Sayuri tiene 25 años y nació en la Habana, pero sus ancestros, específicamente su abuelo materno, es de Japón. Desde los 7 años estudia música, comenzó por el canto coral en la Escuela Nacional de Arte y hasta hoy ha tocado el bajo en varias agrupaciones de jóvenes. En dependencia del bar, que puede ser el Tocororo o el Submarino amarillo, entre otros, hace cover de música cubana y foránea con el grupo Sabor compartido.
Una muchacha sonriente y de mirada curiosa, con una delgadez que advierto como un eco genético al ver la foto de su abuelo, una foto en blanco y negro, sobre la mesita de la sala. Su abuelo muy delgado, serio, con una modesta camisa de mangas largas, posando para algún fotógrafo bajo esos inmensos árboles con raíces aéreas que cuelgan hasta el suelo de algunos parques habaneros.
“Mi abuelo vino de Japón, de la isla pequeña que está al sur, y aquí conoció a mi abuela, que es cubana. Mi abuela nunca fue allá. Lo que bueno, casualmente tres hijas de ellos, es decir, tías mías, como a mi abuelo lo visitaban tantos de sus coterráneos, se casaron con japoneses y se fueron a vivir allá, por eso tengo primos mitad cubanos, mitad japoneses, pero del otro lado.”
Entonces la familia siempre se ha mantenido vinculada, no ha sido, como en otros casos, un reencuentro provocado. “Así mismo es”. ¿Y los recuerdos? “Yo no tengo muchos recuerdos de él, cuando murió yo tenía apenas 7 años. Pero te puedo decir que su español se entendía muy bien, y claro, por los cuentos de mi abuela sé que vivió en Cuba desde los veintipico de años”.
“Mi abuela me contó que hizo muchas cosas. Trabajó como cocinero en un restaurante propiedad de un familiar lejano, en Cienfuegos. Hizo trabajos de traducción para los japoneses que venían, después del triunfo de la Revolución, a hacer negocios con Cuba. Hacía empanaditas para vender, melcochitas para los niños. Cuando ya era muy viejito, hacía trabajos de jardinería. A mi abuela la conoció en Cienfuegos, y vinieron juntos para la Habana.”
Tomando en cuenta esta influencia de una cultura tan diferente a la nuestra, ¿reconoces alguna diferencia en tu hogar, con respecto a los demás hogares cubanos? “Ahora no tanto. Yo creo que cuando mi abuelo vivía sí se sentía más. Por ejemplo, el hacía unos fideos larguísimos, que es algo típico de allá, pero nadie más aprendió a hacerlo. Hace unos días yo le comentaba de esto a una tía que está de visita y nos dimos cuenta de que aquí es muy difícil, porque hay muchos ingredientes que en nuestro país no existen.”
“Mi abuelo es de Okinawa, y allá el clima sí se parece bastante al de Cuba. Comen carne de puerco también. La vegetación es muy parecida. Allá las construcciones son pequeñas y tiene un clima muy cálido. Mi tía me dice que la mayoría de los ancianos se van para la isla pequeña a pasar ahí su vejez, precisamente por esas condiciones tan buenas, es muy tranquilo allí.”
“Y te digo por experiencia, porque como descendiente de okinawense participé en un festival, el Junior Study Tour que se hacía, no sé si esto se mantiene, en Okinawa. Los requisitos eran tener entre 14 y 18 años y ser descendientes que nunca antes hubieran ido a Japón. Ahí se reúnen descendientes de muchos países, yo me relacioné sobre todo con los de habla hispana, argentinos, bolivianos.”
“Visité la tumba de mi abuelo, porque hay una parte de sus restos aquí, en el panteón de los japoneses, y la otra allá, en la casita donde él nació. Estuve allí, conocí el lugar, que imagino no esté igual a como era antes porque ha pasado mucho tiempo. Es una casita muy tradicional, con su piso de madera, con puertas de corredera, el tatami que es como un mimbre para sentarse en el piso. Fue muy bonito, conocí a la familia que queda allá.”
La música es otra gran diferencia entre Japón y Cuba. ¿Te ha surgido algún interés en ese sentido? “Yo escuchaba unos cassettes que tenía mi abuelo, de música tradicional okinawense y bueno, en mi graduación toqué una pieza japonesa con el Samisen, que es un instrumento típico, de cuerdas. Ejecuté una obra en homenaje a mi abuelo y una amiga, graduada de canto coral, cantó. Era una pieza que él mismo tocaba, cantaba y bailaba.”
¿Te sientes mitad japonesa, mitad cubana? ¿Cómo es para ti en ese sentido? “Yo soy cubana, pero tengo mis cosas. Hay algo dentro que, yo creo que aunque nunca hubiera sabido de mis raíces, me halaría igual hacia esa parte. En los momentos en que mi familia de allá me visita, como ahora, también me doy cuenta de ese tipo de cosas, tenemos mucho en común.”
¿La gente advierte esa ascendencia? “A veces sí, pero sobre todo por el nombre, que es un nombre típico japonés, aunque la gente siempre lo confunde pensando que es chino.” ¿Notas tú la diferencia entre los chinos y los japoneses? Sí. Son muy diferentes. Los japoneses son más sedados, más tranquilos, los chinos son más alocados, más activos. Los ojos de los japoneses son grandes, los de los chinos son chiquiticos. Los japoneses hablan más despacio.”
Si yo te pidiera una palabra para ilustrar esa presencia que tiene en ti una cultura diferente a la del lugar donde naciste, ¿qué palabra sería? “Atractivo. Es algo muy raro, como desconocido, porque aunque yo sepa un poco gracias a los contactos que he tenido, que tengo, sigue siendo desconocida para mí esa cultura tan rica, tan diferente.”
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