Pocos días faltan para hacer oficial la temporada de verano, aunque desde hace semanas muchas personas han visitado las playas y los ríos más cercanos. Los meses de julio y agosto, sobre todo estos dos, son los de mayor presencia de personas en los centros establecidos para vacacionar. La familia se reúne en lugares planificados, incluso, con meses de antelación, para disfrutar unos días alejados de la rutina.
Algunos vacacionistas irán a los campismos u otros centros de recreación y regresarán el mismo día. Tratarán de aprovechar el tiempo disponible y los recursos económicos, y gastarán los ahorritos en lo que verdaderamente les resulte un goce, disfrute, deleite: una pelota para el niño, unos jugos de los caros para complacer el antojo de la pequeña de la familia, un sombrero, una pamela, unos pollos asados… y seguramente el congrí y los tostones se traerán de la casa.
Muchas de estas comidas se preparan por la madrugada para ser ingeridas nueve o diez horas después de su cocción. El traslado y la demora en consumirlas hacen que estos alimentos: arroz, carnes en salsas, perritos calientes, panes con mayonesa… se echen a perder rápidamente, aunque muchas veces no nos demos cuenta del mal estado de conservación.
Las consecuencias casi siempre se evidencian en procesos diarreicos. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año las enfermedades diarreicas por transmisión alimentaria o hídrica cobran la vida de alrededor de 2 millones de personas, en su mayoría niños.
El doctor Francisco Durán, Director Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública de Cuba, refiere que para evitar enfermedades transmisibles durante los meses que vienen, se incrementarán las exigencias con los expendedores de alimentos, los centros de elaboración, almacenamiento y conservación de los mismos.
En los meses de julio y agosto casi siempre llueve por las tardes. Esas condiciones también favorecen los criaderos de mosquitos, moscas, cucarachas, ratones, que se alimentan de los deshechos dejados en lugares públicos, generalmente en espacios no establecidos para esto. ¿Qué trae consigo la combinación de tales comportamientos de la naturaleza y los nuestros? La aparición de dengue, la presencia de la leptospirosis, que llega a las aguas y los alimentos que consumimos a través de la orina de los roedores.
Además, Durán García manifiesta que las heces fecales trasmiten la hepatitis y la fiebre tifoidea, esta última, según el especialista, tiene muy baja incidencia en nuestro país; “pero ambas son muy susceptibles en periodos lluviosos y podemos adquirirlas por la contaminación de las aguas y los alimentos que ingerimos”.
Arriba mencionamos que el agua para beber también nos enferma si la consumimos en mal estado. Hay familias que la hierven, pero lo más efectivo es agregarle hipoclorito de sodio, que se vende en las farmacias del país y en las bodegas para las personas que viven en las zonas rurales.
Las intensas lluvias generan enfermedades diarreicas agudas, porque —según el doctor Francisco Durán— el agua se contamina, se pone turbia, arrastra con las lluvias microorganismos y partículas que incrementan los cuadros diarreicos. En esos periodos aumentan las moscas en el ambiente, las cuales trasladan bacterias de un lugar a otro: se posan hasta donde la imaginación de nosotros pueda llegar y luego lo hacen en nuestros alimentos.
Antes, cuando una persona tenía diarrea, decíamos que era por los parásitos. Y pedíamos recetas a los médicos para curar lo que supuestamente nos ponía incómodos y no nos dejaba aprovechar los buenos ratos. Ahora, las consecuencias son otras y no siempre se resuelve el problema con unas tabletas de mebendazol o metronidazol.
Debemos aumentar la prevención, con énfasis en los meses que vienen. Si no somos previsores, el calor y las lluvias atentarán contra la higiene de los alimentos, la salud y el ambiente festivo que con tiempo planificamos para estas fechas.
El tema del verano y el cuidado para no enfermarnos por la contaminación de los alimentos que ingerimos y el agua que tomamos es cuestión de conciencia. Cada persona adulta responde por ella y por los más pequeños de casa. No podemos subestimar padeceres que en periodos de tiempo muy corto pudieran convertir las vacaciones planificadas en un paso hacia la muerte.
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