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jueves, 28 de noviembre de 2024

Un dibujo mejor animado

Si la vida cambia, la ley cambia con ella…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 16/09/2021
3 comentarios
Intimidades-16septiembre-2021
Como ustedes, yo crecí viendo muñes en la tele, criollos y de otras facturas, y mis nociones del mundo adulto se forjaron de forma natural con esos modelos (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Alguien recuerda cómo llegó Eutelia a la vida del mambí más conocido en las últimas décadas? Esa pequeña que siguió a María Silvia en centenares de aventuras, ¿tendría madre, padre o abuelos vivos? ¿Tenía, al menos, apellidos?

Cecilín y Matojo surgieron en familias tradicionales, pero Chuncha, la viejita del ¡Alabao!, ¿era viuda o divorciada? ¿Por qué vivía sólo con un nieto y el perrito Cacharro?

Como ustedes, yo crecí viendo muñes en la tele, criollos y de otras facturas, y mis nociones del mundo adulto se forjaron de forma natural con esos modelos, que contradecían por mucho el futuro ideal que nos pintaban las abuelas. La cortina del “felices para siempre” era tan turbia, que ni Disney se animaba a descorrerla. ¿Para qué, si la gente se identificaba mejor con las “tragedias” previas?       

¿Dónde están las familias que encajan en el supuesto patrón de estructura y conducta perfectas? Tales historias sinflictivas en las pantallas no abundan, y en la vida ni hablemos… O mejor sí: hablemos, a ver si comenzamos a desmontar ciertos mitos.

Me asomo al balcón y reviso mi calle con sus 36 viviendas. Pienso en las familias con las que he convivido durante cinco décadas en este rinconcito reglano, donde también la mía se ha transformado más de una vez por diversos motivos.

No estoy sola en esta “desviación de la norma”. Muy poquitos hogares cumplen aquí el esquema de mamá, papá y al menos un crío juntos para siempre, con el hombre como jefe de núcleo y sin adicciones, traiciones o episodios violentos.

Deja ver… Hay una madre soltera de casi 80 años. En una esquina vive un viudo que sacó adelante a su hijita hace dos décadas, y en la otra una pareja con evidente diferencia de edad que acoge al yerno y la nieta mientras la hija cumple misión internacionalista.

En mi acera, varias viudas han criado a pulso a sus nietos y un par de solteronas se consagraron a la madre o el hermano. De ambos lados hay hombres que quedaron atrás cuando el resto del clan emigró o se mudó para otro barrio, y a pocas casas de la mía una pareja se separó recientemente, tras más de 30 años de ayudar a criar sobrinos porque no tuvieron hijos propios.

Ahora mismo hay tres o cuatro familias reconstituidas con padrastros. Varias mujeres probamos suerte más de una vez, pero la mayor parte del tiempo bogamos solas con nuestra prole, y algunas ya decidieron quedarse así, a menos que el amor las sorprenda.

Hay uniones de hecho, matrimonios civiles y de iglesia. Incluso tuvimos una “querida” del esposo de otra vecina, que dividió las simpatías del callejón como una gran telenovela.

La mayoría son hetero, pero hay homosexuales que alternan períodos de soledad con años de pareja estable, y hubo otros que todo el mundo conocía y respetaba, aunque los vecinos más prejuiciosos los trataban “de lejos”… Nada raro, porque también se miró con suspicacia a las parejas birraciales; a quienes daban sentido a su vida a través de la cruz o la santería (o ambos); al que cumplió sanción en una cárcel; al que viró “tostao” de la guerra; a quienes se soñaron en otros horizontes…    

¿Qué falta en este micromundo, fácilmente dibujable desde mi atalaya, justo en el medio del sinuoso callejón? Hemos tenido peleas entre hermanos, abortos no deseados, discapacidades físicas y mentales, muertes prematuras, longevidad postrada, emigración, sida, COVID-19, música de estruendo, apagones…

¡Familias, familias! ¿Qué historia hay detrás de cada puerta? ¿Qué fuego prende cada hogar? ¿Cómo llevar a letra viva el espíritu de tanta diversidad? ¿Cómo dar voz a las generaciones que parirán un mundo nuevo?  

El debate por el futuro código apenas comienza, y si creen que el asunto del matrimonio es lo único revolucionario, se llevarán unas cuantas sorpresas. Aún no lo estudio completo y ya sé que mi voto es positivo porque mi calle cabe en ese texto mucho mejor que en el actual, ya superado por la vida.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 3 comentarios


puntualita91
 22/9/21 13:16

Pues sí que Eutelia y Pepe el corneta no tienen papá o mamá en esos animados. Les pasa como a los sobrinos del pato Donald, que la única familia son un peleón y un rico tacaño Jjjjj Si estuvieran en Cuba con el código nuevo pueden pedir que les cambien los tutores? Jjjjj  ¿Ahora en serio: si un niño o una niña considera que sus padres lo maltratan demasiado o no le dan lo que necesita puede pedir a esa cosa de la abogacía familiar que les quiten la patria potestad y los pongan en otra familia?

Nikito
 17/9/21 13:46

Hola Milo y demás foristas. Esta explicación, aunque hecha como si "no viniera al caso", de conjunto con la que hizo en días recientes la jurista Ana María Álvarez-Tabío en la tele, son la mejor explicación para comprender por qué se trata de un Codigo de las FAMILIAS, dicho en mayúscula y en plural por supuesto. Me parece que su discusión será un proceso en el que todos, querramos o no, creceremos como seres humanos. Pero, siempre hay un pero, desde que se aprobó la Constitución y se fijó llevar el Código a plebiscito, no estuve de acuerdo. Jamás entenderé por qué es necesario someter a la aprobación de la mayoría, los derechos de lo que muchos denominan como "minoría", como si los derechos de esa mayoría pudieran extralimitar los derechos de los "otros", en contraposición a lo que la misma Constitución dicta en cuanto a que "el ejercicio de los derechos de las personas solo está limitado por los derechos de los demás". Y me disculpan si mis palabras les suenan a una especie de cantinfleo a la cubana!!!

Almir Ulises Mestre León
 16/9/21 17:56

Muy bueno tu artículo, Mileyda, nunca había pensado en la situación de Eutelia. Todos los cubanos debemos leer el anteproyecto y enriquecerlo con nuestra óptica.

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