En el camino de los ríos hacia el mar pueden pasar por diversos lugares que van desde las áreas naturales, el sector residencial, el industrial o agrícola. Estos últimos comprenden un riesgo potencial de contaminación.
En este caso nos interesan los que desembocan en la Bahía de La Habana y pasan o nacen en zonas de producción agropecuaria.
Junto a los integrantes del Grupo de Trabajo Estatal Bahía Habana, visitamos en San Miguel del Padrón la finca El Rosal, que dentro de sus márgenes alberga el principal brote de agua que alimenta al Río Martín Pérez, uno de los tres que desembocan en la bahía. Al estar directamente asociada al cuerpo de agua, la finca es responsable por su salud ambiental.
Para lograr esto usan la agricultura sostenible, no emplean químicos en los cultivos, tienen un sistema de terrazas con barreras vivas y el arado se realiza contrario a la pendiente. De esta forma evitan que la tierra y materia orgánica vayan a parar al río y se contaminen sus aguas.
Por otro lado, tienen un proyecto en conjunto con el Jardín Botánico para reforestar el área y así evitar la erosión de los suelos asociados al cauce del río.
El Rosal es un ejemplo de cómo recibir y devolver el favor; tomamos mucho de la naturaleza pero cuántas veces le damos a ella. Este tipo de acciones no solo cuidan el patrimonio natural sino permiten que podamos depender de sus recursos por más tiempo.
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