Tania Cauto Hernández no se arrepiente, pero es categórica cuando dice que hay que estar allí para saber cuánto se trabaja y la responsabilidad que entraña saberse responsable de dos vidas en una. Aun así, después de la Licenciatura en Enfermería, prefirió graduarse como especialista del Programa Materno Infantil y se inició como Jefa de la Sala de Cuidados Perinatales cuando existían pocas mujeres en estas funciones, por lo que le tocó demostrar, por partida doble, su capacidad.
Frunce el ceño al hablar de los inconvenientes e insiste en reconocerlos como parte del día a día, mientras se regodea en las gratificaciones de más de seis años de labor con excelentes resultados, en los que solo dos muertes empañan las estadísticas, ambas de forma repentina y sin síntomas de alerta.
La persistencia podría ser el calificativo que mejor la distingue, sin embargo, sus compañeros insisten en que es su “buen ojo clínico” y la familiaridad con que trata, incluso, a los desconocidos. Quizás por eso ha logrado reducir los turnos de guardia de 24 a 12 horas y una reparación capital de esta instalación para el presente año. ¿Sus argumentos?, sencillo: es la antesala de la vida.
A la Sala de Cuidados Perinatales llegan las embarazadas que requieren una vigilancia extrema debido a complicaciones asociadas a la presión arterial, el parto pre-término, el asma bronquial o el crecimiento intrauterino retardado. También llegan pacientes indisciplinadas, adolescentes con poco conocimiento de su estado y acompañantes “difíciles”, mas para todos hay reglas y complacencias y la relación se distiende, casi siempre, sin grandes contratiempos.
“A veces están solo días, pero hay quien pasa aquí todo su embarazo y los vínculos con el personal de la sala se hacen estrechos. Después, al cabo del tiempo pasan por aquí y nos muestran a sus bebés, esa es la mejor recompensa, aunque a veces las caras y los nombres se nos desdibujan”.
Cuando algo sale mal, Tania ni siquiera come o logra reposar sobre su almohada. Repasa los procedimientos, recuerda cada detalle y concluye, entonces encuentra la calma. Otras veces, los cálculos poco aportan al resultado final y busca maneras para comprender una muerte que llega súbita y sin contemplaciones a llevarse una vida en ciernes. Encuentra sosiego al comprobar que se hizo hasta lo imposible.
La entrega de guardia transcurre al lado de cada paciente y con valoraciones exactas del caso, se chequean los insumos de trabajo, la limpieza, la libreta de salida y el stock de medicamentos. Luego, inicia la segunda jornada laboral del día: la casa, aunque no logra desligarse del todo de lo que dejó atrás y la persigue el augurio perenne de una llamada telefónica que rompa la calma.
A pesar de las dudas, de los desvelos que pasan factura y de los momentos de mayor consternación, nadie le quita la idea de que eligió la profesión correcta. Consintamos, cuando menos, que lo suyo es pasión por la medicina y eso no se imprime en ningún currículo.
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