Sesenta años de trabajo en la radio y la televisión hacen de Renaldo Infante un nombre imprescindible en la historiografía de los medios cubanos. Decir que participó en la fundación de publicaciones emblemáticas como los diarios Sierra Maestra y Revolución, dirigió el Noticiero Nacional de Televisión e introdujo la televisión a color en Cuba, sería minimizar la obra de su vida.
Alcanzar los más altos reconocimientos no lo han convertido en un hombre frío, ni distante. Su fluida conversación y su envidiable memoria hacen de Infante un entrevistado ideal. A propósito del medio siglo del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) Cubahora se acerca a esta figura de nuestra cultura.
-Usted comenzó en la radio en la década del 40’. ¿Cómo fueron sus inicios?
En el año 1948 yo era Presidente de la Federación de Centros de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba, y el dueño de la emisora provincial CMKR me ofreció una hora de transmisión para que los estudiantes tuviéramos oportunidad de expresarnos. Organicé un pequeño equipo y realizamos el programa La voz estudiantil, con una marcada intención política. En esa época teníamos que ser un poco revoltosos porque era necesario exigir muchas cosas, desde materiales deportivos hasta locales de estudio. Gracias a esa experiencia decidí hacerme locutor; aunque no me fui inmediatamente para la radio, porque yo era profesor del antiguo Colegio Dolores, de la Orden de los Jesuitas.
En el año 1953 coinciden el Centenario de José Martí con el golpe de Estado de Fulgencio Batista, y algunos sectores de la intelectualidad decidieron sacar la celebración del oficialismo del momento. La Universidad de Oriente, la Sociedad Liceo, el Club Notario, el Club de Leones, la Asociación de Comerciantes, el Partido Ortodoxo y el Partido Socialista Popular se propusieron transmitir por radio la vida de Martí. El dueño de la CMKW ofreció la emisora, pero hacían falta narradores, actores, etc. La iniciativa estuvo a punto de fracasar porque no aparecía un guionista y yo decidí arriesgarme. El programa se hizo en coordinación con el Ministerio de Educación, y se escuchó todos los viernes en las escuelas de Santiago de Cuba durante un año entero.
-En esa misma etapa usted militaba en el Movimiento 26 de Julio…
Pertenecía a la sección de Propaganda, mi trabajo consistía en redactar boletines. Además, formé parte del Periódico Sierra Maestra en la clandestinidad -después del triunfo revolucionario lo dirigí-. En diciembre de 1957 hubo necesidad de reforzar la propaganda en la capital, porque los que hacían esa tarea en el Periódico Revolución habían caído presos.
Al principio de mi estancia en La Habana viví con mi amigo Jorge Sosía y luego con Feliz B. Caignet, pero a la dirección del Movimiento se le volvió imposible mantenerme económicamente y tuve que comenzar a trabajar. Caignet me recomendó en la CMQ, y me desempeñé como actor de novelas y aventuras.
El Triunfo de la Revolución nos sorprendió a Caignet y a mí en su casa viendo pasar los aviones que iban a bombardear el Cuartel Columbia. Por la mañana nos enteramos -por la radio- que Batista había huido.
En ese mismo año formé parte del grupo interventor del Instituto Nacional de Cultura. Cuando regresé a Santiago de Cuba ejercí como periodista e impartí clases en la Escuela Nacional de Periodismo Mariano Corona.
-Usted dirigió durante varios años el Noticiero Nacional de Televisión. ¿Cómo fue la experiencia?
Fui enviado allí en 1953 por Cesar Escalante, director de la Comisión de Orientación Revolucionaria Nacional (COR) —organismo al que pertenecía-. Imagínate que yo de televisión no sabía nada, solo mirarla. Al principio los periodistas más duchos me hacían bromas, entonces me di a la tarea de instruirme en todos los oficios que implicaban al medio. Aprendí a redactar para televisión, a filmar en la calle, a iluminar…, hasta que lo dominé. Fueron nueve años de aprendizaje que me sirvieron de mucho.
-Fundador del ICRT…
Las relaciones estatales con los medios aéreos eran a través del Ministerio de Comunicaciones, en la Oficina de Radiodifusión. Allí se mandaban a clausurar tranquilamente emisoras cubanas porque interferían las señales norteamericanas, amparados por el acuerdo regional de radiodifusión NARBA (North American Radio Broadcasting Agreement) —elaborado e impuesto a todos los países del área por los Estados Unidos-. Imagínate que ellos tenían en ese momento cinco mil emisoras, cualquier señal que transmitiéramos interfería con la de ellos.
