En la parte más meridional del Callejón de Huaylas, se encuentra Recuay. Ubicada a 3422 metros sobre el nivel del mar y a las orillas del río Santa, es capital de la provincia homónima. Su pueblo fue declarado monumento histórico del Perú en 1986.
Este galardón no llegó precisamente por el epíteto popular de ladronera, atribuible al robo de algunos cuadernos de notas al eminente científico Raimondi, sino por tratarse de una cultura arqueológica del antiguo Perú, desarrollada en estas tierras durante los primeros 700 años de la actual era. Esta etapa del mundo andino es conocida como intermedio temprano y también se le ha denominado Cultura Huaylas o Santa.
La agricultura era la base de su economía, destacando su arte en la talla de madera y piedra (litoescultura y monolíticos) así como la producción de cerámica y el desarrollo textil.
En la actualidad, resulta una importante zona para el turismo, cuyos principales atractivos son las lagunas Conococha y Antacocha, la gruta de San Patricio, el bosque de Piedras de Hatun Machay y el de Puyas de Raimondi, así como los restos arqueológicos de pueblo viejo.
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Hace varios días que se levantaron las restricciones de movilidad a la población, incrementándose la corriente de transeúntes, realidad que contrasta con la desolación encontrada en esta hermosa ciudad de Huaraz a nuestra llegada, hace cerca de dos meses.
Ya me voy aprendiendo los nombres de las principales arterias huaracinas y la avenida Raimondi, al igual que la Luzuriaga, sirven para el tránsito constante de miles de personas. Todas llevan la mascarilla, pieza que ya forma parte indisoluble del vestir cotidiano. Existen cuantos diseños puedan imaginar, mas lo importante es el valor –y no material– alcanzado por esta singular prenda.
Continúan las medidas de contención de la enfermedad, en cada establecimiento, a su entrada, se efectúan lavados de manos y tomas de temperatura. Puede ser un centro de salud, una tienda, un banco o cualquier otro sitio de trabajo. El distanciamiento social se mantiene, pero se hace más difícil su control.
En el hospital donde trabajamos han disminuido los casos de Covid–19 con daño e insuficiencia respiratoria, que van invariablemente a la ventilación mecánica. Sin embargo, la unidad de cuidados intensivos (UCI) continúa llena, me atrevo a afirmar que con casos más complejos.
Hemos insistido en que aquellos factores que aumentan la mortalidad ante la pandemia son una realidad y, cada día, nuevos estudios confirmarán o no lo expresado. Pero la situación en estos momentos es otra, los pacientes a los cuales atendemos tienen patologías diversas, muchos son quirúrgicos que además tienen un test rápido o una prueba molecular positiva. Desde un principio se presentó esta modalidad, por así decirle, pero a medida que disminuyen los casos respiratorios, se hacen más evidentes el resto de las afecciones médicas.
Se necesita un análisis mayor o más profundo porque, siendo positivos al Sars-Cov-2, poseen mayores probabilidades de complicaciones desde el punto de vista respiratorio. No obstante, el cómo se intervengan inicialmente estas patologías puede definir el comportamiento del enfermo y, en muchos casos, no sería la Covid–19 responsable de un resultado fatal.
Para ponerles un ejemplo, si tuviéramos un paciente con un drama abdominal importante y este no se resuelve favorablemente, puede llegar a una falla respiratoria aguda, e incluso fallecer sin que el coronavirus tenga una participación decisiva en ello.
Los equipos de trabajo se amplían, otras especialidades compartirán con los intensivistas la titánica tarea. Se torna entonces más difícil el consenso, donde debe primar siempre el sagrado principio de no hacer daño. Si una ventilación mecánica precoz disminuye la mortalidad por COVID-19, entonces una terapéutica oportuna, quirúrgica o no, también evitará complicaciones, aumentando la supervivencia.
Otra observación estaría en las edades. El diapasón se abre. Hoy tenemos un anciano de 87 años en ventilación mecánica por la nueva pandemia y a un joven de 16 –politraumatismo ventilado– que tiene además test rápido positivo.
Seguimos dando altas, fruto de ese trabajo en equipo. Dalmacio, de 54 años, luego de 16 días ventilado por insuficiencia respiratoria fue destetado y cuatro días después trasladado a la intermedia, con apenas suplemento de oxígeno. La señora Juana, de 73 e intervenida quirúrgicamente por un cáncer de colon derecho con un post operatorio exitoso, cinco días después volvía a sala abierta de cirugía.
Estos logros son los que llenan de satisfacción a todo el personal. Las instantáneas tomadas con los celulares al salir un paciente de la UCI o de cualquier sala del nosocomio encierran mucho más que ese momento. Hay tanto detrás de cada foto…
Otras veces, a pesar de ese esfuerzo colectivo, no logramos el resultado añorado. Un desenlace fatal puede desalentarnos, pero si lo tomamos como enseñanza sirve de crecimiento profesional y humano.
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La novia del filin cumplió sus primeros noventa, llena de gracia y vida. Omara Portuondo, voz inconfundible de nuestra identidad. Vive y fabrica a diario la historia de la música cubana. Son varias las generaciones de cubanos que hemos podido disfrutar de su arte. Ejemplo de constancia y crecimiento, sigue regalando interpretaciones junto a noveles agrupaciones. Felicidades a la diva de cayo hueso, de la Habana, de Cuba, felicidades y felicidades para la cultura cubana desde este rincón de Perú.
La novia del filin cumplió sus primeros noventa, llena de gracia y vida (Fuente: Cubahora)
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