Desde los laboratorios más modernos en el Polo Científico de La Habana hasta la agricultura orgánica que se hace en muchos puntos de Cuba, la ciencia atraviesa al tejido de la nación con una convicción: muchos se ha hecho y queda por hacer.
El 15 de enero de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la celebración del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, en el paraninfo de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (sede actual del Museo Nacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología), pronunció un histórico discurso donde esbozó las bases de la política de formación humana y desarrollo profesional y científico de la Revolución.
Y los resultados, teniendo en cuenta el contexto al que ha estado sometida Cuba, están a la altura de muchos países del primer mundo. Lo demuestran los cientos de miles de profesionales de la salud formados y productos de primer nivel como el Heberprot-P; la inserción de novedosas técnicas de cultivo en la agricultura; las investigaciones salidas desde las universidades; las soluciones para frenar la contaminación ambiental.
Son imnumerables las mentes brillantes que desde el anonimato sostienen procesos vitales para el funcionamiento de los aspectos más elementales en la vida del país. Están los científicos con títulos y también, quienes desde sus experiencias y soluciones cotidianas dan respuesta a hechos puntuales y forman parte de esa gran comunidad que ha impulsado el desarrollo científico técnico a niveles desconocidos.
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