Dicen que el mejor amigo del hombre es el perro, pero en Cuba existe otro compañero: un fiel corcel de metal, caucho y grasa que perdura. Esta serie de imágenes busca capturar el día a día de la bicicleta en nuestra sociedad.
Aunque la reciente irrupción de las motos eléctricas representa un salto tecnológico que parece superar a este legendario invento, basta con recorrer las calles de mi ciudad —ese "pueblo de coches y bicicletas"— para descubrir que la vida sobre ruedas late con fuerza propia. No se trata solo de observar cómo se transportan las personas; es la red de talleres de reparación, la venta de artículos y los parqueos improvisados lo que mantiene viva a la bicicleta en la cotidianidad del cubano.
Es un ecosistema de resistencia, un ciclo de cuidado y uso que convierte a la bicicleta en algo más que un medio de transporte: en un símbolo de adaptación, comunidad y permanencia.

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