A como dé lugar

En reciente visita a Ankara, el vicepresidente norteamericano, Joe Biden, advirtió sin mayor rubor que su país y Turquía están listos para pasar a las acciones militares en Siria  si fracasan las soluciones políticas.

 En ese sentido precisó que entonces las tareas a cumplir serían el presunto combate contra las bandas del terrorista Estado Islámico, EI, (díscolo hijastro de la coaligada hostilidad occidental, sionista y de las satrapías árabes en Oriente Medio y Asia Central), asegurar apoyo a los restantes “grupos rebeldes” que luchan contra Damasco, y golpear al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que el gobierno otomano considera una “amenaza a su seguridad”.

En pocas palabras, un despliegue bélico que refuerce la pretensión de imponer en suelo sirio todas las metas claves de orden imperial destinadas a establecer el control, lo más absoluto posible, sobre un área geográfica de orden estratégico, tanto desde el punto de vista energético, como por su ubicación a las puertas de Rusia y China, los dos grandes objetivos a batir por quienes aspiran al trono global a todo costo y a toda costa.

En consecuencia, no resulta extraño a los ojos de los analistas, que horas antes de los pronunciamientos de Biden tropas turcas acompañadas de carros de combate, blindados y vehículos para el barrido de minas, violaran la frontera con Siria y se internasen en dirección a la ciudad de Jarablus, en manos del EI, avanzaran sin ninguna resistencia de los terroristas, y pretendieran con ese movimiento mantener la falta de conexión entre las milicias kurdas que combaten a los yihadistas desde los cantones de Kobani y  Afrín.

Eso por una parte. Por la otra, la pasividad total de los fanáticos islámicos ante a la ofensiva turca, confirma para muchos la colaboración que existe entre tales bandas mercenarias y una Ankara oficial que, como se recuerda, ha sido acusada de traficar con el petróleo que el EI roba en Siria y vende en el mercado negro para sufragar parte de sus gastos de guerra.

La nueva jugada bélica turca contra Siria se produce además cuando está pendiente la demanda de Irak por la presencia ilegal de efectivos otomanos en su territorio, específicamente en la norteña provincia de Mosul, también bajo el pretexto de enfrentar al EI.

De manera que el cuadro con relación al tema sirio podría complicarse en lo adelante, porque es evidente que no han cambiado en un ápice las intenciones preferentes de aquellos que promovieron el conflicto para derrocar al gobierno legítimo de Bashar el Assad, y por tanto el movimiento militar turco, norteamericano y de sus coaligados otanistas  podría interpretarse como la antesala de un ataque a gran escala a partir de un renovado y premeditado sabotaje a toda negociación favorable a la paz.

En ese sentido, la agencia Rusia Today reprodujo días atrás las consideraciones del investigador sobre temas geopolíticos Tony Cartalucci, quien basado en datos del rotativo The Wall Street Journal, aseguró que Washington ha alentado a Ankara a “sellar” su frontera con Siria, lo que requiere de unos 30 mil soldados, curiosamente “el mismo número de tropas que se estima necesario para crear una zona segura ocupada por la OTAN en territorio sirio, la cual los políticos estadounidenses están planeando crear como un medio de protección de los titulados rebeldes apoyados por la Casa Blanca y sus aliados.”

Un paso que, además, apunta contra el desempeño y efectividad de los contingentes castrenses de Rusia que actúan en Siria contra al Estado Islámico, y con cuya colaboración el ejército de Damasco ha logrado importantísimos avances en el campo de batalla, al punto que más de un millón de refugiados sirios ya han podido regresar a sus hogares liberados de la nociva presencia terrorista.