— Para concluir, acerquémonos a la realidad de Cuba. ¿Qué referencias tienes de Martí, Fidel y del proyecto social que construimos aquí desde 1959?
— Pues tengo una información insuficiente, pese que a que conozco personas que han vivido y trabajado allí. Nunca he estado en Cuba, aunque es algo que me gustaría solucionar lo antes posible. Por supuesto, conozco todas las atrocidades de la dictadura de Batista y los primeros años de la Revolución, después el acercamiento más o menos dependiente/independiente a la URSS, parejo a la enemistad con EUA y los duros años noventa, donde se acabaron los precios subsidiados del bloque soviético. Conozco algunos avances propios de las economías socialistas en cuanto a economías planificadas (en educación, arte y sistema de salud), pero también sé de las contradicciones que genera el intento de construcción del socialismo en un solo país en un mar internacional de capitalismo neoliberal. Por ejemplo, sé de las dolorosas contradicciones que éticamente genera un turismo inevitable en la isla. Luego está el embargo genocida de los Estados Unidos y todo el daño que ha generado a la población cubana.
“Actualmente me preocupa que en la economía cubana se amplíe el espacio para la economía privada y se cree una clase de pequeños capitalistas que puedan ser decisivos a la hora de enterrar en un futuro más o menos próximo los aspectos más positivos de la construcción socialista cubana. Me preocupa que Cuba tome de ejemplo a China y se reproduzcan en las islas las desigualdades sociales que estamos viendo en el gigante asiático. También sé de los ideales de Martí y la importancia histórica de Fidel, al que conozco por sus obras, artículos y entrevistas. Pero debería tener más información para poder pronunciarme sobre su saldo histórico”.
— A partir de las tesis que manejas, me queda claro la importancia de la “reproducción” en toda la “aldea global”, sin embargo, infiero un valor agregado en nuestro contexto, en un país como el nuestro empeñado y necesitado de construir y hacer hegemónica “otra” cultura, anticapitalista, humanista y liberadora. ¿Lo ves de ese modo?
— Totalmente. Creo que se deberían realizar estudios sobre el a veces diálogo y otras veces lucha que se produce entre la producción del videoclip cubano y el videoclip mainstream de manufactura estadounidense. He visto algunos videoclips cubanos maravillosos, donde el aspecto y la validez artística es un valor fundamental por encima de su validez como mercancía cultural o como reclamo para la venta de otras mercancías. Si el espacio para la reproducción del capital sigue avanzando en Cuba, por los errores o las imposibilidades de la construcción socialista en una isla circundada por un océano de capitalismo, estos videoclips tenderán a desaparecer y otros más zafios totalmente alejados de los valores humanistas y socialistas (llenos de nihilismo y cosificación de la vida humana) seguirán avanzando como ocurre en el mundo capitalista en general. Y esto será terriblemente peligroso para las futuras generaciones.
— ¿Cuáles de tus tesis destacarías, o crees más necesarias para “afinar”, o hacer efectiva a nuestros intereses políticos, la producción, la recepción crítica y el consumo de audiovisuales en Cuba socialista, “subdesarrollada” y a 90 millas del mayor imperio de las industrias culturales en el planeta?
— Sin duda alguna destacaría la necesidad y las posibilidades de crear una industria cultural contrahegemónica, es decir, una industria cultural socialista. Es lo que hago en el último capítulo del libro. Sería una industria cultural lo suficientemente amplia para que cupiesen cuantas más voces y melodías mejor, pero lo bastantemente coherente y consciente como para enfrentar la afrenta antihumanista y degradante propia de la producción del videoclip mainstream, la punta de lanza de la conquista cultural de los jóvenes por el capitalismo internacional.
— ¿Y qué estrategias deberíamos implementar? ¿Producir audiovisuales contrahegemónicos? ¿Prohibir bajo regulaciones refrendadas o preceptos éticos consensuados? ¿Seleccionar del todo lo menos dañino y/o promover solo lo mejor o que más se aviene con nuestros valores? ¿Preparar o capacitar a los “consumidores” de estos productos?
— Desde luego, financiar decididamente, como prioridad política en la lucha de clases cultural, producciones contrahegemónicas que entroncaran con los valores humanistas y socialistas, es decir, con lo mejor del ser humano ilustrado en el siglo XXI. Además, debería realizarse sin perder de vista su vocación mayoritaria, y para ello se debería hacer un análisis para ver dónde está el nivel medio después de años de degradación cultural y musical capitalista. Conjuntamente, habría que empoderar en el alfabetismo audiovisual a los jóvenes y no tan jóvenes para enseñarlos a “leer” y “escribir” con imágenes, para hacerlo más fuertes a las embestidas alienantes del videoclip mainstream controlado por el gran capital. La prohibición no sería el camino a mi modo de ver, bastaría con no financiar con dinero público estas producciones. Por supuesto, desde el mundo capitalista todavía se realizan producciones de valor estético y/o humanístico resaltable, pero cada vez son más minoritarias desde el mainstream y encuentran su hábitat en los llamados nichos de mercado (donde habitan géneros rentables para minorías culturales distintas a las mayorías que consumen el mainstream musical, es decir, el pop sintetizado actual).
