Pequeñas sí, pero también muy valiosas resultan las abejas para la salud del globo terráqueo y toda la vida sobre su faz. Polinizadores por excelencia las abejas ayudan a la propagación de las especies y contribuyen a la biodiversidad. Sin embargo, un peligroso flagelo está poniendo en zona altamente vulnerable a tan altruistas animalitos. El llamado Colapso de las Colmenas sigue cobrando víctimas y gana en efectividad.
Tal como señalan los especialistas, múltiples factores provocan tan fatal circunstancia. Ya sean cuestiones patológicas, causas medioambientales como el uso de pesticidas, la proliferación de organismos genéticamente modificados (OMG), o el cambio climático, todos estos elementos sitúan a los himenópteros ante un estrés vital que está diezmando a ojos vista y de manera acelerada su población.
A mediados de la primera década del siglo XXI comenzó a hacerse más perceptible entre los especialistas la ocurrencia de decesos en las poblaciones de abejas con cifras nada despreciables. A partir de entonces, estudios constantes han ratificado que la contemporaneidad y sus alarmas medioambientales también influyen de forma ostensible en este vulnerable sector.
De acuerdo con las fuentes consultadas se denomina Problema de Colapso de Colonias (o Colony Collapse Disorder CCD por sus siglas en inglés) a un fenómeno que tomó auge luego de pasado el año 2000 debido al cual una gran cantidad de abejas obreras desaparecen abruptamente, dándose decesos de aproximadamente el 50 por ciento de los miembros de la colmena.
A pesar de que en otros tiempos también la historia de la apicultura ha sufrido la pérdida fortuita de himenópteros, la escala de desapariciones (de que se tuvo especial referencia en Norteamérica a finales de 2006 y ya ha tenido masificación en numerosos países europeos sobre todo) ha determinado que a la anomalía actual se le conozca con dicha denominación.
No se ponen de acuerdo los expertos sobre la causa real de la manifestación, que no por extraña deja de ser alarmante. En el balance de posibles razones se alzan como potenciales culpables ciertos factores bióticos como los ácaros Varroa u otras enfermedades de las abejas; aspectos como el estrés por cambios en el entorno; desnutrición; pesticidas como los neonicotinoides; la apicultura migratoria o trashumante. Y, de forma especulativa se ha culpado también a la radiación de teléfonos móviles y a cosechas modificadas genéticamente para incorporar un control de plagas, aunque sin que ninguna de estas últimas alternativas se haya probado definitivamente.
LA PUNTA DEL AGUIJON
Con la alerta en rojo las investigaciones acerca de las salud de estos insectos de la familia Apidae llegan a resultados alentadores como que la alimentación a partir del polen de varios tipos de plantas proporcionan un sistema inmune más fuerte a las abejas que las que lo hacen de una sola variedad. Sin embargo, este saber no minimiza el hecho de que, tanto las abejas como algunas flores salvajes están disminuyendo su población a pasos agigantados y que la diversidad de otros insectos también disminuye a la par que decrece la pluralidad de plantas que les sirven de alimento.
Por otro lado, en Estados Unidos los estudios han asociado que el traslado de colmenas a diferentes zonas del país para polinizar significativas cosechas es otro de los factores que aceleran la vertiginosa desaparición porque las dejan expuestas al consumo de un solo tipo de polen, lo cual, como se ha dicho, no favorece su sistema inmune y con ello a la eficaz esterilización de la comida de su colmena.
Con las ostensibles consecuencias económicas que propicia este panorama, que afecta no solo a la apicultura como tal, sino también la producción de alimentos y la agricultura en sí, ya se ha comenzado a invertir en investigaciones para delimitar de modo más específico causas, consecuencias y soluciones.
América Latina y el Caribe también se vuelcan en busca de una mayor conciencia ecológica y en particular Cuba potencia el manejo integrado de la fitosanidad para reducir pesticidas y químicos que afecten los cultivos y con ellos las abejas. Igualmente un programa de atención a la apicultura custodia el bienestar de dicha especie para propulsar rendimientos a la vez que minimizar los daños.