Cuando la radio cubana empieza a dar sus primeros pasos los radiodifusores norteamericanos protestan -como era lógico- y nuestro gobierno decide que había que renegociar el acuerdo NARBA. Esa es una discrepancia que se ha mantenido en el tiempo, es el famoso problema de las interferencias mutuas.
Además se resolvió pasar la Oficina de Radiodifusión al edificio que hoy ocupa el ICRT y se designó como jefe a Ramiro Puertas, miembro de la COR Nacional. Allí analizábamos semanalmente el medio sonoro y a la televisión. Un tiempo después se determinó nuclearlos, y se aprobó la creación del ICRT, el 24 de mayo de 1962.
-Para 1975 usted ocupaba el cargo de Vicepresidente del ICRT, específicamente se desempeñaba como Jefe de Programación. Según su criterio, ¿qué no debe faltar en la parrilla de programación?
En los años en los que he ocupado cargos de dirección le he dedicado grandes ratos al estudio, para ver de qué manera se pueden hacer mejor las cosas. Aquí nos hemos basado fundamentalmente en el género literario —novela, teatro, cuento- para confeccionar una programación; géneros que en realidad se crearon para otras manifestaciones de la cultura, y no para nuestros medios.
Creo firmemente que hay que buscar el ‘genuino principio activo’ para confeccionar las parrillas; este principio se debe sustentar en los valores. En el pasado los medios vendían productos de consumo; ahora reproducimos un modelo similar, pero vendemos cultura.
Con mis alumnos hablo frecuentemente sobre la concepción ‘en espiral’ de la programación, una teoría en la que el eje es el valor que se quiere resaltar —que variará en dependencia del interés social- y las espirales son las diversas maneras en las que puedes incidir en el espectador. Es muy importante asumir al público como una masa heterogénea; se deben crear distintas formas de trabajo con cada grupo social para llegar a todos.
-En los últimos años se ha notado un aumento de programas extranjeros en la televisión. ¿Qué opinión le merece esto?
Desde el inicio de la Revolución se transmitían programas extranjeros, pero se cuidaba mucho que el 75% de los ellos fueran nacionales y el 25% extranjeros. Otra cosa es que el programa enlatado nunca se podía utilizar en el horario estelar, sino de relleno.
Esto cambia paulatinamente a partir del año 1975, cuando entra la televisión a color en Cuba. Aquí no existían los medios para desarrollar una producción en esas condiciones y aumentó considerablemente la compra de materiales foráneos.
En esa época se transmitieron programas que aún el público recuerda: Malú , -que dio comienzo al boom brasileño en Cuba-, El Carruaje y Sendas de gloria, dos seriales mexicanos excelentes. También adquirimos materiales de Canadá, Inglaterra, Colombia, Argentina, la antigua Unión Soviética, India...
Nosotros sabíamos el costo que implicaría esta variación, por eso éramos tan celosos con la selección de las obras. No debía haber contradicciones ideológicas. No es menos cierto que pasábamos mucho trabajo, porque las restricciones temáticas eran demasiadas. Con la música pasaba algo parecido —tanto en la radio como en la televisión-, aunque siempre privilegiamos la nuestra.
La realidad es que en estos momentos no hay posibilidades de mantener los porcentajes iniciales en los cuatro canales de televisión. Aunque también creo que los estudios no están lo suficientemente bien utilizados. A veces se le encarga un teleteatro a un realizador y se toma un año para hacerlo, eso no es televisión. ¿Cómo era posible que en el pasado existieran directores que hacían un teatro semanal dentro de los estudios? Se ha perdido el oficio…
-¿Cuál es su visión de los medios cubanos en estos momentos y sus principales retos?
Creo que por su poder de penetración, por su inmediatez, la radio está llamada —tal vez más pronto que tarde- a dar el vuelco que la información necesita para ser más crítica y original. Es necesario señalar los errores con un sentido altruista y constructivo, pero señalarlos. El gobierno y el Partido han demandado de la prensa ese esfuerzo, sin embargo la información sigue siendo plana; seguimos abordando nuestra realidad con verdadera blandenguería.
Con respecto a la televisión, estamos necesitados de un reordenamiento que implique una nueva programación; se deben definir cuántos programas extranjeros se van a utilizar, con cuántos recursos se cuenta para desarrollar proyectos nacionales.
Como reto para el futuro debemos abocarnos en el gran mercado que supone la televisión en el mundo; potenciar la competencia en festivales y eventos internacionales. La búsqueda de recursos para nuevas producciones es imprescindible actualmente.
-Luego de haber trabajando en los medios por más de sesenta años, ¿cuál ha sido su principal alegría?
Que me hayan reconocido útil.
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