La llamaré Ana, para no violar su intimidad ni su inocencia. Mucho antes de nacer ya era una bebé amada, deseada… aún hoy lo es. Llegó al mundo un día de agosto, quince años atrás, rodeada de mimos. Entonces la familia aún conservaba la esperanza de que el cromosoma 21 fuera un par, pero la vida no va de cromosomas, Ana tiene Síndrome de Down y ello jamás ha impedido su crecimiento físico ni espiritual.
Ana tiene una familia todoterreno. Desde el mismo instante en que el doctor mostró los rasgos en su diminuto cuerpo que la convertían en una niña especial, diferente… padres, abuelos, tíos, primos, amigos…, todos se entregaron por completo a enseñarla a ser, a amar, a pensar…
Día tras día se acumularon las experiencias, unas más placenteras, tal vez otras no tanto, pero ella ha ido “creciendo y venciendo, andando y amando, riendo y soñando”, contagiando a todos a su alrededor con sus dulces ojitos, su carismática sonrisa e ingeniosas frases.
Ana se apasiona por la música y el baile, ama los libros, crece. Tiene la dicha de haber llegado al mundo en una familia feliz, donde muy bien han sabido educarla en la disciplina del deber y los buenos modales, de la responsabilidad a pesar de sus objetivas limitaciones. Quienes la rodean jamás se han cansado de luchar contra el más insospechado molino y demostrar así que es posible hacerla feliz, que es posible hacerla sentirse útil.
A Ana me une la fuerza del cariño, aprendí a amarla a través de su prima y he disfrutado también sus logros, su belleza sencilla y su inmaculado porte desde que apenas era una beba.
Pero Ana no es única en Cuba, como ella otras personas con Síndrome de Down forman parte de la enseñanza especial, a la cual tributan diferentes sectores de la sociedad y donde desarrollan habilidades encaminadas a una adecuada inserción e interacción con el medio.
Desde edades preescolares se integran también a diversos programas —culturales, deportivos y de preparación laboral— que las encaminan a una vida adulta más independiente.
Cada bebé al nacer necesita estímulos para un adecuado “desarrollo de sus capacidades motrices, cognitivas, emocionales y adaptativas”, y quienes nacen con Síndrome de Down no son una excepción, “aunque sus procesos de percepción y adquisición de conocimientos son algo diferentes a los del resto de la población”.
Cada una de estas personas tiene capacidades y limitaciones diferentes, el aspecto físico que los distingue no lo es todo. Resulta injusto y discriminatorio etiquetarlos por su comportamiento o sus rasgos. Uno no anda por la vida diciendo “el diabético”, “el miope” o “el hipertenso”. ¿Por qué señalar a las personas con Síndrome de Down entonces?
Debemos aceptar lo diferente. Cómo reaccionen ante ello la familia y la sociedad en su conjunto constituye la mayor garantía para su bienestar y felicidad. Se trata, en primer lugar, de darles mucho amor, y luego de dotarlos, con sabiduría y objetividad, de las herramientas necesarias para que disfruten una vida plena, tan plena como les sea posible, sin estigmas de cromosomas de por medio.
iliana
23/3/18 16:04
Yaima te felicito por tan lindo escrito, una vez más, gracias a la Revolución por estos logros.
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