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jueves, 31 de octubre de 2024

El encuentro que sí fue

Se habla de la labor de enfermería, loable y meritoria; la barrera que para algunos representó el idioma; del clima, calor o frío, altura; la idiosincrasia de cada territorio desandado; pero, sobre todo, se menciona el agradecimiento de los pueblos por la medicina cubana...

Mario Héctor Almeida Alfonso en Exclusivo 17/01/2021
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Peru Henry Reeve
Nos recibieron con aplausos. A pesar de la fría madrugada limeña, había calor humano (Cubahora)

Desde la llegada al aeropuerto, conocimos que en algún instante tendríamos un intercambio con la  dirección del país y eso, una vez salimos de La Habana, alimentó durante días la esperanza de un reencuentro con los amigos. Fuimos convocados en varias ocasiones pero, dada la situación epidemiológica imperante, la actividad había sido pospuesta.

Tenía –tengo– deseos de abrazar a mis hermanos; esos que no nacen del vientre de la madre de uno, pero sí del de esta progenitora superior que es la patria. Hermanos cuyos caminos, en este caso, la solidaridad internacionalista ha hecho coincidir. No veíamos llegar el momento de compartir un trago bien cubano y de reír… tras conocer en detalle las anécdotas de la llegada de cada cual a la casa.

Los teléfonos habían sonado muchas veces, pero del encuentro… nada todavía. Las maletas estaban listas con lo elemental para el viaje a La Habana, por si acaso… En ese proceso de espera, la situación epidemiología empeoró y se cumplieron los pronósticos matemáticos que auguraban un incremento significativo de casos de COVID-19 tras el fin de año.

Ante tal contexto, fuimos nuevamente convocados. Ahora sería diferente, cada colaborador, desde su provincia, tendría la posibilidad de intercambiar con el presidente de la República, mediante las nuevas tecnologías: videoconferencia.

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Me llaman. Debo dialogar en representación de la brigada médica que laboró en Perú, dicen. Estoy nervioso, preferiría escribir muchos otros malos artículos antes que pararme a hablar. Suena como un reto; lo asumo.

El jueves, desarrollamos un encuentro preliminar, mediante redes, entre los colaboradores. Desde La Habana, Holguín, Maisí y Camagüey se me saluda cálidamente. “Así terminó siendo este reencuentro”, me digo algo resignado.

Explico en qué consiste la nueva actividad y pido a mis compañeros hurgar en sus recuerdos para exteriorizar las historias de vida. Les prometo intentar abarcar cuanto pueda; al fin y al cabo, bien desde lo colectivo, bien desde cada individualidad, resultan hacedores de una obra buena, por demás, hecha con lo que tiene que hacerse.

Se hace de noche, viernes, y aún albergo la esperanza de que el teléfono vuelva a sonar y me comuniquen que la actividad fue suspendida. “¿Miedo escénico a mi edad?”, me provoco.

Noche eterna y madrugada fría esta antesala de sábado. Lleva días lloviendo en mi Matanzas como si con ello se quisiese, también, frenar al caprichoso virus. Salón lleno de batas blancas equidistantes con el triángulo rojo de la estrella de plata al pecho y las cuatro letras sagradas: “CUBA”, esas que cada cual defiende como puede… ya sea guapeando un juego de pelota, negociando un barco con combustible o salvando vidas.

Saludo entre coterráneos presentes, inicio del intercambio anunciado, ansiedad reprimida… Cada uno de los cooperantes que me preceden evoca experiencias: anécdotas que el oído acarician con el matiz de lo común, independientemente del país y la labor realizada.

Se habla de la faena de enfermería, loable y meritoria; la barrera que para algunos representó el idioma; del clima, calor o frío, altura; la idiosincrasia de los territorios desandados; pero, sobre todo, se menciona el agradecimiento de los pueblos por la medicina cubana.

El encuentro sucedió: diferente a lo pensado y sin perder la esencia. Salimos complacidos. Ver los rostros de los compañeros de batalla a través de las cámaras, germinó nostálgica alegría. Hay más de lo que se cuenta cuando nuestros ojos se buscan, nadie lo dude.

Nosotros también tenemos que agradecer… al acto sublime que a buena hora salió de cada colega de la brigada o de los que nos recibieron en el “nuevo” país; a la bocanada estimulante que nació de la sencillez de frágiles pacientes y familiares; a Cuba… que de alguna manera, más allá del slogan, nos salva un poco a todos con su rara y preciosa virtud de inculcar a sus hijos la épica bendita de la ayuda al otro, aun a riesgo de la sangre propia; ese ser feliz en la contienda justa que se libra para salvar al hermano, a pesar de que este no siempre se comporte como tal.  

A todos, camaradas y amigos, gracias. Ya nos cruzaremos en la próxima contienda.


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Mario Héctor Almeida Alfonso

Médico cubano miembro del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias "Henry Reeve" que colaboró en Perú . Actualmente se encuentra en Mozambique en el enfrentamiento a la Covid-19.


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