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sábado, 23 de noviembre de 2024

Someruelos, un gobernador fuera de serie

Aquel personaje, discutible, pero sin lugar a dudas, excepcional...

Argelio Roberto Santiesteban Pupo
en Exclusivo 17/09/2016
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Él fue, en todos los aspectos imaginables, original.

Sí, para empezar, cuando Salvador de Muro y Salazar, marqués de Someruelos, llega a San Cristóbal de La Habana --un día del remoto año 1799--  se presentaba como lo que el costumbrista gallego cubano Álvaro de la Iglesia llamó “un gobernador caído del cielo”, pues no había entrado nave alguna a la abrigada bahía capitalina de Carenas.

Obligado a desembarcar en el puerto de Casilda, Trinidad, a causa de la persecución que le hicieron los corsarios, vino por tierra hasta la capital, quizás sorprendiendo a muchos que andaban en sus trapicheos.

Su época al frente de la Isla estuvo marcada por hechos de gravedad suma, desde la invasión napoleónica a España hasta el comienzo de las luchas independentistas en Sudamérica. No obstante, le escribe al ministro español de la guerra: “Mi sistema es procurar saberlo todo, disimular mucho y castigar poco; esto me basta para evitar desórdenes”. (Lo cual no le impidió descuartizar el cadáver de Aponte y exhibirlo en el habanero Puente de Chávez. O ahorcar a un emisario secreto de Pepe Botellas Bonaparte, en la Plaza de las Ursulinas).

Junto a los criollos, propició obras de bien público, como el cementerio Espada, la vacuna o el periódico Regañón de La Habana.

Además, fue recordista en el ejercicio del mando: trece años.

No caben dudas: en la sucesión de los gobernantes que la Metrópoli nos envió, fue Someruelos un caso sui géneris, un gobernador fuera de serie.

BICHO RARO, EN MEDIO DE TANTO ALCORNOQUE

De joven, Salvador de Muro y Salazar, segundo marqués de Someruelos, en un colegio fundado por los jesuitas aprendió sobre geografía, historia, matemáticas, astronomía, medicina y mil disciplinas más.

Tengo ahora mismo, en mis manos, la relación de los títulos que atesoraba su biblioteca: obras en francés, latín, inglés, idiomas por los cuales se paseaba su poseedor.

¿Ha de extrañarnos, entonces, que cuando se inauguran clases de taquigrafía en La Habana, el gobernador esté humildemente en ellas, como alumno aplicado de primera fila?

Sí, no caben dudas, él fue un caso sui géneris en aquella galería de delincuentes y analfabetos que esa, a la cual algunos llaman la Madre Patria –una mala madre--,  envió para que aquí sufriésemos sus desmanes e ignorancias.

A pesar de su férrea salud de militarote, murió poco después de finalizar su mandato. Según algunos –supersticiosos--  a resultas de la maldición que le lanzó en la Plaza de las Ursulinas el agente napoleónico, mientras lo colgaban. (Pero eso ya es tema para una próxima croniquita). 


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Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).


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