Una puesta en escena que permite visualizar los conflictos inmanentes a una familia reflejados por Virgilio Piñera en uno de sus clásicos, Aire frío, interpretada por el grupo Argos Teatro como homenaje al centenario del autor en la sala ubicada en Ayestarán y 20 de Mayo, registra una afluencia enorme de público desde su estreno.
La obra denota un estudio a profundidad de Carlos Celdrán, director general y artístico, cuya escenificación evidencia un estudio riguroso del argumento, en una historia contada con minuciosidad en la obra original, que permite un cúmulo de lecturas a partir del desmontaje imprescindible para analizarla y realizar un acercamiento a la estética del grupo.
En tal sentido, el teatrista ha respetado el original de Piñera, aunque expresa que ha actualizado la historia al eliminarle giros lingüísticos, modos de vestir y actuar y determinadas referencias propias de la década de los sesenta, para posibilitar un diálogo más directo con el auditorio.
UN ASPECTO ESENCIAL: LA ACTUACIÓN
Inscrito en la arquitectura de la representación como algo esencial, el trabajo actoral llega a ocupar un plano cimero, al mismo nivel que el texto, a través de una interpretación interiorizada, convincente y con el mínimo de recursos expresivos, entre los cuales se distingue la voz, a partir de inflexiones y el uso del énfasis para subrayar emociones, en las situaciones en que se debaten los personajes, en su individualidad y como miembros de un núcleo social, y los móviles de su accionar, en tanto criaturas sacralizadas más allá de la cuarta pared, en las diferentes representaciones de este título en teatro y televisión.
Celdrán ha ahondado en las profundidades del pensamiento y en los sentimientos de cada uno de ellos en un estudio analítico de los móviles que devienen acciones en respuesta a incentivos sensoriales y sicológicos, traducidos en reacciones y expresiones que dan lugar a cadenas de acciones, frases o actitudes que caracterizan patrones de conducta, reflexiones y parlamentos puestos por el dramaturgo en boca de los personajes.
Como ha ocurrido en otros montajes de Argos Teatro, Carlos Celdrán huye de los arquetipos mentales y sicológicos en sus personajes y realiza lo que pudiera definirse como un arqueo de significados en las capas que se superponen, cuando empieza a develar enigmas inconclusos en otras lecturas teatrales.
INTERIORIZACIONES CON EL VUELO DEL PROTAGONISMO
Yuliet Cruz otorga un perfil renovado a Luz Marina, eje del argumento, cuya idea fija sobre el calor y su necesidad de adquirir un ventilador podría resultar una reiteración abrumadora, pero la intérprete logra conferirle una connotación oportuna a lo repetitivo de sus parlamentes, con los cuales Virgilio insistía para provocar en el público diversas reacciones ante la disyuntiva de resolver esta contingencia arrastrada por años, lo cual va adquiriendo connotaciones diferentes a medida que lo conflictual varía por la entrada de otros personajes y los cambios operados en la vida de los principales, con el decurso de los años.
En la propia Luz Marina se operan transformaciones que motiva su vida emocional, pues aquella soledad aberrante en familia encuentra un lenitivo en el matrimonio y ello le otorga una madurez que concita otros modos de actuar, registrados en la caracterización de Yuliet.
Pancho García despliega un trabajo actoral impresionante, no solo por su fuerza expresiva, sino por el acabado de su desdoblamiento, trazo a trazo, como ángel, el padre de familia, un soñador que jamás logró materializar las utopías que forjaba en una imaginación obnubilada por un optimismo que alentaba su razón de vivir.
La energía vital, que se advertía al inicio de la obra, de quien busca en las muchachas el impulso a su sexualidad, va dando paso a un deterioro físico recreado hasta ínfimos detalles con el preciosismo de un virtuoso del desdoblamiento, cuando la pérdida de la vista nubla hasta su mente, en una actuación que podría habarle hecho acreedor al Premio Nacional de Teatro que le fuera otorgado a los pocos días de haberse iniciado esta temporada.
Verónica Díaz se adentró hasta lo más íntimo de los sentimientos de Ana, la madre de familia, traicionada por Ángel, que se va aniquilando por los sufrimientos y parece irse extinguiendo, hasta llegar a un final terrible, con una gestualidad y ademanes que permiten avizorar su derrumbe total.
Alexander Díaz, quien parece haber incorporado de un modo orgánico la estética de Argos Teatro, en los aciertos acumulados en Talco, permite contemplar un personaje construido a fuerza de emotividad y atinada utilización de la técnica teatral, en un joven poeta que busca el paraíso en el exterior y regresa pleno de decepciones y amargura, al revertir sus ilusiones.
RECREACIÓN DE ATMÓSFERAS
El diseño de escenografía resume la ambientación interior de un hogar cubano con escasas posibilidades económicas, concebido por Alain Cruz, con una banda sonora evocadora de selecciones de temas emblemáticos de la música popular cubana, mientras el vestuario de Vladimir Cuenca completa el acercamiento visual a los personajes, y el diseño de luces de Manolo Garriga logra sintetizar las posibilidades de ambientación con una utilización inteligente e intencional de contrastes y dar la impresión de la entrada del sol a la escena.
VIRGILIO EN LA ÓPTICA DE CELDRÁN
Acerca de su decisión de llevar a escena esta obra, Carlos Celdrán confiesa que “mi primera reacción al releer Aire frío un vez más fue no hacerla. Quedé abrumado. La biografía familiar de Virgilio Piñera, el cuadro de época, el paso demoledor del tiempo, el absurdo y la repetición progresiva de sucesos cotidianos exigían una construcción escénica abrumadora, monumental, excesiva para mis propósitos actuales. Entonces, volví a leerla una y otra vez. En un momento dado, decidí hacerla. De algún modo había vislumbrado, tras todo lo dicho anteriormente, su extraordinaria sencillez.
“Ni biografía dramatizada, ni cuadro de época, ni ejercicio estilístico donde su autor hace confluir sus obsesiones estéticas (el absurdo, el realismo psicológico norteamericano) eran ya importantes. Si algo tenía de sorprendente Aire frío era su desnudez visionaria, su permanencia, su cercanía: una historia raigal sobre nosotros mismos. Encontré el camino de la versión, deseché la construcción de un dispositivo de época para centrar la acción en cualquier tiempo cubano y abrir el horizonte a comportamientos y caracterizaciones libres de arqueologías, donde las acciones pudieran acerar los personajes a nuevas resonancias.”
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