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martes, 26 de noviembre de 2024

Sentir pena en la medida exacta

La actitud penosa, conocida también como timidez, es una de las características más frecuentes en los adolescentes...

Mayte María Jiménez
en Exclusivo 27/04/2012
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Timidez
Las sensaciones de timidez son muy frecuentes en los adolescentes.

Sonrojarse ante una mirada provocadora, sudar frío, temblar, enredar las palabras, “extrañas” ganas de reír, miedo escénico y evadir situaciones comunes, por temor a no cumplir las expectativas, son comportamientos frecuentes en las personas que sufren de una “pena” o timidez excesiva, que muchas veces les impide desarrollarse en sus actividades diarias.

Vivir bajo el miedo constante de fracasar, sin afrontar los riesgos de la existencia misma, se convierte en una actitud que les hace sentir como “perdedores”, cuando en realidad no se han dado la oportunidad de aventurarse, por concentrarse demasiado en pensamientos negativos.

Estas sensaciones son muy frecuentes en los adolescentes, cuando empiezan a formarse su identidad como hombres y mujeres, y en ello media mucho la autoestima de cada ser, y la percepción que tienen de sí mismos frente a la sociedad.

Sin embargo, esta timidez en la vida adulta puede convertirse en una barrera que impide afrontar las metas de la vida, ser independientes y seguros de cada paso que se da, aunque resulte un error.

Según apuntan diversos psicólogos, ello tiene mucha relación con la manera de ser, si la persona no está acostumbrada a desenvolverse en situaciones que impliquen exponerse a sí mismo enfrente de otros, o que hayan vivido alguna mala experiencia que ahora les provoque esta situación de vergüenza.

Una de las afectaciones mayores de esta actitud se produce en las relaciones personales e íntimas, en las que el individuo no sabe cómo interactuar o buscar un acercamiento, y se encierra en un mundo de temores y cohibiciones.

LA FUERZA DE LO POSIBLE

Una de las teorías que se describen en torno al origen de estos comportamientos “penosos”, es la sobreprotección que sufren niños y niñas, que les impide desarrollar los mecanismos de socialización en el medio que les rodea, y afrontar las situaciones más diversas.

Estos pequeños, una vez que llegan a la etapa de la adolescencia tienden a convertirse en el hazmerreír de los demás, al no tener la capacidad de interactuar de manera natural, o sencillamente no saber hacerlo.

Compartir con las amistades, bailar en una fiesta, conocer a nuevas personas y, por qué no, entablar una relación más íntima, es una tarea “imposible” para ellos, y son tildados también como “poco vivos”, o “mojigatos”.

El ser tímidos es una característica del funcionamiento general de la personalidad que se manifiesta de manera tal que, a pesar de sentir gran necesidad de relacionarse y comunicarse con los integrantes de un grupo, el sujeto experimenta a la vez una limitación para iniciar y llevar a cabo ese tipo de interrelaciones.

Para la psicóloga cubana Ofelia Pupo, la timidez como trastorno, generalmente se arrastra desde la niñez, y su origen puede ser hereditario o fruto de la interacción con el medio. Es muy frecuente que esté relacionada con las experiencias recibidas de otras personas y con el nivel de exigencia y aspiración propia.

En ello pueden influir las fortalezas del yo: los adolescentes que tienen un yo débil, o son poco asertivos, no se atreven a mostrarse como les gustaría ser. Durante esta etapa de autoafirmación de los caracteres, el individuo es más propenso a manifestarla.

En esa edad la autoimagen es importante y si no se está satisfecho con ella, la persona se vuelve insegura. Aquellos que se creen poco agraciados al compararse con los demás tienen un patrón de belleza diferente.

Sin embargo, no es el físico lo que hace que una persona sea tímida o no, sino la idea que tiene de su aspecto. De ahí que sea tan importante que el adolescente deba aceptarse con sus potencialidades reales.

En el plano profesional la timidez no siempre significa un fracaso. Hay quienes, por su elevado grado de seguridad interior, son muy buenos en el desempeño laboral y personal.

Ahora bien, es necesario tener presente que el individuo tímido no desea el aislamiento aunque su modo de enfrentar la vida lo pueda llevar a ello. Él no es capaz de comportarse con naturalidad en el medio social y realiza actos artificiales que normalmente no ejecutaría.

Una de las maneras de enfrentar esta situación es someterse a una evaluación entre las expectativas y la realidad, sobre la base de tres valoraciones muy importantes: cómo soy, cómo creen los demás que soy y cómo me gustaría ser. Este análisis permitirá saber si el problema del individuo es de conducta o de autoestima.

CUESTIÓN DE GÉNEROS

Se dice que las muchachas pueden ser más penosas que los varones, pero está comprobado que, tanto ellas como ellos, pueden experimentar dificultades en las relaciones interpersonales, sensación de temor, inseguridad y vergüenza.

Es probable que las féminas tiendan a ser más tímidas por la tradición sexista que impone que deben ser más sensibles, delicadas, tímidas, e incluso dependientes; sin embargo, el varón puede sufrir la timidez doblemente.

Para ellos se juzga con más rigor el no cumplir con las expectativas de su rol de género en la sociedad. Entonces no saben qué hacer y se aíslan. No obstante, la solución es la misma en ambos casos.

Una de los factores de mayor importancia es el papel de la familia: su apoyo y valoración. Los adolescentes necesitan libertad de expresión, de toma de decisiones, que escuchen sus criterios y se aplaudan sus triunfos, por más pequeños que resulten, lejos de entregarles burla e incomprensión.

La persona tímida, poco a poco, debe proponerse autoanalizar sus defectos y virtudes, y acercarse a los grupos, para decidirse a saltar la muralla psíquica interior.

La oportunidad de discrepar y la libertad para cometer errores son necesarias en el crecimiento. A los adolescentes hay que darles espacio, intimidad, y tratarlos con respeto.

Es imprescindible una relación de confianza entre ellos y la familia, para que se aventuren a confiar en el medio que les rodea, y sobre todo, en sí mismos. Si esta conexión falla, la situación se puede agravar y la timidez convertirse en una fobia social.


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Mayte María Jiménez

Periodista del Diario Juventud Rebelde y editora del Suplemento En Red, dedicado a Ciencia, Salud, Tecnología y Medio Ambiente. Aborda temáticas relacionadas con juventud, sociedad, salud, ciencia, economía y otros tópicos de la actualidad nacional de Cuba. Coautora del libro Periodismo incómodo: la cuadratura del círculo, de la Editora Abril


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