Quienes luchan por salvaguardar cada día la biodiversidad marino-costera en las áreas protegidas de Cuba, sin dudas agradecerán los Protocolos de Monitoreo elaborados por más de veinte instituciones del país, que constituyen una verdadera guía para evaluar el estado de salud de ecosistemas y especies prioritarias, así como diagnosticar posibles amenazas.
Los protocolos se agrupan en nueve libros, cada uno de ellos dedicado a una temática específica: manglares, pastos marinos, arrecifes coralinos, vegetación de costa arenosa, aves acuáticas y marinas, tortugas marinas, manatí, cocodrilos e iguanas.
Los 2 000 ejemplares editados permitirán que el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) cuente con metodologías más homogéneas para aplicar en todas sus áreas y poder comparar resultados, permitiendo así un mejor manejo de los recursos naturales.
Según uno de los autores, el máster Hansel Caballero, jefe del Departamento de Acuariología y Ecología del Acuario Nacional, los nuevos protocolos no están concebidos para un público altamente especializado sino para el personal que trabaja directamente en la protección de la biodiversidad marino-costera.
“Es por ello que cuentan con una metodología práctica, sencilla, pero completa, que permite ‘leer’ el estado de las especies y ecosistemas, identificar problemas y abrirle paso a investigaciones más complejas y precisas”, explicó.
“Las instituciones científicas —dijo—, por carencias logísticas dificultan su trabajo, a veces podemos ir a la zona una vez al año. Sin embargo, el personal que está en las áreas, viviendo en ellas, tendrá la oportunidad de detectar afectaciones, tanto naturales como antrópicas”, subrayó el investigador.
“En caso del arrecife de coral, por ejemplo, el protocolo reúne diferentes variables ecológicas que permiten identificar problemas desde un punto de vista ecológico-biológico. Algunos indicadores de salud pueden ser: el porcentaje del fondo cubierto por corales vivos, la densidad, el tamaño, la mortalidad…
”El protocolo dedicado a esa temática también tiene una guía de las especies de coral de Cuba, con su identificación, su código, el nombre común de las especies, fotografías de las mismas y de sus enfermedades”, puntualizó.
“Estos libros van a ser muy útiles no solo para el SNAP, sino para el monitoreo en todo el país, y me atrevo a decir que en la región. Muchas variables que introdujimos son las mismas que se están utilizando regionalmente para dar los indicadores de alerta de una situación problemática en el medio marino-costero”, concluyó.
Otra de las autoras, la Doctora Beatriz Martínez Daranas, del Centro de Investigaciones Marinas, dijo sentirse muy feliz de que el SNAP ya haya incorporado los pastos marinos dentro de los ecosistemas priorizados para proteger.
“Son uno de los ecosistemas clave de las plataformas marinas en todo el mundo, aunque generalmente son ignorados porque no son muy llamativos ni carismáticos”, declaró.
Al decir de la especialista, los pastos marinos no son más que las extensiones del fondo, donde el sedimento es arenoso y lo que predominan son las yerbas marinas, no las algas, sino plantas superiores con raíces y tallos.
“Son clave porque sirven de refugio y alimento a muchos organismos que forman parte luego de la dieta de los peces. Además, tienen un entramado de raíces que atrapan el sedimento, evitan la erosión e intervienen junto a otras plantas en la regulación de los gases que llegan a la atmósfera”, ahondó.
Los nuevos Protocolos de Monitoreo forman parte del “Proyecto GEF/PNUD Aplicación de un enfoque regional al manejo de las áreas marino-costeras protegidas en la Región Archipiélagos del Sur de Cuba (2010-2014)”.
Según el director general del proyecto, Enrique Hernández Hernández, también subdirector del Centro Nacional de Áreas Protegidas, se debería aprovechar el nivel de integración de las instituciones que participaron en la elaboración de los protocolos para hacerlos extensivos al resto de los ecosistemas terrestres, dígase los de montaña, ríos, lagos, sabanas, pastizales; y también a especies como las jutías, aves terrestres y de bosques.
El “Proyecto GEF/PNUD Aplicación de un enfoque regional al manejo de las áreas marino-costeras protegidas en la Región Archipiélagos del Sur de Cuba (2010-2014)” es financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), implementado por el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) y ejecutado por el Centro Nacional de Áreas Protegidas de Cuba, de conjunto con un grupo de instituciones científicas y otras entidades. Su objetivo es contribuir a la conservación de la biodiversidad marina en Cuba, considerada de importancia global.
El área de influencia del proyecto abarca desde la Reserva Ecológica Los Pretiles, al norte de Pinar del Río, hasta el Refugio de Fauna El Macío, al sur de Granma, e incluye un total de 26 áreas marinas protegidas.
Teniendo en cuenta la alta biodiversidad que ocupa el área de estudio, se definieron como ecosistemas prioritarios: los manglares, pastos marinos y arrecifes coralinos; y como grupos y especies clave: la vegetación de costa arenosa, las aves acuáticas y tortugas marinas, el manatí, los cocodrilos e iguanas.
Cada uno cuenta con un protocolo de monitoreo propio, elaborado y estandarizado a partir de metodologías establecidas, y de experiencias previas de investigadores y técnicos, aplicadas en áreas marinas protegidas.
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