¿Quién era Vilma Espín Guillois, titi? La pregunta, lo confieso, me pareció demasiado compleja para mi pequeño hijo de tres años; su respuesta, ágil y contundente, fue de alguna manera una lección de vida. Una mujer, mami, una mujer. Así de sencilla pero profunda fue su respuesta.
Y es que Vilma Espín Guillois fue, por encima de todo, una mujer sublime, que al decir de mi hijo “creó los círculos infantiles para que las mujeres pudieran ir al trabajo”. Así de sencillo le han explicado en su Círculo Infantil una gran esencia.
Y le llamo Círculo Infantil aunque no es una institución del Estado porque también allí, al igual que en muchos otros locales a lo largo y ancho del país, contribuyen a fomentar en los nenes valores morales imprescindibles, a conocer a Cuba y a sus héroes, a cantarle a Martí, a honrar a Fidel… También aprende a comer remolacha, a regar las plantas, a diferenciar formas y colores, a hacer su gimnasia matutina.
Cuando el 23 de agosto de 1960 el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz indicó estudiar todos los problemas de las mujeres cubanas que no tenían quién cuidara a sus hijos para trabajar, y más adelante, el 10 de abril de 1961, bajo la guía certera de Vilma Espín Guillois surgieron los primeros círculos infantiles, tal vez nadie imaginó que medio siglo después se consolidaran no solo como una institución para cuidar, también para formar y educar a nuestros pequeños.
Es cierto que la demanda existente en la actualidad ni remotamente está satisfecha y los retos continúan siendo en esta dirección gigantescos. No obstante, la creación de estas instituciones en Cuba fue uno de los pasos más trascendentes dados por la Revolución para posibilitar la participación de las mujeres en las más disímiles tareas, tranquilas de que sus hijos estarían bien cuidados y sobre todo que se garantizaría su educación como objetivo fundamental.
¿Cómo contribuir a que los niños aprendieran a socializar? ¿Cómo fomentar los mejores valores en ellos? ¿Cómo lograr una acertada relación del infante con la vida natural y social a su alrededor? ¿Cómo protegerlos, educarlos y a la vez mimarlos sin tener parentesco alguno con ellos?
Decirlo quizás parezca fácil, llevarlo a vías de hecho no fue tan sencillo… Los retos entonces eran tal vez mayores y por supuesto diferentes, pero el empuje de muchos permitió concretar el sueño.
No importa cuán “duras” puedan ser para nuestros chiquillos las primeras jornadas lejos del abrazo protector de mami y papi… después, casi ninguno lo recuerda. Entre juegos y enseñanzas transcurren las horas para ellos, y a uno, que a pesar de los años no lo abandona la zozobra, se le estruja el corazón cuando en las tardes la “seño” muestra “proezas” artísticas y sonríe, o cuando en casa el nene entona con todas su letras “Cuba, qué linda es Cuba, quien la defiende la quiere más…”
Entonces sí no hay espacio a las dudas, cincuenta y siete años después de tamaña faena la sociedad cubana continúa apostando por la educación de sus más nuevos constructores. Y los círculos infantiles se han consolidado como institución imprescindible para ello.
En las manos de educadores y profesionales especializados ponemos cada mañana el mayor tesoro de nuestra sociedad, de nuestra familia: su futuro.
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