Bajo ruido de sirenas entró Claudia en la sala de emergencias. Un conductor ebrio dio fin a una noche de ocio en pleno verano. Perdía sangre sin control ante la imposibilidad de hacer más en la ambulancia. Llegó al hospital con el último hálito de vida. En la sala de operaciones los médicos y Claudia librarían una batalla contra la muerte.
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Hacía meses José Ángel no visitaba el banco. Luego de los trámites habituales pasa a otra sala reservada a los que realizarán su depósito. Se acuesta y da el brazo. No conoce quién será su beneficiado, solo sabe que su sangre es la vida para esa persona.
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Las bolsas del líquido rojo se vacían, y otras llegan a ocupar su lugar. El cuerpo de Claudia agradece los minutos que le da cada gota, mientras los cirujanos, sin perder el valioso tiempo, luchan por lograr lo que parecía imposible…
DE JAMES BLUNDELL A LOS BANCOS DE SANGRE
La primera donación registrada tuvo lugar hacia el año 1818, cuando el obstetra inglés James Blundell transfirió sangre de su asistente a una mujer que sufría hemorragia posparto. Mas, a pesar del increíble avance, esta práctica aún era muy riesgosa para la época.
Fue a partir de 1901 cuando los estudios de Karl Landsteiner determinaron los grupos sanguíneos (A, B, y O); mientras, años más tarde, discípulos suyos descubrieron el AB. Así, los médicos tomaron confianza en las transfusiones, justo a tiempo para ambas guerras mundiales, las cuales forzaron el desarrollo de los métodos transfusionales y el uso de los componentes de la sangre.
De esta manera, en 1932 se creó el primer banco de sangre en San Petersburgo, Rusia. En la misma década surgió otro establecimiento de este tipo en Barcelona, en 1936, durante la guerra civil española; y, al año siguiente, se estableció uno en los Estados Unidos.
Cuba, por su parte, dio inicio a las donaciones en el año 1878, en el Hospital San Juan de Dios, de La Habana, pero no fue hasta el descubrimiento de Landsteiner que ese método se consolida en la nación. Mientras, el primer banco se organizó en la capital en 1941. Solo después del triunfo revolucionario de 1959, tal procedimiento fue sistematizado por el Estado cubano.
RASTRO DE SANGRE Y DE VIDA
En la actualidad donar sangre es una práctica extendida en todo el mundo, debido a la necesidad que este líquido para múltiples operaciones y tratamientos, así como en regiones azotadas por las guerras y las catástrofes climatológicas.
Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy día existen más de 12 700 centros de donación distribuidos en 170 países —que notifican sus cifras—, los cuales recogen cerca de cien millones de donaciones anuales. Una cifra que varía según los ingresos de las naciones. En el caso de los países ricos, el promedio ronda los 23 000 en cada banco, número que disminuye notablemente en los pobres, con alrededor de un 1300.
Igual diferencia existe en la cantidad de donaciones. En las mayores economías la tasa es de 32,6 por cada 1000 personas, mientras en los de bajos ingresos es de 4,4 e, incluso, existen 13 naciones en las cuales no se dona sangre antes de la transfusión. Por lo cual, no es de extrañar que de las 117,4 millones de unidades de sangre obtenidas anualmente, el 42 % venga de las regiones más adelantadas, donde vive cerca del 16 % de la población del planeta
Por otra parte, los donantes se dividen en tres grupos: voluntarios o no remunerados; familiares o allegados, y remunerados. La OMS recomienda alcanzar un 100 % de los primeros, pues estos tienen “la prevalencia más baja de infecciones transmisibles por la sangre”.
Sin embargo, alcanzar tal cifra a nivel mundial parece difícil en los próximos años —por no decir imposible—, teniendo en cuenta que en 58 países, más del 50 % del suministro sanguíneo fue extraído de familiares o allegados o donantes remunerados.
Por oposición, vale destacar que entre 2008 y 2015 los donantes voluntarios aumentaron, teniendo un crecimiento de 11,6 millones de unidades (OMS). En ese sentido, en 78 países este grupo aportó el 90 % de la sangre; de ellos 56 cumplen con las exigencias de la OMS, obteniendo el 100 %.
EL CASO DE CUBA
Bajo el lema “Sangre segura para todos”, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desarrolla este año una campaña que pretende “la donación de sangre y el acceso universal a las transfusiones de sangre segura, como elemento para lograr la cobertura sanitaria universal”.
Cuba se inserta en este plano con un 100 % de donantes voluntarios, y sus requisitos para donar están secundados por este organismo: estar entre 18 y 60 años de edad, no tener ninguna enfermedad transmisible por vía sanguínea y pasar un pequeño reconocimiento médico. Además, para determinar la seguridad de la sangre se hacen pruebas de VIH, hepatitis y sífilis, entre otras enfermedades.
Según Luis Enrique Pérez Ulloa, jefe del Programa Nacional de Sangre, al concluir el año 2017 e inicios de 2018, se habían realizado unas 411 000 donaciones en el país, para una tasa de 36,5 por cada mil habitantes. Estas cifras significaron la estabilidad por encima de las 400 000 donaciones desde 2016, pues anteriormente había ocurrido un descenso gradual desde 2014.
Al mismo tiempo, en la actualidad existen en Cuba 46 bancos de sangre y 168 centros de extracción. Gracias a estos establecimientos, la iIsla alcanza de forma mensual alrededor de 35 000 bolsas de donaciones voluntarias, un número que se revierte en tres o cuatro vidas por unidad, debido a que el país procesa casi el total de la sangre para obtener plasma y concentrados de eritrocitos y plaquetas. Tratamiento que nos diferencia del mundo, donde solo el 10 % de la sangre es procesada.
Las unidades almacenadas se emplean en la actividad quirúrgica, tratamiento de enfermedades hereditarias y malignas, así como cualquier emergencia que se presente. También se utiliza para la producción de medicamentos hemoderivados.
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La enfermera sonríe y le indica que su trabajo ya está hecho. José Ángel se levanta consciente de que esta es su forma de pagarle a la vida por todo lo que tiene. Nunca conocerá a los beneficiados de estos ocasionales actos de humanidad, pero le importa más saber que sin ser doctor puede dar nuevas oportunidades a otras personas.
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Claudia abre los ojos, ante la alegría de sus familiares. Ahora se siente diferente, más fuerte. Agradece a los médicos que la salvaron por darle una segunda oportunidad y, aunque no sabe quién fue su ángel salvador, también a él lo lleva dentro de sí, porque para ella su sangre fue nueva vida.
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