Se informatiza el burocratismo

En una ocasión escribimos que la vida está demostrando hasta ahora que mueren los burócratas, pero que sobrevive el burocratismo. Otro viernes afirmamos que los males como ese toman nuevas formas de acuerdo con su contexto. Hoy nos referiremos a la afirmación muy certera de que o nos informatizamos o perecemos, frase muy citada en los momentos iniciales de esos procesos en el mundo.

También en el ámbito cubano hubo quienes suscribieron la idea y la argumentaron de muchas maneras, como en una reunión donde estaban tratando de convencer a los decisores para que apoyaran los proyectos en sus respectivas instituciones. Cuando hasta los que no entendieron o interiorizaron poco o nada los conceptos aprobaron las acciones iniciales de informatización, a alguien (a mí) se le ocurrió inoportunamente referirse a la importancia de que los flujos de trabajo fueran previamente revisados por ingenieros industriales para evitar que se informatizaran procesos que tradicionalmente se estaban haciendo con deficiencias.

Espontánea y rápidamente se escuchó una voz (y no digo de quién): "Ahora que estaba casi entendiendo, vas a meter aquí a los ingenieros esos como si lo que estamos dirigiendo fuera una industria… ¿y eso para qué?".

Por supuesto que tras el retroceso, casi hubo que comenzar otra vez la reunión, que ya estaba a punto de concluir, para explicar el contenido de trabajo o perfil de los ingenieros industriales y exponer ejemplos de lo que hacían los graduados de esa carrera universitaria.

Fue prácticamente imposible controlar el auditorio, que consideró como algo del más allá las explicaciones sobre la importancia de que cada paso que se diera en un proceso de trabajo estuviera bien organizado y concebido o, de lo contrario, al informatizarlo, esos defectos también quedarían incluidos con consecuencias más funestas que en los procederes tradicionales.

Casi dos décadas han transcurrido desde aquel día, en el cual la reunión concluyó a partir de que algunos se dirigieron hacia la puerta de salida y apenas escucharon lo último: si en un flujo de trabajo hay burocratismo, y no lo cambiamos, se informatizará también el burocratismo.

A la memoria retorna el recuerdo estimulado por el colega Arsenio Rodríguez Pérez, quien en el semanario Trabajadores relata que Raúl B. Santana Aguilar estaba en pleno proceso de extraer dinero de un cajero automático en Ciego de Avila cuando la máquina anunció que podía tomar los billetes, y seguidamente se apagó para informar segundos después: “Cajero en mantenimiento”. El artefacto no le devolvió la tarjeta magnética ni entregó el dinero.

Tras una hora de gestiones, recuperó la tarjeta, pero en cuanto al dinero, le dijeron que fuera al día siguiente, 17 de agosto, y según le cuentan, su reclamación se enviaría a La Habana. Pero el 16 de septiembre, un humano, no la máquina, le dice que debía ‘esperar unos diítas más’, pues reenviarían la solicitud a la capital de todos los cubanos.

No debe ser este el único caso en el que informatizamos un proceso incluyendo el burocratismo, por lo cual acabo de darle la razón a mi esposa al enterarme de que el avileño tuvo que esperar casi una hora para recuperar la tarjeta magnética. Elsa me advierte siempre: no saques dinero del cajero en horarios no laborables ni los fines de semana, porque si se traba la tarjeta magnética, no hay quien te la devuelva.

Aun así, continúo convencido de que o nos informatizamos o perecemos, aunque admito que el burocratismo piensa igual y actúa en consecuencia para sobrevivir, pues se introduce todas las veces que puede en los proceso basados en las nuevas tecnologías.