La semana pasada comencé este ciclo de filmes que han sido merecedores de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, uno de los premios más importantes del mundo del cine. En esta ocasión abordaré un largometraje de Ken Loach, director más exitoso en la historia del evento, quien lleva más de 50 años trabajando para el cine y la televisión. Las películas y documentales siempre críticos de este realizador inglés lo convierten en uno de los principales exponentes del realismo social.
En Cannes, 14 cintas de Loach han sido parte de la selección oficial, más que cualquier otro autor (el segundo en la lista tiene 9). Se ha llevado dos veces la Palma y el Premio del Jurado Ecuménico, así como el Premio del Jurado y el FIPRESCI en tres ocasiones respectivamente.
La trayectoria de esta leyenda viva y en activo se caracteriza por su compromiso con la realidad británica. Sus filmes han reflejado la vida de los trabajadores en el mundo industrializado, conflictos políticos o problemáticas sociales, siempre desde la perspectiva de personajes atrapados por situaciones decadentes y oprimidos por grandes poderes. Además, su consistencia es impresionante. En más de medio siglo ha enfrentado censura y críticas por su trabajo, pero no ha dejado de hacer cine de compromiso social y crítica directa, a través de verdaderas obras de arte.
Hoy les hablaré de El viento que agita la cebada, película del 2006 que le valió su primera Palma de Oro, mérito que repetiría en 2016 con I, Daniel Blake. Otros filmes relevantes de su autoría son: Kes (1969), Black Jack (1979), Agenda oculta (1990), Riff-Raff (1991), Tierra y libertad (1995), entre otros. El pasado año se estrenó su largometraje más reciente: Sorry we missed you.
Ken Loach tiene ya 84 años y es uno de los artistas más consistentes en la historia del realismo social. (Foto tomada de sensacine.com)
Los personajes protagónicos del cine de Ken Loach suelen estar atrapados por sus realidades. Injusticia social, pobreza, falta de posibilidades o la acción de poderes mucho mayores que ellos, son los villanos de sus historias. En El viento que agita la cebada la realidad que atrapa a sus protagonistas es una de gran complejidad, pues corre el año 1920 en Irlanda, donde la guerra de independencia acaba de comenzar.
En las primeras imágenes del filme un grupo de jóvenes juegan hockey sobre césped en algún campo de la Irlanda rural. Una vez en casa, un grupo de ellos son detenidos por soldados ingleses, pues ese juego de hockey, así como cualquier tipo de reunión, están prohibidos. El resultado del encontronazo es el brutal asesinato de un joven de 17 años delante de su familia y amigos en una impactante escena que, inmediatamente, nos avisa que la historia que estamos comenzando a consumir será un crudo cuento de violencia y lucha.
Durante el entierro del joven, una anciana canta la canción que da título a la película, balada inspirada en la rebelión de 1798 donde miles de irlandeses murieron en lucha por la independencia contra los ingleses. Una vez más la pugna ha llegado; y El viento que agita la cebada recreará la Guerra de Independencia (1919-1921), el Tratado Anglo – Irlandés que le puso fin y la posterior Guerra Civil (1922 - 1923), pues siete siglos de dominación británica están por llegar a su fin.
El viento… no ocurre en Dublín, capital de la isla y epicentro del conflicto, toma como escenario un pequeño pueblo cuyo nombre no es rebelado. Tampoco se acerca a personajes reales. Paul Laverty, guionista recurrente de Loach, prefiere contar la ficticia pero verosímil historia de dos hermanos que toman parte en los conflictos. Dos hombres muy diferentes, pero unidos por el amor filial y la causa en que creen.
Damien (Cillian Murphy) es un joven doctor que declina un trabajo en Londres para unirse al IRA (Ejército Republicano Irlandés), del que su hermano mayor Tommy (Pádraic Delaney) es uno de los líderes locales. En más de dos horas de película, serán ellos los encargados de trasladarnos a otra época, de hacernos entender lo que se vive en una guerra, de reflejar las inquietudes políticas de un país.
El cine de Loach es siempre un manifiesto político. Uno de sus principales méritos es transmitirlo desde hombres y mujeres creíbles y humanos, subordinar su mensaje a la experiencia de sus protagonistas. En El viento… Loach quiere analizar los orígenes de la causa irlandesa y los diferentes móviles y sentimientos que guiaron a sus protagonistas, pero la vida de esos dos hermanos sigue siendo el centro de una historia llena de amor, dolor y venganza.
Cillian Murphy logra una de las mejores actuaciones de su carrera como el hombre que estudió para salvar vidas y termina tomándolas, el chico a la sombra del hermano mayor que se hace hombre a la hora indicada, el tipo normal que es llevado al límite de su humanidad y sus convicciones por el mundo que le rodea. A su lado destacan Delaney, Liam Cunningham como Dan y Orla Fitzgerald como Sinead.
El uso de la música tradicional irlandesa como banda sonora, la fotografía que asemeja a grabaciones antiguas con sus colores opacos y extensas tomas, así como la minuciosa reconstrucción de la época, desde la ropa y las armas hasta el lenguaje y los acentos, dotan al filme de gran autenticidad. Es una obra triste y hermosa; esas son las mejores.
Otra de las claves del cine de Loach que despuntan en esta obra es la frialdad en el tratamiento de sus personajes. Parece tener la fórmula precisa para involucrarnos con sus protagonistas sin recrearse en sus emociones. En este caso en específico se agradece que sea así. Un director menos mesurado pudiera haber cedido al sentimentalismo, restándole peso a escenas difíciles de ver por su dureza, pero conmovedoras por su redondez dramática.
Ken Loach llegó a ser acusado de antibritánico por El viento… pues la parte de la historia que decide contar no es la más popular en su país natal, en especial su representación de los orígenes del IRA, organización más que polémica en años posteriores. Pero ese ha sido constante en su trabajo. Loach ha optado siempre por reflejar lo incómodo de la realidad que lo rodea. En este caso no realiza un filme biográfico o bélico tradicional, sino que analiza el proceso independentista irlandés como un movimiento social complejo y variado, no solo un esfuerzo nacionalista. Hacia el final de la cinta Damien dice: “Es fácil saber a qué te opones, pero es más difícil saber qué apoyas”. Esa es una afirmación esencial para entender esta narración.
A las películas históricas a veces les cuesta aunar la cantidad de hechos y facciones dentro de un periodo determinado. Es muy difícil capturar las sensaciones de todas las personas que se encuentran en una situación determinada. Loach lo sabe, pero aun así lo intenta, y con El viento que agita la cebada lo hace muy bien. Damien y Tommy bastan para entenderlo casi todo. Lo que falta no es importante, eso es para los libros de historia, porque la experiencia humana que necesita para convertirla en una magnífica obra de arte está ahí, no podemos pedirle más.
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