En Cuba, para científicos, médicos, enfermeros, periodistas, policías, militares o dependientes de tiendas de alimentos, un día de la COVID-19 es un día más de trabajo. Muchos han intensificado sus deberes desde que se activaron los puestos de mando para casos de emergencia: hay servicios que no paran en situaciones excepcionales y su profesión los ubica en la zona roja.
Se preparan las salas de los hospitales, las áreas de aislamiento, se esterilizan los materiales, se recogen las muestras de los sospechosos, se estudia la sintomatología y se realizan las pruebas clínicas.
Mucho antes del día 1 (11 de marzo de 2020) del diagnóstico de positivos a la COVID-19, se analizó la puesta en marcha del plan de prevención y este se actualiza sistemáticamente en dependencia de la fase en la que se encuentra el país. Cuando las primeras noticias llegaron de China, Cuba comenzó a implementar las medidas para aminorar el impacto de la pandemia.
Desde muy temprano comenzaron las audiencias sanitarias en los barrios y en los centros laborales. A partir de ese momento, se repartían los nasobucos, se entregaban soluciones de cloro al 1 % y se daban las orientaciones de higienización, no solo la personal, sino también las del puesto de trabajo. Se incorporó a la rutina diaria el contante lavado de las manos y la desinfección de las computadoras, las mesas, las sillas, los picaportes de las puertas…
La desinfección de las manos con hipoclorito constante es una de las medidas de prevención. (Yaciel Peña/ACN).
Aun cuando no se documentaba ningún caso en Cuba, el Sistema de Salud estaba estudiando las características de la COVID-19 y cómo se trataría en el país. Se comenzaron a crear condiciones en los hospitales y esto conllevó a la movilización de un gran número de profesionales de la salud y otros sectores. Todo este proceso se realizó no solo con el acompañamiento de las máximas autoridades del país y de los territorios, sino con su liderazgo.
Una vez más, Cuba ha demostrado que es una potencia médica. Se denota mucha organización en el personal de la salud. En los hospitales —activados 12 en todo el territorio nacional, en el día 18 de la COVID-19 en Cuba, según los reportes del ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda— se conformaron los grupos de asistencia: el proceso requiere que los integrantes de los equipos permanezcan 15 días frente a los pacientes, 20 días de cuarentena y luego dos semanas de descanso. El Instituto de Medicina Tropical Pedro Kurí (IPK) ha rectorado la tarea de diagnóstico, pero hay tres centros en el país que hacen los estudios de las muestras recogidas.
Los medios nacionales han reportado cada suceso. La televisión, la radio y la prensa escrita mantienen el reporte del número de casos positivos, los recuperados y las muertes. Camarógrafos, periodistas y fotorreporteros han sido incansables. No puede haber un momento de relajación, pues lo mismo surge una conferencia de prensa, una actualización de la información o una entrevista importante con un especialista.
CADA CUAL CUMPLE SU PARTE DEL DEBER…
“Mi esposo, por ser médico clínico, le corresponde tratar los casos sospechosos de la COVID-19 que llegan al Hospital Naval. En estos momentos ya algunas pruebas han dado positivas. Realmente no sé cuándo nos volvamos a ver, pero sé cuál es su responsabilidad. La mía es quedarme en casa cuidando a nuestras dos hijas. En los primeros días, como yo soy doctora, pude acercarme a la zona donde él estaba y cuando me vio se alarmó mucho, me dijo que lo esperara en los dormitorios. Se bañó dos veces y fue a verme. No pude ni siquiera tocarlo. Mantuvo siempre la distancia. Me dijo: ‘Yo estoy bien, ve con las niñas, sigue todas las medidas y no vuelvas por acá. Tenemos en estos momentos solo casos sospechosos, pero cualquier precaución es poca’. No creo que esa imagen se borre por mucho tiempo de mi mente. Ahora nos queda mantener la calma y tratar de ser creativos en el hogar. Tengo plena conciencia de la preparación del personal que atiende a los que llegan diariamente a estas salas”, contó una doctora del Hospital Naval, de La Habana del Este.
En el día 7 de la COVID-19 en Cuba, un suceso removería a Cuba y al mundo: un crucero británico buscaba un puerto para atracar. El MS Braemar transportaba 682 pasajeros y 381 tripulantes, con cinco casos positivos y otros 40 sospechosos de portar el nuevo coronavirus. A pesar de las dudas de unos pocos, el Gobierno cubano tomó la decisión correcta; ganó el amplio sentido humanista de la Revolución. El día 18 de marzo, a las 7:00 a.m., el MS Braemar atracaría en el puerto del Mariel. Así nos describe su experiencia un periodista de una agencia de prensa extranjera, que tiene su corresponsalía en Cuba: “Ya sabíamos desde el día anterior los que reportaríamos el atraco y traslado del personal a bordo del crucero británico MS Braemar, nos tuvimos que levantar muy temprano. Sabíamos que no estaríamos muy cerca. Nos dijeron: ‘Preparen sus mejores lentes para las cámaras’. Estábamos seguros que debíamos tomar las mejores imágenes, porque este momento sería especial. De ahí salieron las fotos del cartel con la frase: ‘Te quiero, Cuba’. En ningún momento se pusieron en riesgo nuestras vidas”.
Pasajeros a bordo del Braemar agradecen ayuda de Cuba. (Oliver Zamora Oria )
El día 12, aunque Cuba se encontraba todavía en fase preepidémica, las medidas de Salud Pública se intensificaron. Se cerró la entrada de extranjeros a la isla y los cubanos que arribaran al país a partir de esa fecha se llevarían a un aislamiento durante 14 días.
La vigilancia epidemiológica se intensifica: “Ahora nosotros estamos haciendo los pesquisajes. Pasamos casa por casa —asegura la doctora del consultorio 3 de La Habana del Este—, preguntamos si hay alguien con síntomas catarrales o si han tenido fiebre. Se le orienta a todos que deben acudir al puesto médico más cercano al percibir alguno de los síntomas descritos. Explicamos las medidas a seguir y exhortamos que solo se salga de casa en casos excepcionales. Los estudiantes de Medicina, tercero, cuarto y quinto año, se han unido a las pesquisas y es muy valiosa su colaboración, pues sin ellos sería imposible cubrir el área de atención”.
Estudiantes de medicina realizan un intenso pesquisaje en los hogares de la familia cubana. (Modesto Gutiérrez Cabo/ACN).
“Hasta el momento el transporte público no se ha detenido —explica el chofer de la A58, la ruta que va desde el Reparto Antonio Guiteras hasta la Terminal de Ómnibus Nacionales—, nosotros desinfectamos la guagua al inicio de todos los viajes, usamos nasobuco y guantes, además orientamos a los que viajan que guarden silencio. Poco a poco disminuye el número de viajeros, pero no creo que se haya logrado una total percepción del riesgo”.
Hasta el momento el transporte público no se ha detenido. (Ismael Francisco/Cubadebate).
Todas estas personas han tenido una clara responsabilidad en la sociedad cubana. Mientras otra parte de la población se resguarda en casa para ganarle a la COVID-19, que está arrancando tantas tristezas en el mundo, ellos salen diariamente a las calles, dejan a su familia, trabajan por un bien colectivo y no individual. Su responsabilidad va más allá de salvar vidas, deben preservarse y mantener el más alto grado de seguridad y minimizar los riesgos, porque son necesarios.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.