Los catorce de Dorta (Dorta’s Fourteen) sería un buen título para el “policíaco” médico-investigativo que protagonizan este verano varios profesores de una facultad de ciencias médicas de La Habana y un heterogéneo grupo de estudiantes (14) de diferentes años y universidades cubanas.
La historia comenzó hace unos meses, cuando la “mente criminal” del Doctor en Ciencias Alberto Dorta de la Facultad de Ciencias Médicas “Dr. Miguel Enríquez” lanzó la segunda convocatoria de la Beca de Investigación H. Quincke, que prometía a los seleccionados la oportunidad de trabajar durante una semana en el Laboratorio Central de Líquido Cefalorraquídeo (LABCEL).
Desde el inicio levantaron sospechas: después de todo un año de clases, exámenes, guardias, noches sin dormir y campañas de lucha contra vectores ¿por qué un estudiante de medicina querría pasarse una semana enclaustrado en un laboratorio?.
Pero las solicitudes llegaron y pronto quedó conformado un grupo apto para salir en la “crónica roja” de cualquier revista médica: catorce estudiantes de 1ro a 6to año, entre ellos cinco muchachas, un santiaguero y (sin ánimos de cliché hollywoodense) una estudiante china.
El principal atractivo parecía estar en el “golpe maestro” del curso: un trabajo de laboratorio donde tendrían que vigilar de cerca unas proteínas (ficolina M y ficolina H) en su paso de la sangre al líquido cefalorraquídeo para determinar su estructura nativa y estado de agregación.
Para quienes no conozcan estas “joyas” de la bioquímica, las ficolinas son proteínas de defensa que intervienen en nuestro sistema inmunológico, detectando señales de peligro tales como patrones moleculares asociados a patógenos o células apoptóticas y que pueden iniciar la vía de activación de complemento de las lectinas, un importante sistema efector de la inmunidad innata humoral. Esta vía (la de las lectinas) fue descubierta a principios de los años 1990, y el papel de las ficolinas en ella se conoció mucho después, a principios de los 2000, por lo que sus características y operación están todavía poco estudiadas.
Así, los estudiantes beneficiados por la Beca H. Quincke no solo iban a acercarse a temas valiosos de inmunología, sino que estarían pisando un terreno nuevo, o visto de otro modo, haciendo su pequeña contribución a la ciencia.
CULPABLE DE PROMOCIÓN DE LA CIENCIA.
La “operación Quincke” cuenta con pocos recursos financieros, que compensa, por ahora, con un capital humano titánico. El fundador del programa, Dr. C. Alberto Dorta, es un apasionado del saber, en una cruzada personal por elevar el potencial científico de los profesionales de la medicina cubana.
“La beca,” explica el Dr. Dorta, “permite a los estudiantes familiarizarse con el trabajo del laboratorio haciendo las cosas por sí mismos. Aquí aprenden las medidas de bioseguridad necesarias y el manejo de los instrumentos, pero también aprenden a procesar esa información.”
A primera vista puede que no parezca gran cosa, pero para estudiantes que han transitado durante años por varios niveles de enseñanza sin tener la oportunidad de ver ciencia en un lugar más emocionante que las páginas impresas de un libro de texto, se siente como una gran oportunidad. “Ni en la secundaria ni en el preuniversitario nos llevaron nunca a un laboratorio de física, ni de química, ni de biología”, explica el becario de cuarto año Roger Rodríguez Guzmán. “Ni siquiera en la universidad es común, de ahí que esta experiencia sea muy nueva y verdaderamente estimule el interés por la investigación”.
Durante su semana en LABCEL, los estudiantes aprendieron a construir y a confeccionar digitalmente reibergramas (unos diagramas de análisis del líquido cefalorraquídeo que permiten identificar enfermedades neurológicas), a leer placas de inmunodifusión radial, y a realizar cálculos y curvas de calibración.
A lo largo del curso, estas actividades prácticas se complementaron con conferencias impartidas por varios especialistas de puntería. En este sentido, el estudiante Roger Rodríguez también explicó que lo que han visto en el laboratorio pone aún más de relieve la desactualización de los libros que emplean en la carrera, textos de hace diez años que, por supuesto, no explican la vía de las lectinas, esencial para la comprensión del ejercicio central del curso.
Los temas abordados hablan de un programa bien organizado: el Dr. Gregorio Delgado García, historiador del Ministerio de Salud Pública, les habló a los estudiantes del aporte de las ciencias médicas alemanas al desarrollo médico cubano hasta la primera mitad del siglo XX; los alumnos ayudantes Javier González Argote y William Castillo González hicieron una presentación sobre el alemán Heinrich Quincke, pionero en el estudio del líquido cefalorraquídeo, en cuyo honor fue nombrado el curso.
