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jueves, 31 de octubre de 2024

Regresar. Diario de un médico cubano en Perú

En unas horas despegará del aeropuerto internacional Jorge Chávez, de esta capital peruana, un avión cargado de historias. Se narrarán anécdotas, habrá rizas, alguna lágrima brotará en silencio. Estamos vivos, cumplimos la tarea. La familia espera… y la patria...

Mario Héctor Almeida Alfonso en Exclusivo 20/12/2020
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Regreso-Brigada médica-Perú
Visitar el glaciar de Pastoruri, declarado patrimonio natural de la humanidad desde 1985, fue uno de los lugares para la despedida. (Cortesía de la brigada).

La semana ha sido intensa. De hecho, desde que nos comunicaron que la posible partida hacia Cuba podría ser a fines de diciembre, todo se tornó de esa manera.  Debíamos cumplimentar nuestros roles para el mes y hacerlo en pocos días resultaba difícil y estresante. Además, nos habían dicho que permaneceríamos en la sierra Huaracina hasta el mes de marzo y eso había conllevado analizar con la familia y reorganizar planes.

Ante la premura de lo inevitable, intentamos descubrir las bellezas ocultas de estas tierras en las cuales trabajamos durante más tres meses de lo inicialmente planificado. No había tiempo para más y nuestro par peruano organizó a la velocidad de un rayo la visita a dos sitios espectaculares. Era difícil que todos pudiésemos ir, pero sucedió. 

Después de una guardia nocturna, de esas que solo quien las hace sabe,  junto a mis compañeros del hospital comenzamos un recorrido impresionante. Los dos lugares escogidos para la despedida fueron el glaciar de Pastoruri, declarado patrimonio natural de la humanidad desde 1985 y la visita a lo que fuese cuna de una de las culturas más importantes del Perú: la Chavin. Los sitios distantes uno del otro así como de la ciudad de Huaraz, por lo que sería un viaje de muchas horas y extenuante.

Sobre las nueve de la mañana llegamos a la base del glaciar. El recorrido en zigzag entre altas cumbres nevadas armonizaba una hermosa vista a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar, descubriendo pequeños valles de verdes pastos y donde confluían ríos de agua cristalina.

Si alguien duda que el cambio climático sea una “verdad verdadera” que visite el glaciar. Quien lo hizo hace 10 años y hasta esquió en él, quedaría horrorizado de regresar ahora. En tan solo un lustro su tamaño se redujo de forma increíble. En este lugar hoy existe otro Pastoruri que pronto dejará también de ser, por eso llegar hasta allí es como asistir a la despedida, ante una muerte anunciada desde mucho de esta crónica.

Pero sigue siendo hermoso, encantador y seduce a quienes, como yo, soñaron con ver y tocar la nieve. Observar cómo se derrite, y no de apoco, la capa de hielo, entristece, mas produce un deslumbrante lago. Llegar hasta el lugar es un reto; se debe caminar durante cuarenta minutos.

El regreso permite, con dos paradas, apreciar pinturas rupestres y las puyas de Raimondi. Estas últimas, plantas únicas de la zona que crecen en las laderas áridas de la cordillera blanca, formando colonias, tal vez, con el fin de protegerse entre sí.


La laguna de Querococha. (Cortesía de la brigada)

Continuamos hacia Chavin. Viaje por una carretera perfectamente conservada pero en extremo peligrosa. La laguna de Querococha, parada obligada, es una masa de agua color verde oscuro de origen glaciar. Allí nos sorprendió la imagen del che incrustada en un vehículo de la zona, moto taxi. Algunos aprovechamos para una instantánea.

Le sobreviene entonces el túnel interandino de Cahuish, de más de un kilómetro de largo, sobre el que se ciñe la leyenda de que quienes lo atraviesen por completo sin respirar se le cumplirá un deseo. Más curvas angostas que provocaron mareos en algún que otro pasajero.

El valle de los Conchucos nos recibía alrededor de las tres de la tarde. Había sol y agradable temperatura. Llegábamos al destino final: el complejo arqueológico de Chavin, conformado por un templo viejo, uno nuevo, las famosas cabezas clavas que custodian y la plaza cuadrada.

No me extenderé en explicar la magia, solo comentaré que es sorprendente lo que esta cultura milenaria aportó en múltiples aristas como la arquitectura, la hidrología y la interpretación de fenómenos naturales.

Un almuerzo, comida agradable y el regreso silencioso de la noche…

***

Despedirse de Huaraz no fue fácil; las licenciadas y los médicos peruanos prepararon un intercambio de regalos y un almuerzo de despedida. Allí escuchamos palabras de elogio hacia todos nosotros. Cada uno hizo lo que debía y eso se reconoce.

Se habló de la profesionalidad, del buen trato, de lo enseñado y lo aprendido. Se convirtió en mérito el haber llegado a trabajar en estas circunstancias tan difíciles, con tanto riesgo y lejos de la familia.

Fue bonito. Los abrazos violaron el protocolo, primó el calor humano y el sentimiento de la despedida no empañó el momento. Abraham concluiría al estrechar nuestras manos; no fue un adiós, sino un hasta pronto.

En otra jornada en la que, por estar trabajando, muchos no pudimos participar, despedían a la brigada. Se visitó el parque Cuba, el hospital donado por nuestro país en Recuay y la Casa de la Amistad y Solidaridad Cubana de Áncash, donde prepararon un almuerzo..

Viajamos a Lima, las fechas cambiaron, se suscitaron situaciones que afortunadamente han llegado a feliz término. Se adelantó el vuelo. Regreso a casa.

En unas horas despegará del aeropuerto internacional Jorge Chávez, de esta capital peruana, un avión cargado de historias. Se narrarán anécdotas, habrá rizas, alguna lágrima brotará en silencio. Estamos vivos, cumplimos la tarea. La familia espera… y la patria.


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Mario Héctor Almeida Alfonso

Médico cubano miembro del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias "Henry Reeve" que colaboró en Perú . Actualmente se encuentra en Mozambique en el enfrentamiento a la Covid-19.

Se han publicado 1 comentarios


Eleidys
 20/12/20 8:51

Bellas vivencias y muy bien contadas, acabo de vivírlas. Gracias por tanta dedicación y esfuerzo. Te queremos.

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