Cuba es un archipiélago privilegiado en el Caribe. Su isla mayor, también llamada Cuba, está rodeada por más de 3 000 islas, islotes y cayos, desde la Isla de la Juventud, hasta los grandes cayos como Romano, Coco o Cayo Largo, los cuales adornan cual collar de inigualable belleza, su rica flora y fauna, y playas paradisiacas muchas de ellas apenas exploradas.
Cuentan que fue Don Diego Velázquez quien se cercioró de la condición insular de Cuba y en su viaje se tropezó con la maravilla inigualable de la cayería cubana.
Pero su propia condición de archipiélago, la histórica fragmentación de sus hábitats naturales, la introducción y propagación de especies exóticas invasoras como el pez león y el caracol africano, la aplicación de malas prácticas en la agricultura, la pesca y en otros sectores que dependen directamente de los recursos naturales, han generado impactos negativos en los ecosistemas afectando consecuentemente el desarrollo de los sectores productivos y hasta la propia vida de los seres humanos.
Desde 1999 nuestro país cuenta con el Decreto Ley 201 del Sistema Nacional de Áreas Protegidas pero en la práctica, el manejo tanto de flora y fauna han hecho sonar las alarmas en más de una ocasión.
La caza de especies silvestres con valores muy altos de endemismo es un flagelo. Si bien capturar tomeguines del pinar, azulejos, cotorras, jutías, almiquíes, tortugas marinas, polímitas, manatíes y cocodrilos ha sido una práctica histórica de numerosas comunidades para su propia subsistencia, la disminución de sus poblaciones sobre todo en zonas ricas en esta biodiversidad pone en atención el sistema de protección medioambiental del país, sobre todo porque ya el propósito es más inescrupuloso ya que se dirige a potenciar un comercio ilícito.
Por su parte, los recursos forestales aunque son considerados renovables, sufren también un proceso de deforestación constante. Su explotación intensiva puede ser señalada como coadyuvante de desastres naturales por lo que su utilidad no radica sólo en la producción de materias primas y bienes económicos, sino en el papel esencial que desempeñan en el funcionamiento del sistema natural.
Ante estos complejos desafíos el Cuerpo de Guardabosques (CGB) de Cuba, encargado de proteger los recursos naturales del país para las actuales y futuras generaciones, y cuya quehacer debe ser motivo de orgullo para los cubanos.
Para el 10 de abril de 1959, a solo tres meses del triunfo de la Revolución, se dicta la Ley No. 239: “Plan de Repoblación Forestal por el Ejército Rebelde” que asentaba “planificar la recuperación, conservación, fomento y aprovechamiento de los recursos naturales renovables del país”.
La voluntad del Estado Cubano para perfeccionar el trabajo de la protección de la naturaleza se concreta con la creación en 1959 del Instituto Nacional de Reforma Agraria y se darían pasos posteriores como la Ley 1204/67 que dejó creado el Instituto Nacional de Desarrollo y Aprovechamiento Forestales (INDAF) con el mandato de ejercer la vigilancia necesaria para la conservación de los montes y la fauna silvestre y se constituyeron los cuerpos de vigilancia y protección forestal adjuntos a dicho instituto.
El nombre de Cuerpo de Guardabosques se adopta en julio de 1978, cuando esta entidad pertenecía al INDAF. Dos años después sus funciones y atribuciones pasaron directamente al Ministerio de Agricultura (MINAGRI) y en 1994, en medio de la crisis económica derivada del Periodo Especial, la dirección del país decidió que el Ministerio del Interior (MININT) asumiera estas funciones.
Para contribuir a proteger la naturaleza, una de las estrategias que ha practicado el CGB es organizarse de modo más parecido a cómo lo hace la propia naturaleza. Su estructura no responde necesariamente a la división político administrativa del país, sino más bien a las características de los ecosistemas a proteger que pueden incluir áreas en más de una provincia. La base organizativa radica pues en los circuitos, en muchos casos áreas extensas, pero con cierta similitud y funcionamiento natural orgánico.
La constante batalla contra los incendios forestales, causados generalmente por el intenso calor, la sequía e irresponsables conductas humanas, es la cara más visible del actual Cuerpo de Guardabosques. La adopción de medidas para evitarlos y, cuando estos ocurren, los ingentes esfuerzos por extinguirlos y disminuir sus daños son parte importante de su accionar cotidiano.
Enfrentan además los delitos como la tala de árboles, el robo de especies de la fauna silvestre o la introducción de otras peligrosas para el equilibrio ecológico, la sustracción de arena en nuestras costas, en otras prácticas negativas.
Por una cultura ambiental
Numerosos empeños de educación ambiental, entre ellos la realización de varios documentales, series televisivas, y expediciones emprendidas por la Fundación “Antonio Núñez Jiménez, de la Naturaleza y el Hombre”, han contado también con el apoyo del Cuerpo de Guardabosque, institución que no desaprovecha ninguna oportunidad para generar una cultura en favor de la naturaleza.
En las singularidades que caracterizan al Cuerpo de Guardabosques no es difícil encontrar las huellas de alguien que se considera a sí mismo como un depredador transformado en conservacionista. Nació frente al mar, en Santa Fe, en La Habana, donde adquirió la afición por la pesca submarina, y sin embargo, hoy es un hombre de la montaña, de cada remoto lugar de nuestra geografía y sobre todo un defensor de su conservación. Pocos conocen Cuba como él. Al coronel Manuel Lama Gómez, Jefe del Cuerpo de Guardabosque, siempre se le encuentra reflexionado, con preocupaciones a cuestas, mil preguntas a las que le busca respuestas y varios interesantes libros a mano. Una rara mezcla de oficial de las Fuerzas Armadas, trasladado al MININT para asumir la jefatura del CGB, y a la vez, un naturalista, un sociólogo, un líder.
Al orgullo por el origen del Cuerpo de Guardabosques en los albores del triunfo de la Revolución, en el espíritu de reforestar Cuba, -hoy esa cifra es más del doble de aquella-, se suman sus cualidades de hoy, las de un órgano de protección, una institución para la educación y promoción de la cultura ambiental, y para la realización de monitoreos y evaluaciones científicas sobre los recursos naturales. Múltiples facetas que confluyen en una institución que actúa en lugares aislados; pero en los que no debe faltar el agradecimiento de cada cubano por su magnífica combinación de protección, amor a la naturaleza, cultura ambiental y contribución a la ciencia.
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