Mientras, otras medidas toman lugar alrededor del mundo. Por ejemplo en Francia se ha puesto en marcha un proyecto para sembrar flores en un intento de parar el declive de sus abejas.
Desorientación, deformaciones, malnutrición, no reconocimiento de sus congéneres y destrucción del propio sistema inmune son algunos de los padecimientos que viven las abejas de hoy, por lo que algunos también han denominado como el "VIH de las abejas".
Síntomas de malformaciones neurológicas provocadas por pesticidas, contaminación ambiental o la manipulación de sus alimentos, y afectaciones de agentes biológicos patógenos se suman a la carga que obreras y reinas ya no pueden soportar.
EL PESO DE LA CORONA
No son pocos los que conocen acerca de la ola de daños que la modernidad implica para los ecosistemas. Sin embargo, la magnitud, en el caso particular de las abejas, no es sabida por muchos, ni tampoco el potencial peligro que para la ecología significa su pérdida. Además de los consabidos y numerosos beneficios de la colmena y sus productos, las abejas son netamente polinizadoras. En su quehacer recae un elevadísimo por ciento de toda la propagación de polen global y con ello la seguridad de la perduración y masificación de las especies.
De hecho, este es uno de los argumentos que se esgrimen con más fuerza en las campañas medioambientales para la protección de los apinos: "Las abejas no solo producen miel, sino que también constituyen una gigantesca y sacrificada mano de obra a nivel mundial, encargada de polinizar el 90% de las plantas que sembramos. […] son indispensables para la vida en el planeta. Cada año, se encargan de polinizar plantas y cultivos cuyo valor estimado supera los 40 000 millones de dólares. En muchos países, esta cifra representa más de un tercio del suministro de alimentos a nivel nacional. Sin una acción inmediata para salvar a las abejas, podríamos terminar perdiendo también los frutos secos, muchas verduras y vegetales, las nueces, y el algodón".
Así, el preocupante tema ecológico también asume nítidos valores económicos que atañen a todos los países a nivel internacional, y que afecta de señalada manera los rendimientos en países industrializados y más propensos al uso de químicos y contaminantes como medidas de protección fitosanitaria.
Si bien quedó explícito que un cúmulo de factores podría estar desencadenando la presente situación, los índices apuntan con fruición a los productos tóxicos y en especial a los pesticidas (neonicotinoides). Por ello apicultores y científicos de Francia, Italia, Eslovenia, Grecia, Europa en general, se pronuncian contra los grandes monopolios para conseguir que se prohíban estos compuestos.
COMO DAVID Y GOLIAT
Tenso entonces se torna el panorama. Como en otros sectores que atañen el medioambiente y ponen en la balanza la riqueza de unos y el bienestar de muchos otros, la paradoja contemporánea hace que pese siempre más lo inconcebible. Incluso se ha filtrado en medios de prensa y en especial la red de redes que en determinados casos eran sabidas las negativas repercusiones que el uso de los pesticidas podía traer consigo.
El contexto se torna preocupante. Si no hay abejas no hay polinización y esto significa la extinción de especies vegetales y animales en consecuencia, con afectaciones a su vez para la dieta humana. Igualmente, la economía se encuentra en zona vulnerable pues según declaran los especialistas un tercio de todo lo que comemos depende de la polinización de las abejas de miel. Colonias de insectos se ha reducido alrededor del mundo hasta en 90 por ciento por agentes parásitos desconocidos. La producción de miel y otros derivados para la colmena de reconocidos valores nutricionales, médicos y cosméticos también se ve dañado por el problema que viven los himenópteros en el mundo de hoy.
Alrededor de 80 millones de años tiene la historia de las abejas en la tierra. Sin embargo, como otros habitantes del mundo moderno su seguridad es cada día más inestable por la depredadora acción humana. Pensar solo en el hoy en pos de las ganancias y no avizorar lo que puede deparar el futuro es una de las principales características del hombre y su indolencia global. Como con otros recursos, y con la misma voracidad, se consume poco a poco la vida del planeta sin mirar consecuencias. Solo en nuestras manos radica la posibilidad de que el zumbido de alarma no se escuche demasiado tarde, que no se pierda la miel de nuestra propia, vasta, y esencial diversidad.
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