Uno de los grandes aportes de los cubanos a la historia de la humanidad es el “tortor”, científicamente llamado presilla cubana. No hay sector de la industria, el transporte, la construcción, la agricultura, e incluso las tecnologías de la informática y las comunicaciones, en las que no tenga aplicación.
Ecológico, barato y de fácil uso, no discrimina género ni edad, y recientemente se le han encontrado usos en la moda y en la elaboración de pastelitos de harina rellenos con mermelada de guayaba.
El tortor deviene símbolo de la inventiva del cubano, un pueblo que ha tenido que recurrir a este “don” para sobreponerse a guerras económicas y tendencias tecnológicas mundiales que abogan por la obsolescencia planificada en un modelo de producción consumista.
En ese contexto parecen desentonar una máquina impresora de principios del siglo XX en perfecto funcionamiento, la recuperación milagrosa de un riñón artificial para el tratamiento a niños con hemodiálisis o la adaptación de una línea productiva para fabricar cemento cola.
Todos estos hechos constituyen evidencia de un movimiento que no suele reconocerse con premios académicos pero resulta vital para un país que ha tenido que imponerse a los obstáculos de las circunstancias.
“Obrero, construye tu maquinaria” es una frase del Che de inicios de la década de los 60 que sintetiza el espíritu de esta iniciativa, surgida precisamente en esa fecha y que en 1976 se consolidó con la fundación de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR).
El talento proletario se convirtió en la principal pieza de repuesto cuando el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos limitó el acceso de Cuba a los mercados internacionales de herramientas e insumos.
Los centrales azucareros y las fábricas se llenaron de émulos de Tomas Alba Edison y Alexander Graham Bell, pero sin la codicia de la guerra de las patentes. Y cuando se rompía una correa made in Checoslovaquia, había que inventarse otra, porque en los 90 ese país ni siquiera existía ya.
En Cuba, el movimiento agrupa a alrededor de 110 000 personas y, hasta la fecha, de acuerdo con datos de la propia ANIR, han aportado más de 12 500 soluciones, que representan millones de pesos ahorrados al Estado, fundamentalmente por concepto de sustitución de importaciones.
Mientras en la isla se discute cómo acortar las distancias entre los laboratorios de investigación y la actividad productiva, esta iniciativa, en 2013, tuvo un efecto económico de unos 809 millones de pesos, según la Oficina de Estadísticas e Información.
Existe un cuerpo legal para proteger y fomentar a los también llamados “aniristas”. Se conoce como la Ley 38, pero un tercio de las entidades definidas como de importancia para la actividad innovadora no la hacen cumplir. El tema acaparará uno de los principales momentos de debate de la Primera Conferencia Nacional de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores, que sesionará en La Habana, los días 7 y 8 de octubre.
La actualización del citado marco jurídico, la generalización de los aportes y la necesidad de un mayor apoyo institucional a los asociados se incluyen en el temario de la cita, que tiene el propósito de revitalizar un movimiento que en los últimos años se vio afectado por la pasividad y la burocracia, a pesar de sus grandes potencialidades.
Luego de un proceso de discusión en las bases productivas, que precedió al encuentro nacional, se vislumbra que uno de los principales retos de los innovadores y racionalizadores será “reinventarse” a sí mismos, una labor en la que afortunadamente tienen experiencia y en la que podrán echarle mano, siempre que sea necesario, a un tortor y mucha imaginación.
erick
7/10/14 10:23
todavía me acuerdo de las cosas que inventabamos para pasar los apagones del periodo especial
cubanita soy
7/10/14 9:25
es muy comun una frase si mal no recuerdo así: el cubano las inventa en el aire, y es que el cubano se distingue por eso por su creatividad e inventos jejejej fue la unica manera de superar el periodo especial por el que atravesamos los primeros años del 90, y todavía ahora seguimos inventando porque nos siguen golpeando problemas y sobre todo el bloqueo.
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