando para que incluso tempranamente Barack Obama ya haya dado su respaldo oficial a la Clinton, que Sanders hable de apoyo a la aspirante si finalmente encabeza la boleta presidencial, y que se pretenda un movimiento de convergencia interna libre de toda fisura o resquemor.
Y es que Trump, con sus aires irreverentes, sus decisiones inesperadas, y un discurso cargado de referentes que sin dudas atraen a mucha gente común, podría convertirse en un formidable rival para las aspiraciones de Hillary Clinton de convertirse en la primera mujer que encabeza la Casa Blanca en la historia nacional.
No se pueda pasar por alto que Trump ha roto los esquemas tradicionales del partido que dice representar hasta el punto de llegar a establecer un conflicto con sus líderes más reputados, a lo que se une el hecho de que, como gran magnate al fin, conoce, maneja y ha utilizado más de una vez todas las debilidades y triquiñuelas de una arquitectura política nacional a la que no ha dejado de fustigar en muchas de sus más explosivas intervenciones públicas.
De manera que casi lista la cazuela para el gran cocido electoral norteamericano de noviembre cercano, vale afirmar que nadie puede eventurarse aún a vaticinar cual será el sabor predominante en el gran plato final.
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