Desde la fundación del ICAIC, se creó un Departamento de Marionetas, especializado en la técnica stop motion, así como un Departamento de Dibujos Animados, integrado por especialistas que provenían de la publicidad, la gráfica, las artes plásticas y el diseño.
Años después, en 1989, surgen los Estudios de Películas de Animación, subordinados a la Productora Cinematográfica Icaic. En el 2003, debido al fortalecimiento de la producción cultural cubana, se convierten en los actuales Estudios de Animación del Icaic. Es considerada una institución líder en la producción de animados en el país, aunque no es la única. A pesar de no existir una escuela formal de animación en Cuba, es formadora de realizadores y especialistas en animación. Además, se dedica a la creación de videojuegos en colaboración con la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI).
Las producciones animadas de los primeros años del Icaic estuvieron marcadas por los diseños de Eduardo Muñoz Bachs y la creatividad en las narraciones. En la década del sesenta las producciones del Icaic iban dirigidas a un público adulto, su temática principal se centraba en contenidos políticos-ideológicos con el objetivo de informar y orientar al pueblo cubano sobre el enemigo. Entre las primeras entregas se encuentra El maná (1960), dirigido por Jesús de Armas, animado por Hernán Henríquez, Pepe Reyes y Wilfredo Díaz, y con la producción de Santiago Álvarez. Del mismo director resalta también La prensa seria (1961) y El Cowboy (1962), marcando el inicio de una etapa experimental. Otra de las creaciones más importantes es Los Indocubanos (1962), dirigida por Modesto García, en la que se vale de tres tipos de animación, completa o full animation, por recortes y por desplazamientos de cámara.
Desde los inicios del Icaic se empleó el stop motion, aunque era más frecuente la animación tradicional. Se desarrollaron películas cortas utilizando marionetas o muñecos de palo articulados, y también materiales como plástico, goma y plastilina. Algunos ejemplos de esta técnica en sus inicios son La Quimbumbia (1963) y Walo Walo (1965) de Miguel Fleitas, quien dirigió el Departamento de Marionetas de este centro.
La animación cubana de los años 60 presenta influencias del cine y la pintura europea; se comienzan a trabajar temáticas relacionadas con la guerra, la muerte y el amor. Un ejemplo de esto es el cine de Tulio Raggi, cargado de humor negro y violencia. El profesor Bluff (1963) es su primer filme como director, en él hace referencia al cine de terror y al típico villano científico de bata blanca. Los infantes, representantes del futuro de la naciente Revolución, son los héroes de esta historia. Macrotí, un Noé cubano (1965) es otra de sus obras donde se valida a la ciencia como el camino correcto y priman lecciones de conducta moral. Por otra parte, Stradivario Pérez (1966) se centra en exponer un argumento divertido, pero sin dejar a un lado la maldad de los personajes.
A finales de la década del 60 y principios de los 70 las producciones de animados exhiben un corte didáctico, encaminadas a transmitir valores estéticos, educativos y morales. Fueron utilizadas por el gobierno cubano para difundir campañas de educación, preservar el medio ambiente y defender el lenguaje. Algunas de las obras son Enmascaramiento de la luz (1970), dirigida por Hernán Henríquez y Dientes (1970), de Harry Reade, solicitadas por la Defensa Civil y el Instituto de Estomatología respetivamente.
En 1973 se puede hablar de una etapa de despegue al definirse que era necesaria la producción de animados para el público infantil. Entre los realizadores que más se destacaron en la producción para los niños fueron Tulio Raggi, Mario Rivas, Hernán Henríquez y Juan Padrón. Pertenecen a esta período las aventuras seriadas de Mocho y Cianuro, Operación fracaso (1973), Pirata Pirateado (1973), y El problema es entrar (1974), primeros títulos como director de Mario Rivas. Además, resalta la obra El negrito cimarrón (1975) de Tulio Raggi; y algunas de las producciones de Mario Rivas sobre la vida en colectivo y la educación escolar, como Érase una abejita (1976), El pececito sin color (1976), El arcoíris y las aves (1977) y La guitarra (1978).
En 1974 se lleva al cine al personaje de Elpidio Valdés de Juan Padrón, con las producciones de Una aventura de Elpidio Valdés y Elpidio Valdés contra el tren militar. Le siguen otras creaciones, pero el mayor éxito fue cuando en 1979 Juan Padrón desarrolla el primer largometraje de animación en Cuba, teniendo como protagónico a este reconocido mambí.