— En la lista de los 100 videoclips contrahegemónicos que todo el mundo debería conocer, actualizada por última vez el 12 de septiembre de 2017 y extraída de La dictadura del videoclip, aparecen dos producciones cubanas: Fuera, de Buena Fe, y Reverse, de X Alfonso. ¿No te parecen pocos, tratándose de un país donde se construye una cultura, otra alternativa a la que promueve el capitalismo?
— Desconozco el porcentaje de población cubana con acceso a Internet, y de los jóvenes en concreto. Sin embargo, he observado la televisión cubana internacional y, según lo que me cuentan algunos amigos cubanos, géneros muy famosos en el resto del mundo como el reguetón o el trap, con alto contenido capitalista e individualista, están siendo muy seguidos en Cuba. Al final, como decía Fidel, Cuba no está en otro planeta, por ende, en un mundo y una economía capitalistas que también afectan a Cuba es imposible aislarse por completo de la cultura que este sistema internacional de dominación genera. Sin embargo, quizás sí se podría hacer más por concientizar a los jóvenes cubanos en cuanto a audiovisuales, y fomentar una mirada más crítica y argumentada contra este tipo de producciones. Espero poder viajar a la isla este año y ampliarte esta opinión. Lo que está claro es que la lucha de clases en la cultura es el terreno de la guerra en tiempos de relativa “paz”.
— ¿Crees que sea posible conciliar intereses comerciales y artísticos? ¿Dónde radican los obstáculos para esa integración, en los creadores, en los directivos de la industria o en el público?
— En la industria privada capitalista. La integración solo es posible en aquellos sellos más pequeños dedicados a un público específico (por ejemplo, música de izquierdas, géneros minoritarios como el hip hop o el metal, etc.). Los obstáculos son de clase y de rentabilidad, es decir, ideológicos y económicos. Para que el videoclip sea totalmente libre de constricciones ideológicas y económicas, el artista debería tener total control sobre el proceso de creación. Esto es sencillamente imposible en la industria del gran capital y en el videoclip dominante que llega a todas partes del mundo. Las multinacionales de la música son grandes dictaduras cuando se trata de productos masivos. A más capital menos margen para la libertad artística. Esta es la gran ley de las industrias culturales.
— Y para concluir como empezamos, hablando de libros, coméntame sobre el nuevo libro que has anunciado. ¿Cuál es el objetivo o qué lagunas teóricas intentas llenar? ¿Qué tendrá de novedoso?
— Por una parte, se trata de una actualización de aquello que ha ocurrido durante estos tres años, desde la publicación de La dictadura del videoclip y, por otra, tendrá un formato diferente, no tan teórico, más asequible a un público general. Esto es así porque me voy a dirigir precisamente a un lector que engloba a todos los miembros de la comunidad educativa: padres y madres, profesores, psicólogos, representantes públicos, etc. La intención es que hasta el último educador se entere de lo que está pasando con los jóvenes, adolescentes e incluso niños; establecer una dialéctica entre la educación de las escuelas e institutos y la “educación”—o (des)educación— que la juventud recibe de la industria musical. La idea es llegar al público que no recibió el libro anterior.
— Por último, me gustaría conocer sobre la posible publicación de La dictadura del videoclip en Cuba, por la Editorial Ciencias Sociales. ¿Por qué podría ser pertinente su difusión aquí?
— Creo que la edición cubana del libro no es solo pertinente, sino actualmente necesaria. Primero, porque se trata de un trabajo único en extensión, profundidad y seriedad sobre un tema vigente en Cuba: la alienación cada vez mayor de amplios segmentos de su juventud, mediante el consumo de las mercancías de las industrias culturales capitalistas, en especial, desde la industria musical transnacional. Y segundo, porque sumado a lo anterior, este trabajo tiene la ventaja de tener un enfoque netamente marxista y socialista, lo cual conecta directa y definitivamente con la idiosincrasia de la Revolución Cubana.
“Por mi parte, puedo asegurar a los amigos cubanos que estoy haciendo todos los esfuerzos para que este libro aparezca en Cuba y podamos debatir con los compañeros cubanos a raíz de toda la información que contiene. Creo honestamente que la no publicación de la obra sería un fracaso para todos los comprometidos con el carácter socialista de la Revolución y con la causa del socialismo a nivel internacional. Esta obra puede ser una herramienta muy importante, un arma intelectual de peso, a favor de la lucha por la defensa de la humanidad en el plano cultural, de su genuina e irrefrenable riqueza y diversidad cultural, frente a la voracidad destructiva y homogeneizadora del capitalismo”.
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