Además, el Presidente de la Sociedad de Neurociencias de Cuba (SONECUB), Dr. C. Carlos Santos Anzorandia, hizo un breve recorrido por la fisiología del sistema nervioso central; el Dr. C. Oliver Pérez Martín, Presidente de la Sociedad Cubana de Inmunología, habló de nuevas vacunas que han tenido como precursoras a la vacuna cubana contra el meningococo B; y el Dr. Asdrúbal Arias Morales, de LABIOFAM, habló de otra molécula recién descubierta de la vía de las lectinas, la MASP2, en suero y líquido cefalorraquídeo.
William Castillo González, quien ha participado en ambas ediciones de Quincke, primero como becario y después como alumno ayudante, explicó que la experiencia de este año fue superior: “Esta vez sí generamos conocimiento. En la edición anterior hicimos un estudio de la dinámica de otra proteína, la ferritina, que nos sirvió para hacer una revisión bibliográfica, con la que obtuvimos un segundo premio en un evento en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, pero este año lo que hicimos en el laboratorio arrojó nuevas conclusiones, no solo para Cuba, sino para el mundo. Esta línea de investigación se sigue actualmente en Alemania, Dinamarca y Cuba, y el resultado del estado de agregación de estas proteínas, las ficolinas, es un conocimiento que hasta ahora no se había determinado por los métodos que usamos aquí en el laboratorio. En las investigaciones realizadas hasta ahora a nivel mundial, todavía no existe un criterio único en cuanto a las formas de agregación ni estructura polimérica nativa que nosotros estudiamos.”
El estudio en LABCEL permitiría, en el futuro, elaborar reibergramas u otras formas para evaluar clínicamente a las ficolinas, y así ayudar a conocer más profundamente la respuesta inmune en enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple, la meningoencefalitis eosinofílica por Angiostrongylus cantonensis, o el síndrome de Guillain-Barré, por solo citar algunas.
La beca también fue percibida por los estudiantes como una oportunidad de autoevaluar su vocación por la investigación médica, en contraposición a la clínica.
“Hace falta extender esta experiencia hacia otras ramas,” dijo Daniel Rubio González, estudiante de sexto año de la Facultad Calixto García. “Lo que estamos haciendo aquí es orientación vocacional, que es lo que falta desde antes de entrar a la carrera de Medicina. Ya una vez dentro, necesitamos ayuda para perfilarnos por una ayudantía. Las opciones disponibles y que tienen más visibilidad son siempre las mismas (Cirugía, Medicina Interna), pero los estudiantes interesados en la investigación básica no tienen cómo vincularse a esa actividad. Necesitamos más cursos de verano, o al menos fuera de las jornadas de estudio que no dejan tiempo para aprovechar estas experiencias como quisiéramos”.
Por su parte, Javier González Argote, alumno ayudante en LABCEL estimó que la beca es un paso de acercamiento entre alumnos y científicos: “En Ciencias Médicas, cuando los doctores en ciencias se gradúan, el título se vuelve una barrera entre los profesionales y los estudiantes, y es algo que yo siento que se derriba con esta beca de investigación. Es cierto que tenemos muchos científicos prominentes que han hecho grandes aportes, pero son muy pocos los que incitan a las nuevas generaciones a seguir el camino de la ciencia, aún sabiendo cuán importante es preparar el relevo.”
Y QUE SIRVA DE “ESCARMIENTO”
El Dr. Dorta resume todas estas utilidades destacando que la beca, por encima de todo, busca enseñar a los estudiantes a pensar. Desafortunadamente, la instalación del LABCEL es muy reducida. Para acomodar a los catorce estudiantes aceptados, fue necesario organizar dobles jornadas de trabajo, porque el laboratorio solo tiene capacidad para siete personas.
De ahí la necesidad de que esta iniciativa sirva de inspiración a otras instituciones del país.“Este tipo de trabajo no debería quedar reducido al esfuerzo de un laboratorio como LABCEL, que debe ser el centro de investigaciones con menos científicos en el mundo”, bromea el Dr. Dorta. “No solo debe trascender esta universidad, sino expandirse a otras instituciones que, de quererlo, podrían hacer muchísimas cosas con su superioridad de recursos humanos, económicos y tecnológicos.
“Esta no es la única forma, pero es una de las que permitiría a los estudiantes conocer no solo los medicamentos sino a los científicos que trabajan en su creación; una vía que puede ayudarlos a enterarse de qué hay detrás de las rejas y los muros de los centros de investigación.”
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