La década del ochenta es considerada como la década de oro del dibujo animado cubano. A pesar de desarrollarse una producción especializada para los niños, también se realizaron cortos para los adultos, como es el caso de los Filminutos. Surgen en 1980 como una idea de Juan Padrón e incluyen los personajes de vampiros, duendes y verdugos. En 1982 se empiezan a utilizar diferentes técnicas para enriquecer la forma de realización, algunas producciones son Al venir la Tierra (1982), por Mario Rivas, en la que emplea la animación de recortes bajo cámara; Viva papi (1982), por Juan Padrón, quien utiliza la animación sobre papel con lápices de colores. Otro de los ejemplos es El alma trémula y sola (1983), por Tulio Raggi, en la cual se emplean las disolvencias sucesivas para crear la ilusión de movimiento. También se destaca la producción del segundo largometraje de animación cubano, Elpidio Valdés contra dólar y cañón (1983) y el tercer largometraje animado realizado en Cuba, Vampiros en La Habana (1985), ambas creaciones de Juan Padrón.
En los años noventa el país experimenta un período especial y la realización de animados sufre consecuencias, pero no se detiene. La producción se encamina por el área de los servicios sociales y las coproducciones. Es reconocida en esta época El pequeño planeta perdido (1990), por Mario García-Montes, que obtuvo un premio al mejor filme de animación en el Festival Latino de Nueva York. En 1992 Elisa Rivas crea La Bubocracia, obra ganadora del premio Caracol a la mejor animación y a la mejor dirección cinematográfica en el Festival de Cine, Radio y Televisión de la Uneac, en 1993. También se termina en 1993 el corto experimental Resurrección, por Jorge Valdés en colaboración con Paul Chaviano, maquetista, escenógrafo y animador de stop motion en el Icaic.
Otro de los cambios de esta época es que algunos de los artistas del audiovisual comenzaron a separarse de las instituciones para desarrollar sus propios proyectos. De esta forma nacen las producciones independientes, las cuales confieren una mayor diversidad al audiovisual nacional y demuestran que el Icaic no es el único espacio para la creación. Las producciones institucionales a lo largo de los años han dirigido sus obras al público infantil y generalmente han trabajado con temas didácticos y sociales. En cambio, las producciones independientes ampliaron su público y temáticas.
En el año 2000 se crea la Muestra Nacional del Audiovisual Joven auxiliada por el Icaic, actualmente Muestra Joven del Icaic. Es un festival anual que se organizó para reconocer y brindar apoyo a los artistas del audiovisual menores de 35 años de edad. Según Aramis Acosta, productor de los Estudios de Animación del Icaic, “los artistas independientes, con un mínimo de recursos materiales y financieros, muestran resultados mucho más atractivos que el gran porciento institucional. Las temáticas más interesantes, orientadas hacia un público adulto y con un empaque de mayor experimentación, están en los animados realizados por fuera de la industria”.
Por otra parte, una de las realizaciones más importantes de stop motion en el Icaic, y que estimula la creación de otras obras audiovisuales venideras es Veinte años (2009). La dirección estuvo a cargo de Bárbaro Joel Ortiz y contó con el apoyo de Paul Chaviano. La luna en el jardín (2012) es otra de las obras audiovisuales que consolida la producción nacional de stop motion. Está basada en fragmentos de la novela Jardín de Dulce María Loynaz y sus directores, Adanoe Lima y Yemelí Cruz, fusionan el stop motion con la animación 3D. Obtuvo Mención del Jurado en el género de animación en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en el 2012.
Entre las producciones animadas recientes del Icaic se encuentran las series Fernanda (2005), por Mario y Daniel Rivas; Pubertad (2008), por Ernesto Piña; Historias del taller (2013), de Paul Chaviano en colaboración con Juan Padrón y Enrique Colina. Además, resaltan el primer largometraje cubano de animación en 3D Meñique (2014), por Ernesto Padrón y el cortometraje Los dos Príncipes (2017), dirigido por Adanoe Lima y Yemelí Cruz.
El reto actual es encaminar al animado cubano hacia nuevos desafíos y temáticas, hacia nuevos horizontes creativos. Muchos son los obstáculos que se presentan en el camino de la animación, pero creo que el presente y el futuro están en manos de las nuevas generaciones y sus ganas de soñar. Y como diría un buen cubano, “hay mucho machete por dar todavía”.
yoset
6/12/23 15:30
Buena pregunta hermano porque es un exelente dibujo animado muy educativo llevo días buscando en la redes y no aparece esa obra quisiera saber el porque desapareció
Yunior
20/3/23 1:54
Hola , en la historia redactada anteriormente no hacen mención de un animado cubano llamado "El Cero " de Tulio Raggi 1977 alguien puede decir porque simplemente dejo de existir ?.
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