Cincuenta años y poco más de tres meses lleva abierto al público cubano el Museo Nacional de Historia Natural maravillando a niños y adultos con las piezas que exhibe en sus salas, así como con las actividades culturales que desarrollan sus especialistas para familiarizar a los visitantes con la naturaleza y la historia natural de Cuba y del mundo. En armónica convivencia con palomas, vendedores de libros, turistas foráneos y allegados de otras provincias del país, cerca de la biblioteca Rubén Martínez Villena, en el centro histórico habanero, se encuentra emplazada la atractiva instalación.
Fue el 26 de mayo de 1964 cuando se abrieron al público las puertas del Museo Nacional de Historia Natural. En aquel entonces no se llamaba así ni tampoco se encontraba en la Plaza de Armas. Desde que se fundó en 1961 —tres años antes de que fuera abierto al público por primera vez— hasta 1995, el museo radicó en el Capitolio, como podrán recordar muchos lectores, y se denominaba Museo de Ciencias Felipe Poey.
Sin embargo, como así se nombraba un salón de exhibiciones de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, algunos investigadores plantearon la necesidad de cambiarle el nombre al recién creado museo de ciencias para que no existieran confusiones en la bibliografía científica, al existir dos instituciones similares con la misma denominación. Lo llamaron entonces Museo Nacional de Historia Natural, otorgándole al centro jurisdicción nacional. Entre los que propusieron este cambio de nombre se encuentra el destacado científico cubano Gilberto Silva Taboada, una de las personas más indicadas a la hora de hablar de una institución que él mismo fundó. Cubahora conversa con el octogenario profesor, quien recuerda:
“Es cierto que este año se cumple el 50 aniversario de haberse abierto al público el museo, pero este es solo un momento en su historia. Entre 1961 y 1964 nosotros ya estábamos metidos en el Capitolio haciendo exhibiciones. Y esto constituyó un logro, porque antes de la Revolución no existía ninguna tradición en Cuba sobre museos de historia natural, cuando ya en el resto de América Latina desde finales del siglo XVIII se fundaron museos de este tipo, hoy famosos, como en Argentina, Brasil y Colombia. Cuba no lo tuvo hasta que triunfó la Revolución”.
A juicio del eminente investigador, a pesar de las vicisitudes y obstáculos que han aparecido en el camino, en todos estos años el Museo de Historia Natural ha contribuido muchísimo a la investigación científica natural y a la formación de investigadores de primer nivel, muy calificados, que constituyen una de sus fortalezas.
“Nuestros especialistas son consultados por instituciones internacionales de este corte, incluso, de Estados Unidos. Cuando tienen materiales pertenecientes al área caribeña, nos los envían para estudiarlos porque somos los más fuertes de la región. Tenemos un enorme potencial en la geología, paleontología y zoología; campos con aportes científicos significativos”.
Silva Taboada también señala que el museo ha tenido un impacto positivo en lo relacionado a la promoción de la cultura de naturaleza. “Tanto en el Capitolio como ahora en esta institución, son millones de personas las que pasan por aquí y participan en nuestras actividades culturales, y aprenden con las exhibiciones. Además, también apoyamos el turismo de naturaleza en Cuba y asesoramos los talleres internacionales interesados en el entorno natural cubano”, comenta.
Para celebrar los 50 años de haberse abierto al público por primera vez, el colectivo de trabajadores del museo elaboró un cronograma de actividades para los interesados en las temáticas naturales. En lo que resta de año, por ejemplo, tendrá lugar un ciclo de conferencias sobre la evolución humana, del 11 de septiembre hasta el 18 de diciembre; y a partir del 30 de septiembre otro ciclo de conferencias donde los especialistas y curadores del museo hablarán sobre sus temas de estudio.
Ya se realizaron exhibiciones que resaltaron las especies de animales más importantes de la colección. con la historia que cuenta el objeto sobre la manera en que llegó al museo o la historia natural propia de la especie. En este sentido, la museóloga Idania Estévez Montalvo comenta que en los meses pasados realizaron varias muestras que tuvieron como protagonistas a la foca Silvia (en realidad era un león marino, pero así nombraban al ejemplar que había en el Acuario), al gorila gigante de la selva y al almiquí, como especie de mamífero más antigua de Cuba. Ahora le toca el turno al perezoso gigante.
¡CUIDADO! UN PEREZOSO GIGANTE ANDA SUELTO
Quien visite por estos días, y durante todo el mes de septiembre, el Museo Nacional de Historia Natural podrá hallar en el segundo piso un esqueleto de un perezoso gigante, cuyo nombre científico es Megalocnus rodens. Es una de las cinco especies de perezosos extintos en Cuba, el más grande de ellos, y uno de los dos únicos perezosos gigantes existentes en el mundo. Se piensa que habitaron toda la isla, provenientes de América del Sur, hace alrededor de 30 millones de años.
