Como adelantamos, los memes de internet de Bernie surfearon sobre otras expresiones de los genes culturales. Sobre unos, más fecundos y longevos, que persisten integrados en la cultura política estadounidense, como el “memeplexes” de la democracia bipartidista y el meme de la toma de posesión; y sobre otros, más circunstanciales, que hacen ruido en la arena de la guerra cultural, en el coliseo de los sentidos y los símbolos o están camino de extinguirse por el empuje de otros.
El memeplexe de la democracia estadounidense, globalizada como patrón, contribuye a naturalizar la representación en detrimento de la participación. Los políticos gobiernan y los ciudadanos solo opinan; incapacitados como están de entender los complejos sucesos que desbordan las pantallas, las realidades re-presentadas y reproducidas en clips de forma fragmentada y desconectadas entre sí. Solo les queda hacer zappinp para elegir el canal que mejor espectaculariza la escena política o hacer clic, darle like, al post de uno u otro bando, de este o aquel candidato; a comparar la toma de posesión de Biden con la de Trump y la de Obama.
En el meme ya asentado del espectáculo de posesión, las apariencias y el vestuario de los participantes se reseña como lo más significativo. Por ello, casi todos los memes que circularon tuvieron a la ropa como motivo principal. Unos se refirieron al atuendo de la exprimera dama, Michelle Obama, y otros sobre el exótico vestido de Lady Gaga, vestida no muy diferente a un personaje de Los juegos del hambre.
Los protomemes de la publicación viralizada fueron simples comentarios del atuendo, práctico y sin glamour, del viejo político. Los internautas veían a sus abuelos, tíos y padres, arropados del sentido común, separados del tumulto y abrigados, valorando la salud por encima del estilo. Un Sanders fuera del escenario de los “vencedores”. “Aquí esperando en el frío a que me sirvan mi atole”, eran algunas de las frases que acompañaban la imagen.
- Consulte además: Los memes de Bernie Sanders y la sociedad clípclica (I)
Luego llegaron los fotomontajes, en los que los usuarios de las redes sociales tomaron la imagen original de Sanders para sacarla de la toma posesión e insertarla en la cotidianidad, en lugares comunes, en la sala de espera de un hospital, en un parque, una parada o una heladería... Nick Sawhney, un ingeniero de software de Nueva York, creó una herramienta que permitió insertar a Sanders en cualquier dirección de Google Maps street view.
Con su viralización, el contexto fue mutando y también su re-significación, lastrado por los memes socializados por las industrias culturales hegemónicas, en el puente de la nave Enterprise en Star Trek, como miembro de los Avengers, sentado en el Trono de Hierro de Juego de tronos. Diluyéndose el inicial sentido político de la metáfora visual. Porque en última instancia, la creatividad y la espontaneidad tan solo se conducen por los cauces calados por el poder. Entonces los memes se volvieron la noticia. Las columnas de entretenimiento se llenaron de notas recopilatorias sobre los mejores montajes y detalles sobre lo que había detrás de la escena de esta historia. Los “trabajadores orgánicos” del capital al servicio de la “selección natural”, de la “memecracia” de la sociedad clípclica.
No era la primera vez que el estilo personal de Bernie Sanders lo hacía protagonista de un meme popular, ni que llamaban la atención sus guantes ecológicos, tejidos por una de sus electoras, Jen Ellis, una maestra de segundo grado en Vermont y admiradora del senador que se los entregó luego de que este perdiera las primarias demócratas en 2016. Al sociademócrata le encantó el regalo y comenzó a usarlos frecuentemente en su campaña a las primarias del 2020.
Tampoco es la primera ocasión en que la “mano depilada del mercado” impone sus sentidos. El National Bobblehead Hall of Fame and Museum sacó provecho al vender su propia versión de la pose. Los medios destacaban en sus columnas, el beneficio comercial del propio Bernie o de Jen Ellis.
Ya aludimos que un signo/pensamiento remite a otro, y arrastra en cierto grado sus sentidos. El abrigo usado por Sanders en el espectáculo de posesión es similar al de otro meme de internet, el de “Una vez más pido su apoyo financiero”; popularizado como meme de fin de año, para pedir dinero luego de malgastarlo todo en Navidad, y que tuvo su origen en un video de 2019 en el que el entonces candidato a la nominación del Partido Demócrata pedía por ayuda para su campaña. Un montaje que aludía al final a la frustración del excandidato, un sentimiento compartido por muchos estadounidenses, especialmente por la mayoría de sus seguidores, los más jóvenes.
Los códigos del meme están marcando la nueva forma de comunicación política, la de los milennials. “Hablan en un idioma con el que la gente ha crecido en las redes sociales, lo que puede hacer (los mensajes) articulados y muy conmovedores”, explicó Benjamin Burroughs, profesor de medios emergentes en la Universidad de Nevada en Las Vegas a The Washington Post. Y por supuesto, que esta nueva manera de socialización, de mover las apreciaciones sobre lo político, tiene a la emoción como el carril de los sentidos, para beneficio de las élites, de los aliados de clases de los que así lo han diseñado desde Silicon Valley.
Se mal informan con los memes los que no gustan de leer noticias y se "adaptan" a no buscar otras fuentes para informarse de la política. Delia Rodríguez, la autora del libro Memecracia: los virales que nos gobiernan, habla de memeoides; personas cuyo comportamiento es dirigido completamente por la información obtenida de un producto digital como el meme, lo cual puede ser nocivo para ellos mismos, dependiendo de la ideas que difundan esos productos digitales.
De estos millones de memeoides se aprovechan políticos como Donald Trump, en los EE. UU., y Alexei Navalny, en Rusia. Según el informe “Explorando la utilidad de los memes para campañas de influencia del gobierno de Estados Unidos ”, del Centro para Análisis Navales (CNA), los memes pueden ser usados para anticiparse, infectar o tratar un pensamiento viralizado en la opinión pública. Así, se podría influir en campañas positivas o negativas, antiterroristas o xenófobas; buscando tocar los sentimientos colectivos de las personas o la vulnerabilidad de un sector de la sociedad frente a un tema. Desde las redes miameras se generan a diario decenas de memes contra los dirigentes de la Revolución Cubana y contra las instituciones del país.
Los memes se viralizan sobre la base de un código común, compartido entre quienes lo suben y sus seguidores. Para que logre “contagiar” y ser replicado en las redes, debe interpelar alguna de las emociones primarias, como tristeza, miedo, alegría, ira, sorpresa y/o repulsión.
La temporada de Trump y el terror escenificado poco antes en el mismo Capitolio compulsaron el deseo de un America smile again; otra de las olas sobre la que corrió el meme de Bernie. Esta compulsión respondía al anhelo de “resetear internet”, de sustituir los memes incendiarios y escandalosos de Trump por los memes que antes dominaron las dos temporadas de Obama. “Muchos de los mejores memes nacen de esta manera. Como la mayoría del buen humor, rompen tensiones. Es un lanzamiento colectivo. Internet ha tenido algunos buenos en los últimos cuatro o cinco años, pero a menudo, en medio de las disputas políticas es difícil saber cuándo intervenir con una broma. El miércoles por la mañana, de repente, lo que mantuvo a todos calientes fue la risa”, como señaló Angela Watercutte en Slate.
De todo ello informa el llamado “síndrome de Bernie”. Y mucho más, de una sociedad clípclica cuyos genes más egoístas es necesario develar.
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