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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Nevasca (+Video)

Cuando el pasado vuelve, caviloso, y el presente es la cura...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 13/09/2022
1 comentarios
Intimidades-13-septiembre-2022
Torres era muy joven y ya tenía tanta profundidad en sus metáforas, tanto diálogo interior, que no era errado esperar su salto a la fama. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

"Andando bajo nevasca / me apequeño en los rincones. / Los días no me vigilan, / los años no me persiguen / y me siento un fugitivoooo…".

Jorge me mira, entre curioso y burlón. Otras veces me ha dicho cuánto le sorprende mi capacidad para tararear (y maltratar) canciones que no están en los playlist de moda o en el repertorio habitual de mis ruidosos vecinos.

Sabe que esas letras me remontan a un pasado en el que ni siquiera soñaba con su amor y complicidad, pero no le molesta, porque también él vive esos relámpagos de saudade con sus baladas rock de los años 80.

"Esa es de tu amigo Raúl Torres", le digo, y sonríe ante mi pueril ensayo de justificación. Cuando se trata de las primerísimas canciones del dulce trovador, sabe que mis pensamientos andan por los 90, una etapa en la que más de una puerta se abrió a la vez ante mis sentimientos amorosos, aunque mi vida ya tuviera rumbo y compromiso.   

Andando bajo nevasca / mis pasos compran el eco; / distorsión de madrugadas, / y en los humos de una hoguera / danzando siluetas, cantan

Creo que aún conservo el casete que me regaló Marlén un par de días antes de viajar a Praga. Era una copia de otra copia de una tercera que alguien había traído de México, donde pudo grabar varias canciones de una estación de radio. Torres era muy joven y ya tenía tanta profundidad en sus metáforas, tanto diálogo interior, que no era errado esperar su salto a la fama, así que aquellas cintas serían pronto un fetiche de nuestra generación. 

Para mi grupo de amigas, Candil de nieve era el gran descubrimiento, el leitmotiv para recordar de cuántas malas relaciones nos habíamos fugado airosas en los años de pre y universidad.

Para mí, con la tremenda soledad emocional que representó la siguiente etapa de crecimiento a la europea, fueron más impactantes Regrésamelo todo, Se fue, Liviana y Nevasca, que canté muchas veces mientras deambulaba literalmente bajo la nieve, espantando siluetas de un pasado muy reciente, confuso y estremecedor.      

Una mujer / que me hundió sin querer / en un légamo de hiel, se ocultó en el vitral, / se olvidó de mi piel…

Así me veía, en tercera y culpable persona. Así sonaban ciertas cartas de reproche por renunciar a lo que en su momento creímos que podría ser, pero yo elegí que no fuera. No me pesó entonces, ni me pesa ahora. Y no voy a hablar de entereza o lealtad porque hay historias que trascienden esos límites, humanamente necesarios, pero injustos a veces.  

Otra mujer / merodea mi andar, / me clavó el azadón / no en mi pecho, sino aquí / en el corazón…

Cuando tu matrimonio está a la vera de un sinfín de posibilidades que involucran a terceros, no es lo mismo ser protagonista que espectadora. Desde dentro del turbión, una sabe el peso que tiene el amor, la constancia, la admiración, incluso las conveniencias mutuas. Desde el borde, te toca esperar por reacciones y decisiones ajenas, y en la zozobra de la comparación puedes volverte necia y descarrilar el frágil vínculo hacia el destino menos deseado, como una mágica nevada nocturna que al salir el Sol se transforma en insípido barro.  

Ay Letier, / se te escapa un candor de mujer… Una que ya no supo mantenerse a la sombra y prefirió fracasar otras mil veces antes de mancillar de apatía las ilusiones juveniles.

Si tu ínfima voz te sacó / de ese légamo cruel de la hiel…  Una que completó el ciclo de la tempestad tres décadas después y aprendió a amar la calma de una rutina dulce y comprensiva.   
No sé cómo pagar tu salud, / tu prenda, tu canción… Cantar no está entre mis talentos, ni en los de Jorge la paciencia para dejar que alguien lastime sus oídos de ese modo.

Despacio, me quita la escoba con la que barro la hojarasca del patio (una acción que siempre me recuerda aquel otoño de confusas emociones); pasa una mano por mi cintura y con la otra acaricia mi pelo para traerme a este presente, donde disfruto a plenitud su sonrisa… y un febril beso azul / que en labios estallooooo.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


Magdalena
 13/9/22 10:04

Graciaaaaaas. Esta es de mis favoritas también, sin duda. Y también he pasado por esos momentos de culpa y espera. Terribles. Gracias a Milo por las lágrimas que me limpian, a Jorge por una caricatura tan bien lograda y a Raúl por su descripción de emociones que una no sabe cómo expresar y duelen.

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