Eran animales corpulentos que podían compararse con la apariencia de un oso pardo adulto. Podían alcanzar alrededor de 1,5 metros de largo y 200 kilogramos de peso. A pesar de su aspecto fiero, existen evidencias debidamente documentadas que sugieren que era vegetariano. Cuando los primeros aborígenes llegaron al archipiélago cubano, ya el perezoso gigante comenzaba a extinguirse. Sin embargo, aparentemente, convivieron al menos otros mil años, pues con frecuencia se han encontrados sus restos en sitios arqueológicos.
La museóloga Idania Estévez Montalvo, el profesor Gilberto Silva Taboada y el investigador Joao G. Martínez López fueron los responsables de la muestra “Perezoso cubano. Gigante de gigantes”, quienes contaron a Cubahora la historia del hallazgo de los restos fósiles del animal, y otros detalles interesantes de la especie y de la muestra.
Según cuenta Joao G. Martínez, máster en Ciencias Antropológicas y curador de la colección Mamíferos Fósiles del museo, la mayor cantidad de restos fósiles del perezoso se extrajeron de dos localidades paleontológicas: Baños de Ciego Montero, en Cienfuegos; y Las Llanadas, en Sancti Spíritus. En la primera zona mencionada, en 1860, el investigador José Figueroa halló una mandíbula de la especie y se la llevó al destacado científico cubano Felipe Poey. Se dio a conocer que el resto fósil pertenecía a lo que calificaron como un roedor gigante.
Años más tarde, en 1910, el distinguido naturalista cubano Carlos de la Torre y Huerta interviene junto a campesinos en otra extracción de materiales esqueléticos de perezosos, en Las Llanadas; y en los tres años siguientes, participaría en nuevas extracciones junto al investigador Barnun Brown. Las piezas encontradas fueron llevadas al American Museum of Natural History de New York, para su estudio e identificación, porque en esa etapa Cuba no contaba con las condiciones para hacerlo.
“En New York —sigue contando Silva Taboada—, lo especialistas reconstruyeron con los restos fósiles dos esqueletos prácticamente completos, que no corresponden a un mismo individuo cada uno. Son varios individuos representados en dos esqueletos”, acota el profesor.
De Estados Unidos se envió uno a la Universidad de La Habana para que fuera exhibido allí, porque era lo que se había pactado, y el otro se lo quedaron ellos allá. Cuando triunfa la Revolución y se crea el Museo de Ciencias Felipe Poey, Antonio Núñez Jiménez, presidente de la Academia de Ciencias, se las arregla para trasladar el ejemplar al Capitolio en 1963. Y ha estado en el Museo desde entonces, siendo una de sus piezas más valiosas.
Entre el perezoso gigante cubano que está en La Habana y el de New York existen principalmente dos diferencias. La primera tiene que ver con la posición en que están montados los esqueletos. El que está en Estados Unidos se encuentra sobre sus cuatro extremidades y el de Cuba está en posición como si estuviera alimentándose de un arbusto. Es por eso que los curadores de la muestra “Perezoso cubano. Gigante de gigantes” consideran al nuestro mucho más atractivo.
La segunda diferencia tiene que ver con que los huesos del esqueleto que está en el American Museum of Natural History de New York pertenecen a la propia especie Megalocnus rodens; mientras que en los del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba, una de sus piezas (fémur) corresponde a otra especie de perezoso, el Parochus Browni, que es el segundo perezoso más grande extinto del archipiélago cubano.
“Quizás esta fue una alternativa de quienes armaron el esqueleto ante la falta del hueso original. Nadie sabe con certeza. Pero quienes no son especialistas no se percatan del detalle. Nosotros nos dimos cuenta cuando estábamos en el Capitolio. Quizás por eso los norteamericanos nos dieron el esqueleto más atractivo, porque no estaba completo”, explica Silva Taboada.
Lo cierto es que la exposición “Perezoso cubano. Gigante de gigantes” constituye ahora una de las propuestas más atractivas del Museo Nacional de Historia Natural. Una institución que continúa trabajando para hacer llegar al público, a través de sus salas, las maravillas naturales de Cuba y el mundo, y fortalece todo lo que tiene que ver con las investigaciones científicas naturales, otro caudal, que, aunque muchas veces permanece oculto ante el público, es de vital importancia para el museo.
H.R.Rojas
26/9/14 12:02
Muy interesante el comentario, no sabía que en New York había un ejemplar similar, ni tampoco que el que se exhibe en el MNHC tiene el fémur de otro perezoso. Aquí en Cuba se deberían hacer más museos de Historia Natural en las distintas provincias, así todos podremos disfrute de ellos, además de ser un sitio en el cual el público puede echar a volar su imaginación. Saludos
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.