Malas nuevas para aquello empeñados en domeñar al planeta, imaginar tronos propios de orden absolutista, y gastar recursos y tiempo en demonizar, sancionar y hostilizar a oponentes que le vienen dando raya desde hace buen rato.
Y se trata de que por estos días, y en conferencia virtual, los presidentes ruso, Vladímir Putin, y chino, Xi Jinping, anunciaron en conjunto la ejecución de un proyecto energético nuclear de primera línea que, al decir de Moscú, eleva en términos considerables la “alianza estratégica” bilateral que de hecho impide a Washington hacer de las suyas en el puntual y amplio escenario euroasiático.
Este proyecto, abundó el jefe del Kremlin, denota “los avances significativos en la consolidación de la cooperación multidimensional y la confianza mutua con Beijing en los ámbitos político, los asuntos internacionales, el comercio y la economía, así como en los intercambios cultural-humanitarios.”
“Se puede afirmar con toda justicia- enfatizo Vladímir Putin- que ahora las relaciones ruso-chinas alcanzaron el nivel más alto en la historia”.
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Vale recordar que desde mucho tiempo atrás los tanques pensantes norteamericanos y del resto de Occidente advirtieron textualmente que “quien domine Eurasia dominará al mundo”, y si en ciertas etapas históricas ese postulado pudo dar algunos pasos y establecer ciertos pivotes, hoy es irrealizable para quienes enarbolan desbocados empeños expansionistas e imperiales.
Y es que esa región cuenta entre sus principales pilares con dos poderosas naciones conscientes de que solo con la unión podrán sortear y hacer polvo con entera efectividad los desafíos que les impone la arrogancia hegemonista: justo el gigante país oriental que para fecha cercana desplazará a los Estados Unidos de su raído trono de primera potencia económica global, y el coloso euroasiático que acelera su recuperación entre los líderes del planeta luego de la dañina, dura e inmediata experiencia post soviética.
De hecho, en fecha no tan lejana, y cuando restaban pocos días para la expiración del Tratado de Amistad y Buena Vecindad entre Rusia y China, los respectivos mandatarios manifestaron su interés de “elaborar un nuevo acuerdo que tenga un contenido histórico” como consecuencia de “un proceso de compenetración natural e inevitable” entre ambas partes.
Algo así, explicaban entonces analistas, como un bloque defensivo con todas las de la ley en un escenario global de serio antagonismo entre los defensores de la multilateralidad y los abanderados del hegemonismo.
En ese contexto, por tanto, el anuncio del protocolo para la colaboración mutua en materia de energía atómica al cierre de este mayo, apunta a dar cuerpo a esa integración necesaria y en gran escala entre Moscú y Beijing.
Según el presidente Xi Jinping, el protocolo establece la construcción y puesta en marcha de varias unidades de generación de energía nuclear con tecnología rusa en dos centrales nucleares chinas, que se prevé entrarán en servicio dentro de cinco y siete años respectivamente.
De manera cooperada, especialistas de ambos gigantes geográficos montarán y pondrán en marcha reactores nucleares potentes y modernos de diseño ruso que cumplen con todos los requisitos de seguridad y los más altos estándares ecológicos.
Para el líder chino, este acuerdo será un importante aporte al logro de un sistema más abierto de gestión de la energía global, al hacer hincapié en que la tarea de todos los países consiste en la lucha contra el cambio climático.
“China y Rusia, como potencias responsables, deben contribuir a la realización de un mayor número de proyectos con bajas emisiones de carbono, tal como requiere el bienestar del planeta”, enfatizó Xi Jinping.
Medios de prensa explicaron que los reactores rusos están destinados a las centrales nucleares chinas de Tianwan, en la provincia de Jiangsu, y la de Xudapu, en la región de Liaoning.
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